En sus Marcas Listos Fuego
“Deberán sentir vergüenza”
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
Actualizada:
Esta aseveración, sin tapujos, de Daniel Noboa, llegó como fundamento de una oferta clara y concisa: el gobierno expondrá públicamente los rostros e identidades de los funcionarios judiciales que liberen a los mafiosos que se han apoderado del país.
Fuerte. Coincido en lo retórico: quien opera con o para la delincuencia organizada, no sólo debe sufrir el escarnio público, sino inclusive, debe compartir celda con quienes nos desangran.
Peligroso. No coincido en lo jurídico: sostener sin contexto normativo y procesal, en abstracto, que en todo caso en que se libera a un delincuente está un juez o fiscal conchabado con el crimen, no sólo es peligroso, sino mortal.
Por eso hoy les quiero explicar, en vocabulario sencillo para no abogados, qué tonos grises siempre deben verificarse para que los extremos blancos y negros no dominen nuestras pasiones.
Sí, hay jueces y fiscales mafiosos, delincuentes que, en lugar de honrar el cargo, de enorgullecer a sus familias, de aportar a este país, hacen lo contrario: entran a la función no para servir, sino para lucrar ilícitamente sin resquemores; no para honrar a la justicia, sino para prostituirla con el herpes de sus des-valores; para amaestrar a su estirpe familiar a vomitar sobre el sistema; no para aportar al país, sino para exprimirlo. Estos no son funcionarios judiciales, estos son sanguijuelas, lumpen puro y duro.
Pero no, no todos los jueces y fiscales son iguales. Como en toda profesión, entre los perversos, también imperan los buenos, los honestos, los que arriesgan sus vidas todos los días pese a conocer que nadie les agradecerá mañana. Sí, también hay jueces y fiscales de los que todos deberíamos estar orgullosos.
Dibujado el terreno, les voy a explicar algunos tips jurídicos inamovibles y normados, en forma de silogismos, para distinguir a los buenos de los malos:
- Por ley, el que solicita la aplicación de la prisión preventiva es siempre, y sin excepciones, el fiscal. ¿A quién se lo solicita? A un juez.
- Por ley, un juez sólo puede dictar la prisión preventiva solicitada por un fiscal, tras valorar el cumplimiento de requisitos sustanciales previstos en la ley.
- Si un fiscal no solicita prisión preventiva, nunca, NUNCA, jamás, JAMÁS, un juez puede ordenarla. Ello quiere decir que, por ley, cuando el fiscal no solicita la prisión preventiva de un detenido, el juez debe obligatoriamente liberarlo.
- Si un juez dicta una prisión preventiva no solicitada por un fiscal, prevarica, y ahí sí el juez debe ir tras barrotes por violar la ley. ¿Y qué más pasa? Vendrá una nulidad, y ya no sólo tendremos un narco libre, sino ahora uno impune gracias a que el juez no cumplió con la ley.
- ¿Está fácil hasta aquí? Resumo: el camino está trazado: el fiscal propone y el juez dispone. Si el fiscal no pide, el juez no tiene nada que conceder. Facilito (y pese a ello cuando el fiscal no pide, ergo, el juez no concede, todo el mundo, desde su absoluta ignorancia, le da palo al juez).
Pero ahora compliquemos un poco más el ejemplo:
- No basta con que un fiscal solicite que se ordene la prisión preventiva, sino que el fiscal está obligado, por ley, a fundamentar y demostrar que se cumplen los cuatro requisitos previstos en la norma (Art. 534 COIP). Si uno sólo de esos requisitos no se cumple, el juez está obligado (sí, obligado) a rechazar el pedido del fiscal y ordenar la libertad.
- Por ejemplo: un requisito sustancial para la prisión preventiva es que el delito por el que se formula cargos tenga una pena superior a un año. Ajá, si la pena es inferior a un año, no cabe la prisión preventiva.
- Ahora imagínense que un fiscal pide prisión preventiva en un delito sancionado con seis meses de prisión. ¿Qué debe hacer el juez? Lo obvio: liberar. Y así deberá ir verificando, como checklist, el cumplimiento concurrente de todos los requisitos.
- Y así, se me ocurren 20 razones legales más por las cuales se puede generar una libertad socialmente indeseada (caducidad, apelación, sobreseimiento, absolución, revocatoria, sustitución, etc.).
¿Se dan cuenta del peligro de los absolutos? ¿Se dan cuenta de lo mortal que puede resultar pensar en abstracto y no en concreto?
Quiero que se imaginen este titular: “juez no dicta prisión preventiva y libera a líder narco”. A capítulo seguido, se expone el rostro del juez.
¿Sí se dan cuenta que quizá ese juez actuó como actuó porque el fiscal no le pidió prisión preventiva? ¿Qué alternativa tenía? Ninguna. Debía liberar. Pero aquí todos son especialistas en sacar las antorchas y portarse como una vulgar turba del Medio Evo y querrán la horca para el juez sin antes preguntarse si lo que hizo es correcto o incorrecto.
O quizá, el fiscal sí pidió la prisión preventiva pero no la fundamentó. O quizá. El fiscal no solicitó la prisión preventiva porque la policía, que debía llevarle en una situación de flagrancia evidencias esenciales para fundamentar el pedido de prisión preventiva, misteriosamente no llegó y dejó al fiscal sin piso.
¿Se dan cuenta que puede ocurrir que la libertad de un mafioso no significa que el juez o el fiscal estén comprados? ¿Tan destruida está nuestra sociedad que ya no nos importan las razones, sino sólo las apariencias? Sé que las reglas procesales les repugnan. Sí, tenemos otra opción: una monarquía absolutista donde el rey esté sobre la ley. Adelante, diviértanse.
Es que en la justicia, no se equivoquen, lo importante es ser, no parecer. Eso de parecer déjenselo al postureo de la política. Aquí importa quién es la mujer del César, no quién parece serlo.
Por eso, reitero, coincido con Daniel: a los criminales, vistan o no de toga, debemos no únicamente repudiarlos, sino aplastarlos de tal forma que ni con espátula se los pueda despegar del pavimento del deshonor.
Pero también difiero: colocar en abstracto a todos en la misma bolsa ha demostrado históricamente las atrocidades de las que es capaz el ser humano.
Así que Presidente, adelante, haga lo que tenga que hacer, pero con responsabilidad, pinzas y estudiando caso por caso, que esta batalla se la gana combatiendo a los criminales y respaldando, siempre respaldado, a los buenos ciudadanos.