Al aire libre
Joselo Flores: "los niños deben aprender a nadar, es un seguro de vida"
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
Actualizada:
“Cuando digo que soy de Carchi me preguntan si soy ciclista” –dice el nadador Joselo Flores, campeón de aguas abiertas y profesor de campeones.
“Cuando yo era niño, la piscina más cercana quedaba a una hora y era fría. Ahí quise aprender a nadar, pero solo sobreviví”.
Oyendo a Joselo recuerdo mi vida acuática. Tendría unos cinco años cuando mi tío Pepe me enseñó a nadar. La técnica era: él caminaba por fuera y con un arnés me llevaba chapoteando por el filo de la piscina. Gracias a sus lecciones me animé a entrar al agua conforme crecía, pero iba pegada al filo.
Después de algunas bochornosas situaciones, como irme al fondo del mar al ver una tintorera, o casi perder el bikini al ser revolcada por una ola, recomiendo que todos, especialmente los niños, aprendan a nadar bien.
Como a Michael Phelps, a quien sus hermanas lo empujaron a nadar, a Joselo lo llevó su hermano Luis a entrenar natación.
"Acabé el colegio y vine a Quito a estudiar –comenta Joselo. Mi vida era más futbolera. Los fines de semana le acompañaba a mi hermano a los entrenamientos en el Lago San Pablo y un día me dijo: yo te enseño a nadar".
Arranqué tarde, ya tenía 17 años de edad.
Nos pusimos un objetivo: el cruce del Lago San Pablo. Entrené un año enterito. Íbamos a Cunuyacu y a Miraflores.
Llegó el día cero. La competencia arrancaba a las 07:00, era demasiado frío. Mis hermanos contrataron un bote porque antes permitían ese acompañamiento. Me explicaron: ‘de aquí sales y vas a llegar allá al frente’.
Yo pregunté: dónde está el bote, dijeron, acá a la derecha.
Empezó la carrera, yo me lancé al agua y fui directo al bote.
Todos se rieron, pero con esa seguridad seguí nadando y llegué".
Los triunfos se fueron dando después. Joselo tiene más de 30 trofeos, varios podios en San Pablo, Cuicocha y otros lagos y mares.
“El triunfo que más recalco y me costó bastante fue el Panamericano de Aguas Abiertas en Guatapé, Colombia, en el 2016. Carolina Ponce, una de mis alumnas, campeona en Ironman, me animó. Me dijo ¡váyase!”.
Hizo tiempazo: 41 minutos en los 3.000 metros y se ubicó en el quinto puesto en su categoría entre la élite de la natación.
De los tres lagos de Imbabura, Yahuarcocha es tan contaminado que dejaron de hacer competencias. San Pablo cada vez empeora más y Cuicocha es limpio al ser una reserva con ingreso controlado.
Sus hijos, José Martín, de 18 años; Juan Fernando, de 14, y Emilio Rafael, de 9, son deportistas también. Durante la pandemia hicieron una cancha de boli en la terraza de su casa.
Desde que abrieron las piscinas se evita la aglomeración manejando reservas. Además, ponen mucho cloro.
Joselo está organizando un doble cruce del Lago San Pablo para diciembre. Se trata de un reto personal de 7.000 metros con los que quieran unirse.
El objetivo más importante del 2021 es el Ocean Man en Manta.
¿La gente tiene recelo de nadar? "Sí, dice Joselo. Por eso, como profesor, les voy enganchando. El aprendizaje del adulto es complicado, tienen gestos técnicos grabados. Con el tiempo lo logran"- añade.
Es importante que desde los 4 o 5 años los niños aprendan a nadar. Ellos no tienen miedo, son flexibles y agarran la técnica de una. En diez clases ya están nadando. Además, es un seguro de vida.
“No hay presión, se les lleva poco a poco y siempre enfocados en un objetivo. Por más pequeño que sea, hay que cumplirlo. Cuando están listos para lograr lo propuesto, son los más felices. Yo tengo tino, aunque un alumno mío dice que les ‘echo mucho machete’”. –Y se mata de la risa.
Como entrenador, Joselo acompaña a hacer ese esfuerzo, está pendiente, ‘por qué no viniste’, ‘no pierdas la carrilera’. No les deja solos. Eso les motiva.
Muchos bajan de peso con la natación porque el esfuerzo físico es grande. “El error que se comete es en la alimentación. –dice Joselo. Se sale con hambre y se come cualquier cosa”.
Otra gente va a nadar por terapia pues es un deporte sin impacto y los grupos musculares se recuperan más pronto.
Más de 1.800 alumnos han pasado por las clases de Joselo. Según él, para nadar bien se necesitan sesiones de 1 hora y cuarto, tres veces por semana, durante un mes y medio.
¿Qué es el agua para usted? – Le pregunto.
“Simplemente es felicidad. Es un medio donde me siento muy tranquilo. En esa hora y media que me meto al agua me olvido de todo. Estamos solos: el reloj de paso y yo. Eso es felicidad”.