El Chef de la Política
Las dos pandemias
Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip)
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Ecuador atraviesa por dos pandemias que seguramente marcarán su futuro mediato. Ambas atacan a buena parte de la población, la debilitan y corroen. Ambas dejan aflorar los sentimientos más nobles y, al mismo tiempo, los más bajos instintos del ser humano.
Aunque tienen orígenes diversos, se parecen en la incertidumbre que provoca la ausencia de una cura, al menos en el cortísimo plazo. Ninguna de las dos es totalmente nueva pero sí lo son las formas cómo se expresan en la realidad.
Si bien en el pasado habíamos sufrido otras enfermedades epidémicas, lo que nos distingue a los que hoy por hoy hacemos la historia del país es que por primera vez se presenta más de una al mismo tiempo.
Privilegiados o desafortunados, el hecho cierto es que entre el Covid-19 y sus sutiles estrategias de acción; y la corrupción, y sus cultores, la ciudadanía debe estar atenta para no dejarse sorprender, menos aún contagiar por cualquiera de las dos pandemias.
Frente a la primera pandemia, el gobierno hace lo que buenamente puede. Entre la improvisación, la ausencia de vocerías técnicas y los afanes electorales, el único que sabe efectivamente lo que debe hacer y cuenta con información para el efecto, es el virus.
Ya lo ha manifestado el Presidente Moreno días atrás, cuando públicamente ha llamado a sus colaboradores a transparentar las cifras. Con ello, los datos con los que durante varias semanas habían trabajado científicos, periodistas y el salubrista y epidemiólogo que todos llevamos adentro, simplemente deben ser tirados al tacho del olvido.
También las predicciones y las prospectivas. A la incertidumbre, la desconfianza y el caos que esta declaración provoca se suman un gobernador del Guayas que juega su propio proyecto y un presidente del Consejo Directivo del IESS que se aferra a su cargo más que el Covid-19 a las vías respiratorias.
Sobre la otra pandemia, la realidad no dista de ser catastrófica. Quizás es aún peor pues si la alternativa al Covid-19 es quedarse en casa, aquella medida beneficia a la expansión de la segunda, la de la corrupción y sus beneficiarios.
En efecto, dar más tiempo al Internet y las redes sociales nos sumerge con mayor profundidad en el mar de las noticias falsas, el afán de desprestigiar toda acción de combate al virus y la defensa ilimitada y sin escrúpulo alguno del principal agente infeccioso, ahora en época de reposo en el viejo continente.
Peor aún, con el anuncio de la primera de las sentencias en contra de la banda, y sus posibles efectos sanadores sobre una sociedad que ha perdido valores éticos y de respeto a lo público, las acciones de los transmisores de esta pandemia irán en aumento.
Como toda enfermedad de este tipo, la corrupción no sólo pretende mantenerse vigente sino que busca ampliar sus espacios de acción a otros lugares y personas. Criticidad con lo que se lee y se escucha es la única poción para el ataque de esta pandemia.
Difíciles momentos nos ha tocado vivir en el equinoccial país. Las dos pandemias arrecian y lo hacen con fuerza. Para la primera, el cuidado propio, el apoyo a los esfuerzos de diversos sectores de la sociedad; y, las acciones precisas del gobierno, son la salida.
Para la segunda, las precauciones deben ser mayores. El virus de la corrupción de la década pasada está en su fase expansiva y de ataque inmisericorde pues siente que su Alfa y Omega está en peligro. Por ello, desde Ecuador, México o cualquier lugar del mundo, los beneficiarios directos o indirectos de esa pandemia están atentos, como un solo puño (el otro no es posible usarlo pues está lleno de todo lo robado), para defender lo indefendible, negar lo innegable y evitar a cualquier costo las acciones de la justicia.
Para el Covid-19 la vacuna ojalá esté por venir. Para la corrupción, al menos una pizca de reivindicación social se espera en la decisión de la Corte Nacional.