Leyenda Urbana
Lasso delata a Pachakutik, en la semana más difícil de Iván Saquicela
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Cuando creíamos que luego del escándalo que provocara la terna enviada por el presidente, Guillermo Lasso, para escoger al superintendente de Bancos, que desató un conflicto entre Funciones del Estado, el país no tendría más tormentos semejantes; la remitida por presidente de la Corte Nacional de Justicia (CNJ), Iván Saquicela, para designar un vocal del Consejo de la Judicatura (CJ), puso al país ante un abismo.
La terna de Saquicela ha sido un dardo envenenado contra la justicia cuyo control se pelean, a dentelladas, quienes quieren mangonearla y usarla para protervos fines.
Al poner como primera de la lista a una jueza de quien se asegura que tiene ADN correísta y, como tercera, a una afín al socialcristianismo, Iván Saquicela borró de un codazo lo que hizo con la mano cuando sentenció al prófugo expresidente, y ha generado toda clase de suspicacias.
Esas suspicacias se exacerbaron con la revelación del asambleísta Dalton Bacigalupo, quien asegura que el más alto magistrado de la justicia habría intervenido para hacer lobby en busca de votos para destituir, en un juicio político, a los vocales del Consejo de la Judicatura, el órgano de administración de la justicia, que lo sancionó con la suspensión temporal de su cargo, tras asegurar que se tardó en solicitar la extradición del prófugo que vive en Bélgica.
Si lo de hoy es una venganza, un ajuste de cuentas o un muñequeo para tomar el control total de la justicia, debemos admitir que el siniestro juego de los poderes ha arrastrado a Ecuador al peor de los mundos.
Las sospechas de que hay acuerdos inconfesables para anular procesos por los cuales ex altos funcionarios están en la cárcel o van camino a ella, tras haber saqueado al país, asustan, porque se tendría que admitir que, de la mano de algunos judas de la patria, los canallas podrían volver y perpetuarse en el poder.
Pero estamos en Ecuador, donde uno cree haber visto todo, pero siempre hay algo peor.
El escándalo por la terna del doctor Saquicela fue opacado por la carta que el presidente Lasso envió a la Fiscalía General de la Nación, pidiendo archivar su propia denuncia contra cinco asambleístas de Pachakutik (PK).
A pesar de tener el logo de la Presidencia y la rúbrica de Lasso, todos la leyeron, al menos dos veces, para cerciorarse de que era real.
El mismo presidente, que denunció a voz en cuello a los asambleístas de PK por haberle pedido cargos y dinero en efectivo para votar a favor de Ley de Inversiones y los puso ante la Fiscalía, cinco meses después se retractaba.
Lo hizo en instantes en que cada voto cuenta para una eventual destitución de los integrantes del Consejo de la Judicatura, a quienes el Ejecutivo defiende a capa y espada; aunque hay sospechas de que intervienen ante los jueces, según audios que difundió Teleamazonas, desatando un grave escándalo del que sus defensores ni siquiera hablan, hoy.
Si no se trataba de votos, lo correcto era esperar que pasara ese episodio; pero se necesitan esas adhesiones, aunque el mensaje que queda es que la corrupción se puede pasar por alto, si quien la comete es servicial al poder, lo que explicaría por qué la impunidad se ha enseñoreado en el país.
Tan importante es salvar al actual Consejo de la Judicatura, que Lasso ha batido su propio récord de errores al frente de Carondelet.
Ecuador no tiene registro de otro Presidente que haya cometido tantos desatinos juntos, por escrito y con rúbrica:
- Devaluó la palabra presidencial y sembró dudas sobre todo lo que ha dicho antes, al admitir que no comprueba lo que denuncia.
- Evidenció desconocer las leyes y cómo opera la justicia, porque la Fiscalía es la única que puede archivar una denuncia.
- Delató a Pachakutik, el brazo político de la Conaie (organización con la que está negociando en mesas de trabajo), como un movimiento que actúa por intereses.
- Confirmó que carece de asesoría jurídica, un despacho solvente que discierna la legalidad, los alcances y los límites constitucionales del jefe de Estado.
Tan patética fue la carta que aquellos que opinan de lo divino y lo profano, guardaron silencio, seguramente porque no hubo una matriz de opinión, o porque no había manera alguna de defender semejante dislate.
Así, Ecuador parece atrapado en las arenas movedizas de una política de baja ralea, y en la que todos, de alguna manera, terminan trabajando para el correísmo.
Una vez más, está en juego el control de la justicia; el verdadero poder del país; lo novedoso es que, en estas circunstancias, algunos parecen haberse visto obligados a dar la cara, sin poder ocultar que apuntan a perdonar a quienes saquearon al país, y dejarles vía libre para su regreso.
Debería causar conmoción nacional y llevar a los funcionarios del Gobierno a hablar de ello, una y otra vez. Pero qué va.
A las más altas autoridades no solo parece faltarles solvencia argumentativa, sino que se han acostumbrado a que otros los defiendan, mientras ellos guardan un cómodo silencio.
En realidad, todo esto revela que Carondelet carece de identidad y hasta de alma, por lo que solo da bandazos.
Al retirar una denuncia de corrupción, mientras hay una votación decisiva en la Asamblea Nacional, Lasso ha delatado, por escrito, a sus socios, y se ha puesto él mismo en evidencia.
Y lo hizo, en la semana más difícil que ha tenido Iván Saquicela, el presidente de la Corte Nacional de Justicia. ¡Qué país!