El Chef de la Política
Iza y sus aliados
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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La experiencia de octubre de 2019, sumada a la llegada de Iza a la dirigencia de la organización indígena del país a mediados de 2021, dejaron lecciones a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
Desafortunadamente, esos aprendizajes no fueron asimilados por parte de los actores políticos y, esencialmente, por parte del Gobierno Nacional. Por dejar de lado la opinión de militares y policías sobre la naturaleza y alcance de las movilizaciones sociales en Ecuador desde hace un tiempo acá, estuvieron a punto de terminar con su paso por Carondelet.
Por decisiones erróneas y excesiva confianza, el país estuvo a un ápice de volver a las aciagas épocas de la inestabilidad. Esas épocas en las que pescaban a río revuelto las derechas y las izquierdas, los de acá y los de allá, todos amparados en el discurso falso de tutelar los intereses nacionales.
Fuerzas Armadas y Policía Nacional sabían bien el libreto que estaba detrás de las protestas y peticiones de Iza. Desafortunadamente, para ellos, son obedientes y no deliberantes, y cuando el poder civil dispone hacer o no hacer, no hay otra opción sino cumplir. Esa es su misión.
Ellos conocían de antemano que no se puede hablar de un actor como centro de las movilizaciones. Iza es solamente uno de ellos. Él representa a una vertiente radical que desea capturar el poder político recurriendo a la violencia, a la lucha armada, a la revolución en el sentido sesentero del término.
Esta no es una interpretación. Es una simple descripción de lo que él mismo ha señalado en su libro 'Estallido'. Todos los que creían que Iza estaba dispuesto a dialogar y a negociar, lo que implica ceder mutuamente espacios y peticiones, revelaron ante la opinión pública que del libro citado no conocen sino por referencias distantes.
El movimiento indígena es otra de las partes de lo que equivocadamente generalizamos como las 'protestas sociales'. Allí están las demandas reales de un pueblo históricamente excluido por todos los gobiernos.
Aunque ahí también existen líderes que no creen en los mecanismos de la democracia, al igual que Iza, no son la mayoría. Buena parte de los indígenas marcha, obedece consignas, evita multas y en ocasiones se excede, pero en general, no representa una amenaza para el orden constituido.
Esa porción de las movilizaciones es en realidad la minoritaria y es la que sirve para propiciar un manto de legitimidad a lo que Iza y sus aliados, a los que me refiero enseguida, en realidad persiguen.
El tercer actor que se confunde en las calles es un grupo organizado, con capacidad logística, formación militar y recursos de distinta naturaleza. Ellos están activos en el país desde hace muchos años y cuando tienen que operar lo hacen escudándose en las demandas legítimas de los indígenas y en el liderazgo antidemocrático e intolerante de Iza.
Ese grupo no solo tiene recursos económicos provenientes de la guerrilla y del narcotráfico, sino que además aglutina, cuando las necesidades lo demandan, a delincuencia común y a las mafias de diverso calado, como la que articula las canteras del sector de la Mitad del Mundo, donde se dio uno de los eventos más nefastos de los doce días de protestas.
Como a las cosas hay que decirlas por su nombre, militares y policías saben que este grupo no es más que una guerrilla urbana que opera con directrices nacionales e internacionales y que no tiene límites.
Ahora, después de un año en el poder y luego de estar al borde de la destitución, se esperaría que el Presidente Lasso haya tomado conciencia de lo que enfrenta o debería enfrentar.
En rigor, el gobierno, atrasado en noticias de la política desde siempre, ahora tendrá que emprender una tarea de desarticulación de estos grupos armados afianzados en Quito y que tienen sus centrales de mando en al menos cuatro o cinco puntos específicos de la ciudad.
Si el gobierno asume como suya la victoria frente a Iza y la guerrilla urbana que lo apoya, aunque su financiamiento venga de otros lados, vuelve a estar equivocado.
Aquí quienes fueron actores determinantes de que Quito retorne a su estado de triste calma son los militares y policías que, lesionados en su honor y en búsqueda de reivindicarse como instituciones, consiguieron sacar al país del atolladero.
La tarde del sábado se reunirá eventualmente la Asamblea Nacional, aunque seguramente con poco éxito en cuanto a la petición de iniciar la destitución del Presidente Lasso. En esta ocasión, perdieron. En esta ocasión, más pudo el conocimiento de Fuerzas Armadas y Policía Nacional respecto a quienes realmente orientan las movilizaciones en el país.
Sin embargo, la guerrilla urbana sigue ahí. Se ha retirado, pero está ahí, con su financiamiento permanente y su formación militar altamente sofisticada.
Si el Presidente Lasso no empieza un proceso para desmontar todo lo que allí está sedimentado durante muchos años, pronto volverán las movilizaciones en las que unos pocos, la minoría indígena, reclamará por sus derechos.
Otros, con Iza a la cabeza, buscarán el espacio para capturar el poder recurriendo a la violencia y a la trasnochada idea de la revolución. Los últimos, pero más importantes en número y capacidad operativa, estarán solamente a las directrices de quienes les financian y a quienes se deben.
Lo de estos doce días fue solamente un capítulo de lo que la guerrilla urbana que opera desde Quito puede hacer.