De la vieja a la nueva izquierda
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Digámoslo de entrada: hay una inmensa diferencia entre la corrupta de décadas Cristina Kirchner y el joven Boric, expresión de una nueva izquierda que todavía busca su camino.
Por ello, la polarización que genera la señora Kirchner, emblema de la vieja izquierda latinoamericana, es tóxica para la tendencia democrática.
Llevo años oyendo decir a gente progresista que si pícaros como ella y Jorge Glas y Nicolás Maduro son de izquierda, ellos son de derecha y punto.
Sin ir a esos extremos, hay millones de gentes –sobre todo de clase media urbana– que flotan en ese espacio poroso y flexible conocido como centroizquierda, más centro que izquierda, cuyos vaivenes suelen definir muchas subidas y caídas del poder.
Verbigracia, ellos inclinaron la balanza en el triunfo de Boric, pero habiéndose cabreado por los errores de estos seis meses, han sido decisivos en el plebiscito chileno.
Ahora bien, para el consultor Jaime Durán, las categorías de izquierda y derecha ya no le dicen nada a la gente.
Anota Durán que en todos los países latinoamericanos "cuatro de cinco ciudadanos están cansados de los políticos, de los partidos, de los congresistas, de los periodistas, de los curas, de todas las instituciones".
Sin embargo, la política se sigue haciendo y entendiendo con esos parámetros.
Veamos por ejemplo los mensajes que el recién llegado Gustavo Petro envía a la comunidad internacional para que sepan que este exguerrillero mantiene vivo su corazoncito.
De entrada, Colombia deja de condenar las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua (porque las ejecutan sus panas sandinistas).
Luego, el presidente colombiano, junto con AMLO y el boliviano Arce, firman una carta acusando a la Justicia argentina de perseguir políticamente a Cristina para evitar que sea candidata ¡y para instaurar el modelo neoliberal!
Por último, cuando el triunfo del rechazo ya era evidente en Chile, Petro no aguardó el final del conteó para tuitear: "Revivió Pinochet".
Ofendió así al 62% de las/los chilenos que no aprobaron la nueva Constitución, mayoría que incluye a un buen sector de la centroizquierda y de gente que luchó contra y fue perseguida por la dictadura de Pinochet.
No hay que ser brujo para saber que este alarde de consignas de la izquierda exguerrillera en un país desangrado por ella, como lo ha sido Colombia, despertará una reacción más poderosa e incontrolable que la que democráticamente se opuso a la nueva Constitución chilena.
Quizás Boric, que aun no pierde la cara (y el pelo) de buen tipo, joven y bien intencionado, tuvo la suerte de recibir un diagnóstico temprano para corregir una gestión que iba de tropiezo en tropiezo.
Pero no la tendrá fácil: por abrirse hacia un centroizquierda estilo Bachelet, como indican los nuevos nombramientos, además de seguir recibiendo el fuego de la derecha, deberá lidiar con los ataques de la extrema izquierda "maximalista", tal como le sucedió a Salvador Allende.
Ojalá le vaya bien y Chile termine con una Constitución de consenso, no impuesta por iluminados.