Al aire libre
José María Ponce, el Ironman ecuatoriano, va a Manta con todo
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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"Cuando rompí el récord nacional de Ironman, sentí que había golpeado una puerta que estuvo cerrada diez años. Mostré que esos tiempos estaban para romperlos y eso despertó la curiosidad de otros deportistas", dice José María Ponce.
Rompió con nueve horas y pico la marca en los 226 kilómetros de carrera, que incluye 3,8 kilómetros de natación, 180 de ciclismo y 42 de correr.
¿Cómo empezó tu aventura en el Ironman?
El día que estallaron las bombas en las calles de Boston, mi papá corría la maratón y yo lo acompañé de abasto. Estábamos asustados, pasamos un momento muy estresante, y en una conversación íntima en que decíamos que 'ya hemos vivido todo', le acepté su propuesta: correr juntos una maratón.
Le dije, corremos y se acaba. Y no se acabó. ¡No se acabó para nada! Acepté el reto de mi papá y tuve que cambiar ciertas cosas, como acostarme temprano, levantarme temprano, comer mejor.
Siempre había sido deportista, pero cuando me casé me relajé. Estaba gordo, trabajaba hasta tarde, salía con mis amigos, comía mal.
El cuerpo evoluciona, es capaz de todo. Los cambios físicos y mentales que viví fueron suficientes para decir: el ejercicio es salud, vamos por ahí.
¿Qué tienes ahora en tu currículum?
Este mayo de 2022 corrí el Ironman completo en una pista brutal, en Utah, Estados Unidos. Mi sueño era llegar entre los diez primeros y lo cumplí. Fui el ecuatoriano mejor ubicado.
En Manta voy dos años ganando en todas las categorías. Pero nada sería posible si no estuviera casado con Lorena. Ella es mi fan número uno. Mis hijos me apoyan en todo, se emocionan de verme triunfar. Son superdeportistas.
El momento más lindo de la carrera es cuando llego y están mi esposa y mis hijos, esperándome en la meta.
¿Cuál es tu próximo desafío?
Voy con todo al Ironman 70.3 de Manta, en julio, y al Mundial de Hawái en octubre. Soy un tipo de metas, que ahora son enormes. Te soy honesto: la humedad de Hawái me preocupa muchísimo.
Quiero acabar esa carrera bien corrida, por eso tengo estudiado todo: hacer protocolos de tolerancia al calor, períodos de sauna, ir a un sitio húmedo en Ecuador durante quince días.
Cuando hace calor, tu cerebro te frena y no puedes correr más rápido. En casos extremos, te bloquea completamente para que no mueras.
¿A qué le tienes miedo?
Uno de mis miedos es perder la motivación para seguir entrenando. Por eso tener metas es muy importante. No sé si a los 67 años tenga el espíritu de mi papá y su capacidad para lograr lo que hace. Superar a mi papá es un reto mayor.
La gente cree que el triatlón es muy demandante, que te quita tiempo de familia y de trabajo. ¿Cómo equilibras tu vida?
Hay que organizar las cosas en la casa y ser flexibles. El fin de semana entreno de madrugada para llegar a las 11:00 y pasar con mi familia.
A veces, de chiste, le digo a Lore: ¿prefieres que me desaparezca el sábado en la mañana o el viernes por la noche?
Si se te va la mano y no das tiempo a tu familia, es igual de dañino de día o de noche.
El ejemplo es lo que termina quedándose cuando uno crece. Quiero que mi casa sea parecida a la que yo tuve, feliz, con deporte y vida sana. Eso quiero dejarle a mis hijos.
Para mí, el que dice que trabaja 15 horas es mentira y el que dice que no puede madrugar, también es mentira.
El equilibrio es clave. Es una carrera contra uno mismo, de superación personal. Ganar viene después si uno lo hace bien.
No todo es competencia: el año pasado lo mejor fue ciclear con mis 'panas' cuatro días por la Costanera. Tal vez dejaré de competir, pero los sábados con amigos no los dejo.
Mi mamá se pone feliz en cada campeonato. Cuando clasifiqué a un mundial 70.3 ella fue la primera que dijo: bueno, ¿cuándo nos vamos?
Mi sueño es que en Ecuador el deporte crezca más, que todos dediquen dos horas al día a entrenar. Que un país clasifique a un Mundial cambia la mentalidad de la gente. Lo que está haciendo Carapaz, nos sube la moral, conversamos de eso, nos da orgullo.
El deporte me cambió la vida y no quiero volver atrás.