El Chef de la Política
Jueces nacionales: den una señal de pulcritud
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Una de las principales responsables de los escándalos de corrupción que rodean a la justicia es la Corte Nacional. Allí, de su seno, del voto afirmativo de sus integrantes, salió el nombre de quien condujo hasta hace pocos días el Consejo de la Judicatura. Si los jueces nacionales hubieran sido más prolijos en analizar por quién votaban, seguramente los efectos de lo que ahora ocurre no serían tan dramáticos para la vida institucional del país.
Esos funcionarios, que ahora tratan de esconder su responsabilidad tras una toga de la que muchos ni siquiera entenderán su significado, merecen un juicio aparte por lo sucedido.
No hay excusa que valga y menos, mucho menos, aquella de “no sabíamos quién era”. Esa es precisamente la coartada que a nadie convence, pues a quien colocaron a la cabeza de la terna era, al igual que ellos, juez por mucho tiempo. No solo eso, era su compañero de trabajo en la misma Corte Nacional. Insistir en esa explicación sin sentido es burlarse de la inteligencia de la gente.
Pero como esta vida siempre ofrece una segunda oportunidad, aun a los que han delinquido, y que en esta aldea equinoccial se los trata pomposamente como PPL, ahora los jueces nacionales tienen la posibilidad de reivindicar en alguna medida el error histórico que cometieron.
En efecto, están ad portas de proponer una nueva terna para presidir el Consejo de la Judicatura y en esta ocasión, si tienen un poco de respeto por el país, deberían meditar seriamente a quiénes colocan para dirigir, nada más y nada menos, que el órgano de gobierno, administración y disciplina de la justicia ordinaria. En esa búsqueda de nombres, para la que no hay mucho tiempo, pues las fiestas de fin de año se acercan y la elección del nuevo presidente de la Corte Nacional también, una señal de pulcritud sería colocar en primer lugar a Álvaro Román, actual presidente encargado del aporreado Consejo de la Judicatura.
A la fecha, no se ha escuchado de procesos penales ni de escándalos de corrupción que puedan empañar el nombre de Román.
Por el contrario, desde diversos sectores académicos, de la opinión pública y en un sector del foro de abogados (el cada vez más pequeño segmento que no es parte constitutiva de las mafias de corrupción judicial que azotan al país) se ha señalado al actual presidente del Consejo de la Judicatura como una persona capaz en el campo profesional y honesta en el plano de los valores. Ambas características, que cada vez están menos presentes en el funcionariado público, ahora son suficientes para confiar tan alto encargo a Álvaro Román.
No es la única persona que tiene los atributos para intentar limpiar la cloaca, desde luego, pero es quien conoce en algún detalle los lugares en los que hay que poner veneno a las ratas de alcantarilla que capturan a la justicia desde la política, la delincuencia organizada y los propios estamentos del Poder Judicial.
Algunos cambios realizados en los últimos días dan cuenta de las buenas intenciones de Román al frente del Consejo de la Judicatura. Despedir a lacayos, correos y testaferros del crimen no es una cuestión menor. Aunque lo dicho tampoco sirve para hacer una evaluación exhaustiva del funcionario citado, al menos da pistas de que hay interés en variar, en la medida de lo posible, la vergonzosa situación que atraviesa la justicia ecuatoriana.
Precisamente por ello, porque se ve a una persona honesta con deseos de limpiar el lupanar en alguna forma, es que no tardarán en surgir los argumentos jurídicos que intentarán posicionar que hay disposiciones normativas que impedirían que Román sea incluido en el primer lugar de la terna que deberá proponer la alicaída Corte Nacional. Acá, en lo de fondo, se trata de una decisión política, en el mejor sentido de la palabra. En el sentido de ubicar en el Consejo de la Judicatura a alguien que no está manchado por la tinta de la corrupción y la podredumbre ética.
Los que se opondrán, ya sabe el país, son los políticos mañosos, los abogados que son parte de la mafia y los propios jueces nacionales que se encuentran embarrados de pies a cabeza en escándalos de intercambio de decisiones a cambio de dinero ilícito.
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Jueces nacionales, honestos y profesionalmente probos: aunque ustedes son muy pocos, ahora deben aprovechar esta oportunidad que les da la vida para reivindicarse del monumental error que cometieron al constituir la terna anterior. El país espera que ustedes no sean parte de un nuevo atraco a la justicia y que, por el contrario, asuman las riendas del proceso de nominación al Consejo de la Judicatura.
Si Román no tiene el prontuario que ahora es la regla en el país, quizás una decisión que sería vista por la opinión pública como una señal de pulcritud sería permitirle dirigir de forma permanente el órgano de control del Poder Judicial. En sus manos está. No permitan que ante los ojos de la ciudadanía se presuma que ustedes también son parte del grupo de corruptos que se esconde tras una magistratura a la que, en un país con algo de institucionalidad, jamás habrían llegado.