El Chef de la Política
Lasso o Hervas: ¿quién le miente al país?
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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El presidente Guillermo Lasso ha denunciado públicamente al señor Xavier Hervas como un evasor de impuestos y un traficante de influencias.
En su versión, lo que Hervas le ha pedido al gobierno es que el Servicio de Rentas Internas (SRI) omita cualquier tipo de control sobre sus actividades privadas a cambio de votos para la aprobación de la ahora archivada ley de inversiones.
De su parte, Hervas ha negado tajantemente la acusación, ha admitido que conversó en "la fábrica" con el Presidente Lasso y que más allá de una discusión sobre temas políticos y la invitación del Jefe de Estado a almorzar "un día de estos" en Carondelet, allí no pasó nada más.
Frente a este escenario, la lógica nos dice que uno de los dos está mintiendo. Como aún no sabemos cuál de los marchantes es el que tiene rasgos mitómanos, la sabiduría popular plantea que hay dos escenarios posibles.
Primero: Lasso dice la verdad. Si esto es así, el país está frente a uno más de los pícaros y contumaces que utilizan la política para beneficiar sus propios intereses. El discurso del pequeño emprendedor, ahora dueño de negocios de altos quilates, se iría al suelo porque lo que la gente dice, y con mucha rabia y razón, es que evadiendo impuestos todo es más fácil.
En lo político, el intercambio de favores con el SRI por los votos de la Izquierda Democrática en el tratamiento de la ley de inversiones, no solo debe ser motivo de escarnio público para Hervas sino, esencialmente, de una sanción electoral, que al final es la única que les importa a los políticos de pacotilla, como la mayoría de los nuestros.
Si Hervas pensaba ser candidato a alcalde de Quito, es mejor que se retire esa idea de la cabeza pues las clases medias en general, profesionales, emprendedores, que sí pagan impuestos, artistas o estudiantes, no votarán por una persona que llega con los mismos vicios de la política de los que dijo apartarse.
Si esto pasa en la capital del país, a nivel nacional, pensando en una posible candidatura presidencial, las críticas serán aún mayores. El traficante de influencias, el que no paga impuestos y ahora ambiciona administrar al Estado.
Esos son dos dardos difíciles de esquivar en una campaña electoral y de ellos no se sale bien librado, ni aun hablando con pausa y sonriendo a granel.
Segundo: Hervas dice la verdad. Si esto es así, en Carondelet tenemos una representación de lo más despreciable de la política nacional.
Más allá de lo puramente político, el país estaría gobernado por quien representa los anti valores cívicos y humanos más reprochables. Una derrota legislativa no justifica en modo alguno que el Presidente Lasso impute varios delitos a Hervas, a sabiendas de que eso falta a la verdad.
Mientras los abogados penalistas discuten cuáles son las figuras delictivas que se han verificado, la ciudadanía simplemente dirá que ese tipo de conductas son propias de malandrines y de personas sin escrúpulos, peores, mucho peores que aquellos que, en muchas ocasiones por necesidad, abarrotan las cárceles del país.
En este caso, las ya de por sí bajas posibilidades de reelección en caso de muerte cruzada terminarían llevando al Jefe de Estado a declinar esa opción y a buscar refugio en algún lugar del mundo, porque acá la justicia puede llegar a ponerlo tras las rejas.
En medio de ambos escenarios, hay que decir que la verdad sobre quien es el mentiroso no llegará pronto, pues la Fiscalía General del Estado, que actúa rauda y veloz en unos casos y no tanto en otros, aún no ha iniciado las acciones legales que, por expresa disposición constitucional y legal, tiene la obligación de hacer.
Acá hay presuntos delitos de acción pública, pesquisables de oficio, señora Fiscal. Acá hay dos personas que sin sonrojarse se están inculpando mutuamente de hechos delictivos gravísimos, que atentan contra la integridad del régimen democrático.
No es esto el intercambio de insultos entre dos contendientes en el partido de fútbol de la liga barrial. Acá el Presidente de la República ha incriminado a un actor político muchos delitos que afectan a la convivencia política y social del país.
Ese actor político le responde al Presidente que lo que dice es falso y que con eso atenta no solo contra su dignidad y buen nombre, que de por sí es ya muchísimo, sino además contra el buen curso de las relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo y la ya de por sí alicaída imagen de los partidos políticos.
Que los políticos, o muchos de ellos, hayan pasado su vida en el Palacio de Carondelet solicitando espacios de poder, no para ejercer influencia política, lo que es absolutamente legítimo, sino para atracar las arcas del Estado o el bolsillo de los ciudadanos de forma directa, no es nuevo.
Sí resulta novedoso que el Jefe de Estado haya dicho hace pocos días que esos pedidos delincuenciales se dieron a cambio de votos para aprobar el proyecto de ley de inversiones. En ese caso, tampoco es muy difícil intuir a donde pertenecen los chantajistas y eso sí se lo puede decir, con nombre y apellido, como dijo el Presidente Lasso.
Ahí están asambleístas de Izquierda Democrática y de Pachakutik. De uno y otro partido pues, simple y llanamente, al gobierno no le alcanzaba con los votos de una sola de esas agrupaciones partidistas.
Asambleístas, si lo que ha dicho el Jefe de Estado sobre ustedes, sin dar nombres, no es verdad, entonces el país espera que inicien las acciones legales pertinentes.
La otra opción es que no hagan nada y permitan a la población asumir que lo dicho por el Presidente Lasso es cierto y así se haga más evidente en el imaginario ciudadano la idea que en la Asamblea Nacional no solo hay gente ignorante, lo que no es un insulto en sí mismo, sino delincuentes de baja ralea que medran de los recursos del Estado.
Más allá del archivo de la ley de inversiones y los efectos económicos y políticos que de allí se podrían derivar, el país no debe dejar pasar por alto que este intercambio de acusaciones entre el Presidente Lasso y Xavier Hervas debe llevarnos a saber quién es el que miente, quién es el carente de valores éticos y quien debe estar en la cárcel, lugar que corresponde a los charlatanes y traficantes de la estabilidad del país.
Allí es donde debería estar cualquiera de los dos, el que agrede a la verdad de los hechos.
Si ninguno de los dos toma acciones legales inmediatas, porque esperar el impulso de la Fiscalía es mucho pedir, los costos políticos del intercambio los recibirán en las urnas, que es el único espacio que le importa a los seres humanos de baja estatura ética y que se amparan en la política para satisfacer sus deseos de impunidad o de pura y simple vanidad.