El Chef de la Política
Las distintas caras (e intereses) del juicio político a Lasso
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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La Corte Constitucional ha dado una salida al conflicto político. Hay espacio para el juicio en contra del Presidente Lasso, señalan seis magistrados, aunque no por todas las causales propuestas, acotan.
Aprovechan la oportunidad para decir a los asambleístas que el manejo del caso refleja su mediocridad y su falta de compromiso con los intereses del país.
Además, plantean que el juicio político que se va a desarrollar en la Asamblea Nacional debe poner por delante argumentos y tener como objetivo reducir la conflictividad existente.
Aunque se las escucha bien, ambas recomendaciones son un saludo a la bandera, pues lo mediocre no se elimina con una sentencia y lo que primará en el juicio político es el sumar y restar de votos. Nada más. En resumen, la Corte Constitucional ha salido al paso de la parte que le corresponde en este entuerto con una decisión que no satisface del todo a nadie, pero que marca el ritmo de lo que vendrá.
Y lo que nos resta por observar en esta novela es bastante. A partir de hoy se abre una serie de negociaciones políticas entre el Ejecutivo y Legislativo que no son fáciles de avizorar en cuanto a sus resultados, pues los intereses de los sectores políticos son disímiles.
Al Gobierno, como es natural, le interesa quedarse por lo que resta del período sin que sea necesario tomar decisiones drásticas.
No obstante, ese objetivo es de difícil cumplimiento, pues las tensiones van al alza y alguna medida medianamente traumática debe zanjar el conflicto.
La salida del Presidente por juicio político o la muerte cruzada son algunas de las posibilidades. En fin, este capítulo del país no puede concluir sin un remezón en el Ejecutivo.
A la bancada socialcristiana le favorece, de su lado, la sucesión presidencial. Con Alfredo Borrero al mando, los años de entrega de espacios de poder a cambio de permitir al Presidente terminar el período volverían y ahí, ellos son los que más saben.
En su contra juega el hecho de que, para que ese resultado ocurra, se requiere que el juicio político concluya y eso resulta difícil si se considera que en cualquier momento el decreto de muerte cruzada puede terminar con la vida política de la mayoría de asambleístas.
La segunda mejor opción socialcristiana, por tanto, está en la negociación con el Gobierno: mantener la conformación actual de la Asamblea Nacional a cambio de no dar sus votos en el juicio político y algo más. Seguramente algo más.
Para la Revolución Ciudadana (RC), el juicio político no es el mejor negocio. Si se llega a ir Lasso queda Borrero y ahí ellos no son los más aventajados.
Aunque podrían presionar luego por una nueva vía de sucesión ya las cosas serían cuesta arriba. Para ellos, la mejor opción es la muerte cruzada.
En realidad, son los únicos que saldrían bien parados de esa decisión presidencial. No solo ratificarían el número de asambleístas actuales sino que incluso podrían conseguir una bancada mayoritaria en la Asamblea Nacional.
Aunque ese escenario se mantendría solamente por un año y medio, aproximadamente, tendrían tiempo suficiente para abonar el terreno para las elecciones de 2025.
De hecho, incluso podrían ganar la elección presidencial que se convocaría para terminar el período de gobierno. Con alcaldías y prefecturas en las ciudades y provincias más pobladas del país, la legislatura y el Ejecutivo, una asamblea constituyente que permita el retorno de su líder se hace más viable.
Izquierda Democrática (ID) y Pachakutik (PK) tienen una sola idea clara: la muerte cruzada es la peor salida a sus intereses. Si se van ahora no vuelven nunca. Eso lo tienen claro.
Por ello, hay que evitar perder el sueldo de los dos años restantes y para eso hay que acordar con el Gobierno sus votos en el juicio político. Aunque eso les podría traer ciertas repercusiones al interior de sus organizaciones, no hay nada que no se resuelva con asignaciones de espacios de poder y prebendas.
La otra salida es apostar a la destitución del Presidente y darse modos de sobrevivir los dos años siguientes con el gobierno de Borrero.
El único dilema que existe ahí, enorme dilema, es que Lasso podría decretar la muerte cruzada antes de la votación y allí el chirriar de dientes entre los naranjas y los arcoíris se tornará una melodía que, aunque acompasada por las movilizaciones en las calles, no tendrá otro final que el lento retorno de los asambleístas a sus respectivas provincias.
El juicio político recién empieza y los intereses afloran. Afortunadamente para el Gobierno, hay varias opciones a las que puede acudir y distintos interlocutores con los que hablar.
Para las oposiciones el panorama es distinto. Revolución Ciudadana es la mejor posicionada y, en cualquier desenlace, tiene recursos para mantener su agenda política.
Al socialcristianismo su vieja estrategia de gobernar desde la legislatura le ronda en la cabeza y allí el vicepresidente Borrero les cae como anillo al dedo.
Izquierda Democrática y Pachakutik, como ha sido notorio en los últimos años, no terminan de entender las implicaciones del momento político y decidirán en función de no perder el empleo. Ese empleo que tan poco hicieron para conseguir y al que no podrán volver porque los Pérez y los Hervas ahora caminan otros senderos.
En medio de este descalabro, siempre que queda la posibilidad de la renuncia del Presidente. No obstante, todos saben que ese escenario es el menos probable. Mientras haya bayonetas de por medio, Lasso no recurrirá a esa opción.