Efecto Mariposa
José Delgado, mirando sin miedo a los nadies
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
Actualizada:
Una profesora, con la que tomé clases en la universidad, solía decir: “la clase media y los ricos tienen miedo de las personas pobres”.
El temor al que ella se refería no se expresa deliberadamente en el pobrismo o la aporofobia, términos que se utilizan para describir actitudes y comportamientos que muestran fuerte antipatía, aversión u odio hacia las personas que viven en pobreza, sino que se puede manifestar con actos sutiles como los siguientes:
- Rechazar la música que suena a todo volumen en los barrios populares, e incomodarse cuando los hijos saben de memoria las canciones y bailan la música predilecta de las personas pobres.
- No mirar los programas de televisión que tienen un alto índice de audiencia gracias al público de baja renta, y no necesariamente por una cuestión de preferencias, sino por el estatus.
- No comprar productos con marcas relacionadas a quienes tienen poco dinero. Esta decisión es más por el qué dirán que por una cuestión de gustos.
- Evitar los espacios que frecuentan las personas pobres. No me refiero a “lugares peligrosos”, estoy hablando de sitios comunes como una plaza o un parque.
- Asimismo, el tono de voz y el trato pueden cambiar dependiendo de cómo luce el interlocutor. Si alguien tiene el sello de pobreza se trazan barreras automáticamente.
Decía esta maestra que el único contacto que algunas personas desean tener con las personas pobres es para requerirles algún servicio; no más.
El miedo a las personas de baja renta no es nuevo y puede tener muchas explicaciones. A continuación, menciono algunas de estas.
Estereotipos: como el temor a que, por la falta de dinero, la persona en desventaja económica pueda apropiarse de lo ajeno. Asimismo, muchas veces se vincula erróneamente la idea de pobreza con pereza y vagancia. Sobre este último punto es necesario aclarar que las personas pobres sí trabajan y mucho.
Sensación de desconfianza: este sentimiento nace por los estereotipos mencionados en el punto anterior y también por la incertidumbre que generan las circunstancias desconocidas.
Conflicto moral: adquirir conciencia de que la pobreza es un problema sistémico puede generar reflexiones incómodas por la sensación de impotencia que provoca saber que millones de personas pasan hambre y necesidades extremas.
Malestar social: Amartya Sen, uno de los grandes especialistas en pobreza y premio Nobel en Economía, para ilustrar la molestia social que generan las personas pobres cita un texto escrito por Martin Rein en 1971: “A las personas no se les debe permitir llegar a ser tan pobres como para ofender o causar dolor a la sociedad.”
Por último, puede que no existan suficientes incentivos para interactuar con alguien que tal vez no tenga nada más que ofrecer que sus vivencias y su existencia. En algunos casos, existir no es suficiente para ser valorado.
El miedo a las personas pobres, que puede desencadenar en pobrismo, aunque esté naturalizado y poco se hable del tema, se considera una conducta perjudicial y perniciosa, al igual que el racismo, el sexismo y cualquier otra forma de discriminación.
De hecho, las personas de bajo ingreso no solo padecen porque no tienen dinero para satisfacer necesidades básicas de alimentación, salud, educación y abrigo, sino que encima cargan con el peso de estereotipos y prejuicios que las aíslan y minan su dignidad, respeto y amor propio.
Para finalizar este artículo, después de hablar de quienes sienten un miedo infundado por las personas pobres, es pertinente hablar de quien no les tiene miedo: el periodista José Delgado.
El profesional fue condecorado por el presidente Noboa por su labor inclusiva con los invisibles de la sociedad.
Delgado, con su enfoque humanitario y empático, permite comprender las realidades de los menos privilegiados, mostrando cómo sobreviven a situaciones crudas e inimaginables. Extrañamente, a algunas personas esto les parece jocoso.
El periodista reconoce a las personas que han sido olvidadas por todos, y se encarga de darles una voz y de visibilizarlos en un espacio en el que posiblemente nunca se verán.
Asimismo, Delgado ofrece a los nadies "amor, comprensión y ternura", pues ellos probablemente ni siquiera saben que existen esos términos porque nunca los han experimentado en carne propia.
La labor periodística de José Delgado nos muestra que hay ecuatorianos que más allá de las circunstancias que les tocó vivir – en la mayoría de los casos, la pobreza no es una decisión–, y que merecen un lugar prioritario en la agenda social del país en lugar de invisibilizarlos y discriminarlos.
A los nadies hay que mirarlos sin miedo.