Leyenda Urbana
Iza se hunde, arrastrado por Correa
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Los conspiradores podrían no salirse con la suya, pero al país le han asestado un golpe artero, que tardará mucho tiempo para que se recupere, se levante y camine.
Hoy, Ecuador está más dividido y empobrecido que antes de las movilizaciones; la desconfianza y la ira se han apoderado de la gente, víctima de los sediciosos que, ofuscados, han dejado expuestas sus miserias políticas, ante la faz de la Nación.
A estas alturas, Rafael Correa es una caricatura de sí mismo. Y Leonidas Iza, un dirigente enajenado.
Frenético, por la abstinencia del poder, Correa conspira, día y noche, contra el poder legalmente constituido.
Ese mismo poder ansía, sin haber nunca ocultado su ambición, el presidente de la Conaie, Leonidas Iza, y es lo que les ha vuelto a juntar en una nueva aventura golpista, luego de haber fracasado, en octubre de 2019.
Instigado por Correa, Iza le ha puesto al país, otra vez, al borde del precipicio.
Es responsable de haber movilizado a miles de indígenas y campesinos, para luego no hacerse cargo de la violencia infiltrada que ha dejado muerte y destrucción.
¿Tendrá cara para mirar a los ojos a las madres de los caídos en las revueltas que propició?
¿Manipular el sufrimiento de los indígenas más pobres; de esos que han sido abandonados por el Estado, para ilusionarlos, convenciéndoles de que, marchando hacia Quito, solucionarán su miseria, es perverso.
Y haberles dejado en manos de gente armada, que agrede a soldados e incendia camiones del Ejército, ominoso.
El ataque a los militares en San Antonio de Pichincha, destapa una realidad que espanta. Los ecuatorianos no imaginaron que el enemigo estaría adentro.
Fue una emboscada tipo comando, que dejó estupefactos a los militares. Es evidente que tienen entrenamiento profesional.
Se trataría de la banda llamada 'Pikachu', vinculada al microtráfico y a personas extranjeras, según el canciller, Juan Carlos Holguín.
¿Sabrá Iza cómo operan y para quién trabajan? ¿Cómo han logrado mimetizarse con la gente de los barrios que vive su cotidianidad, entregada a sus labores o buscando un trabajo para sustentarse?
La deriva que tendría la movilización de Iza la vieron y advirtieron los embajadores de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y Japón, quienes, en un comunicado, firmado por ellos, la semana anterior, expresaron su preocupación por los disturbios violentos en el país, e instaron al diálogo.
Pero, qué va.
Incapaz de tomar una decisión firme, el dirigente de la Conaie ha titubeado en los momentos determinantes, mostrando que su liderazgo es falso, porque no quiere un acuerdo para mejorar la vida de su gente, sino concretar sus planes sediciosos.
En estos instantes, el Gobierno de Guillermo Lasso se sostiene en su propia debilidad.
Los tiempos corren para la sesión de la Asamblea en la que se resolverá la destitución del presidente de la República.
Lo que está en juego en este acto conspirativo, trasladado a la Asamblea, no alcanzamos siquiera a dimensionar, pero da miedo.
Los votos a favor de Lasso provienen de aquellos que no quieren que el país se hunda en el caos y caiga en las garras de personajes indeseables, que pretenden controlar el Estado y tienen nexos en toda la región.
Que los seguidores del expresidente y de otros dirigentes hayan ido a las casas de los asambleístas para amedrentarlos y amenazarlos, para que voten por la destitución de Lasso, es de una ruindad sin nombre, en una democracia.
Nada puede explicar semejante aberración, que no sea el pánico en el que Correa vive, atormentado por las cuentas que tiene con la justicia, y porque el país, estupefacto, ha descubierto los caminos torcidos por los que transitaba, y los nexos que mantenía con personajes indeseables.
Correa, Iza y una legión de procesados por la justicia, se juegan el pellejo, con la decisión de los legisladores. Pero nada está dicho, aún.
Mientras haya trásfugas como Salvador Quishpe que, en 24 horas, pasó de decir que prefiere inmolarse, que votar por la conspiración correísta, para luego anunciar que apoyará la destitución, promovida por quien le persiguió y humilló, vuelve todo impredecible y produce repugnancia.
Con ese voto, Quishpe y otros asambleístas avalan a quienes contaminaron el agua de Ambato; a los que dejaron sin oxígeno a los hospitales de Cuenca y a su gente sin alimento; a quienes en Puyo incendiaron un banco y 17 carros de la Policía, y hubo un muerto, y a aquellos que han paralizado pozos petroleros y han agredido, otra vez, a Quito.
Para llegar a dónde estamos, los conspiradores han inoculado el veneno del odio en la sociedad y han dividido al Ecuador.
Es la receta de quienes asaltan el poder y, cuando llegan, no lo sueltan nunca. Hay que estar alerta.
Si Guillermo Lasso sale bien librado de esta intentona, tiene que dar un giro radical a su Gobierno.
En los momentos de angustia vividos, habrá entendido que debe abandonar la burbuja de los algoritmos de las redes, para escuchar la calle; oír las críticas y deshacerse de los zalameros.
Solo el daltonismo político impediría mirar la gama de amenazas que se ciernen sobre el país que gobierna.
Atender a quienes menos tienen y más necesitan y honrar las promesas que le llevaron al poder, debe ser un compromiso sagrado; solo así dejará sin argumentos a los conspiradores.