Con Criterio Liberal
Los leprosos también tienen derechos
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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Es fácil argumentar de manera fría y racional sobre los grandes derechos, valores o ideales. Lo complicado es aplicarlos en situaciones concretas, reales y complejas.
El Covid-19 ha causado pánico en la población, un pánico que nos ha llevado a adoptar medidas que hace apenas unos meses nos parecían inconcebibles, como el encerrar a toda la población en sus casas.
Algo a lo que nos hubiésemos opuesto con determinación si nos lo hubieran planteado antes de la pandemia (incluido el informe de la OMS sobre cómo tratar pandemias).
Ya estamos superando la pandemia, habiendo países como Ecuador donde ya pasan días sin ningún fallecido y, desde luego, las cifras de fallecidos están muy por debajo de otras causas de muerte con las que convivimos asumiendo unos riesgos que consideramos razonables, como accidentes de tráfico, gripes, enfermedades cardiovasculares, etcétera. Pues sabemos (o deberíamos saber) que el riesgo cero no existe.
Ahora que todos los ciudadanos tienen a su disposición la vacuna, la protección contra el virus está a la voluntad de cada ciudadano.
Si asumimos que las vacunas funcionan (y esta es la única asunción que nos permitiría operar en sociedad hoy en día), entonces cada persona vacunada disminuye los riesgos de:
a.) Ser contagiado.
b.) Si es contagiado, que la enfermedad sea sintomática.
c). Si tiene síntomas, que estos sean tan graves como para ingresar en el hospital.
d) Si ingresa, de que sea mortal (obsérvese que son cuatro estadios, no solo el de infectados) a unos niveles mínimos y razonables.
Entiendo que puede haber un peligro de que las personas no vacunadas colapsen los hospitales, impidiendo tratarse a las personas vacunadas.
Pero los datos nos muestran que estamos lejísimos de esa situación, que la capacidad instalada hospitalaria para tratar el Covid ha aumentado muchísimo, y que ya estamos cerca (o dentro) de la tan cacareada "inmunidad de grupo".
Y es que para medir el nivel de protección ante el virus no sólo hay que contabilizar a las personas vacunadas, sino a aquellas que han superado la enfermedad, sea con síntomas o sin ellos (la mayoría), y éstas suman ya más de ese 70% de la población que 'los expertos' decían.
Mientras el pánico nos lleva a tomar medidas, que si pensásemos racionalmente nos parecerían inconcebibles, como discriminar, apartar y no admitir en sociedad a quienes no tienen el 'carné de vacunación', creando 'ciudadanos de primera' y 'ciudadanos indeseables'.
Cuando el miedo al VIH llevó, allá por los ochentas, a discriminaciones similares, tanto los tribunales como el conjunto de la sociedad dictaminaron que eran discriminaciones inadmisibles en una sociedad libre y de respeto.
Son demasiados en nuestras sociedades quienes parecen querer volver en pleno siglo XXI al modelo de las leproserías para tratar esta enfermedad, ignorando tanto el mero sentido común (si estoy vacunado estoy razonablemente protegido), como los datos reales de la situación epidemiológica actual como, y es lo más preocupante, los principios básicos de humanidad, de no discriminación y de respeto a los demás.