De la Vida Real
Entre los ladrones, la alarma y las llaves me estoy enloqueciendo
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Las llaves siempre han sido un tormento en mi vida. No sé dónde las dejo. Me enervo cuando llego a la casa y me toca buscar el llavero y ver cuál de las llaves calza en la chapa.
Me ha pasado miles de veces que pongo seguro al salir de la casa y me doy cuenta de que he dejado las llaves adentro.
Voy a la casa de mis papás, como de visita, para hacer tiempo. No les digo lo de las llaves porque me da pereza oír el mismo sermón de siempre. Pero mis hijos me delatan, a pesar de mis advertencias:
-No dirán que dejé las llaves adentro de la casa.
Siento que ellos disfrutan al oír y ver cómo mis papis me hablan:
-Valentina, siempre es lo mismo con las llaves desde que eras chiquita. Debes tener más cuidado.
No sé por cuánto tiempo me retan porque mi mente se desconecta. Tengo 40 años y desde que tengo 15 no han logrado que tome conciencia de las llaves.
Con los años, mi casa se fue volviendo cada vez más insegura. Por si no tenía las llaves, dejaba una de las ventanas sin picaporte para entrar por ahí.
Mis hijos ya sabían el truco y entraban facilito. Mi marido perdía la cabeza cuando entrábamos por la ventana:
-Es que pá, mi má no tiene las llaves de la casa, esta es la forma más práctica de entrar.
Vivimos en esta casa desde hace 14 años y nunca se habían metido los ladrones. Yo pensaba, sin decir nada, que si un ladrón ve una casa insegura se va a imaginar que no hay qué robar, porque si no está asegurada ha de pensar que no hay nada de valor.
Pero la vida me dio una puñalada terrible y por la espalda. Los ladrones se metieron hace un mes y nos robaron todo. Los muy giles no entraron por la ventana que estaba abierta, sino que rompieron otra ventana para entrar. Nos ha costado mucha plata asegurar la casa y reparar los daños que nos causaron.
Vivimos en esta casa desde hace 14 años y nunca se habían metido los ladrones.
Para esto hay que agregar que siempre he odiado las alarmas. Se dañan, suenan y no se sabe por qué. La nuestra estuvo cinco años dañada.
Pensando retrospectivamente, mi casa era ideal para que entraran a robar. Pero estos tontos no saben el problema en el que me metieron.
Porque, además, los muy brutos se llevaron hasta las llaves que estaban colgadas en la pared. Obviamente, nos tocó cambiar todas las chapas, poner seguridad en las ventanas, colocar un candado en la puerta de adentro y, obvio, alarma nueva.
La alarma es tan inteligente que domina mi vida. Primero tiene una pantalla digital que informa qué ventana está abierta, qué mascota está caminando por la casa, quién puso la alarma, quién la quitó, y nos pita cuando es la hora en que tenemos que activarla o desactivarla.
La alarma es tan inteligente que domina mi vida.
Los proveedores nos deben odiar porque nos olvidamos la clave todo el tiempo. Nos advirtieron que la clave no podían ser fechas de nacimiento.
Las anotamos en papeles que se nos pierden. Nos pidieron no apuntar la clave en el celular por cuestión de seguridad, y exigen que debe tener mínimo ocho dígitos.
A todo esto, las llaves se mezclaron entre nuevas y viejas. Vi un montón de llaves sueltas y boté todas, incluidas las que no he tenido que botar.
Como ya no había llaves, tocó cambiar todas las chapas. El único llavero que ha estado completo es el de La Yoli, nuestro ángel de la guarda.
Las llaves se mezclaron entre nuevas y viejas.
El sábado salimos a una fiesta; El Wilson, mi marido, puso la alarma, cerró las puertas y sacó el llavero. Enseguida se dio cuenta de que se olvidó del celular dentro de la casa, pero entrar fue imposible.
Ya no hay ventanas inseguras, las puertas están reforzadas y, si rompemos un vidrio, se activa el botón de pánico de la alarma. Nos tocó esperar a La Yoli para que nos veniera a salvar a las 10 de la noche.
Con el llavero completo, el domingo, fui a sacar copias de las llaves nuevas, pero no tengo idea cuál corresponde a qué puerta, por más cauchitos multicolor que les puse.
Me enervo y me aturdo cada vez que salgo de la casa. Ayer, apuradísima, puse la alarma y dejé las llaves adentro. Mis hijos me querían matar, nos tocó quedarnos en la casa de mis papás que, con pésima gana, nos recibieron hasta que El Wilson llegó del trabajo.
Los ladrones se robaron mi paz, mi tranquilidad y, sobre todo, mi inseguridad. Ahora vivo tan segura que paso nerviosa todo el día: ¿dónde están las llaves? ¿Habré puesto la alarma? Y si suena, ¿me acordaré de la clave?