El Chef de la Política
A pedacitos, el juicio político a Lasso se desmorona
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Con el paso de los días, a pedacitos, el juicio político al Presidente Lasso se desmorona. Las razones son varias.
De un lado, los intereses de las bancadas legislativas de oposición van en líneas opuestas y eso ha erosionado rápidamente la aparente coalición que existía al inicio del proceso.
La intención de la Revolución Ciudadana, desde siempre, fue la muerte cruzada. Su comunicado público de días pasados no hace sino revelar abiertamente esa postura.
El Partido Social Cristiano sigue en la línea de asumir la Presidencia a través de Borrero y aunque esa posibilidad es muy lejana, es a lo que apuestan.
Pachakutik e Izquierda Democrática, a la deriva, sin un norte específico y con pretensiones variadas.
De otro lado, el Gobierno ha sido hábil para avivar las grietas existentes en la oposición a través de la amenaza de muerte cruzada y el coqueteo con las delicias del poder a un grupo de asambleístas, cada vez más robusto, que raudo y veloz ha puesto precio -en vil metal o cargos- a sus votos.
A lo dicho hay que agregar que las limitaciones en cuanto a formación política, tanto de los asambleístas interpelantes como de sus partidos o movimientos, cada vez se tornan más visibles y preocupantes.
No se trata de estudios universitarios ni de posgrado porque ese no puede ni debe ser un requisito para acceder a cargos de elección popular.
Se trata más bien de una serie de destrezas y habilidades que las organizaciones políticas tendrían que fomentar entre sus posibles candidatos. Sin embargo, nada de ello ocurre y las consecuencias están a la vista.
A propósito del juicio político, no hay intervención legislativa, indistintamente de la bancada, que no afiance la idea respecto al lamentable estado de descomposición del sistema político ecuatoriano.
Aunque no hay que caer en el mito de que "todo tiempo pasado fue mejor", sí hay que reconocer que en años no muy lejanos la Revolución Ciudadana, el Partido Social Cristiano, Izquierda Democrática y Pachakutik tuvieron asambleístas con cierto nivel de debate y comprensión de los problemas del país.
Ahora, nada. O casi nada, que no es lo mismo, pero es igual, como dice la pequeña serenata diurna de Silvio Rodríguez.
Allí otra de las razones por las que el juicio político al Presidente Lasso pierde sentido y espacio.
Acá no se trata de desvirtuar una eventual responsabilidad del Jefe de Estado. Lo que se pretende evidenciar es que la tarea de llevar adelante un proceso de esta magnitud definitivamente sobrepasó las capacidades de los asambleístas y de sus bancadas.
Pero si el juicio político no termina como sus interpelantes desean, aquello no debería ser asumido por el Gobierno como un triunfo sin beneficio de inventario o la ratificación ciudadana a la gestión del Presidente Lasso.
Por el contrario, un escenario de ese tipo tendría que alertar al Ejecutivo en el sentido que se requieren cambios contundentes en lo inmediato.
Una de esas señales podría ser la decisión de proponer un gobierno amplio, de participación multisectorial, política y socialmente hablando, que le permita refrescar las enmohecidas estructuras con las que se ha llevado la política pública del país durante este tiempo.
Por tanto, la crisis que atraviesa el país no se termina con una salida 'exitosa' del Presidente Lasso frente al juicio político sino que, paradójicamente, coloca a Carondelet en una situación aún más grave: la de dar una respuesta inmediata en torno a la orientación del Gobierno en los dos años que están por delante.
La única alternativa no viable es continuar en el sendero actual. Ese es el consenso nacional.
Aunque es difícil predecir en un país como Ecuador, en el que el largo plazo es una semana, al menos al día de hoy se puede decir que, a pedacitos, el juicio político se desmorona.
Se desmorona el juicio político porque el Gobierno ha hecho lo suyo, la Corte Constitucional trazó límites a las pretensiones de la acusación original; y, esencialmente, porque los interpelantes y sus bancadas nos han dado una cátedra de improvisación, desconocimiento y ausencia de olfato político.
Lo dicho debería llamar al análisis a partidos y movimientos. Por supuesto, no lo harán.