Efecto Mariposa
Despertar a la realidad con resiliencia
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Tal vez no éramos muy conscientes del nivel de infiltración del narcotráfico y del poder de las mafias en el país.
Aunque ya lo vimos de cerca con Colombia, no sospechábamos lo que se nos avecinaba y a los presidenciables les pedíamos combatir la inseguridad, así a secas, pareciendo que no teníamos una idea clara de que ya estamos en las ligas mayores de los carteles más peligrosos.
Las señales estaban claras, pero nos resistimos a verlas. La guerra que desde hace años se libra en la provincia de Esmeraldas, el paulatino ascenso del Ecuador en el top de los países con más criminalidad y el reciente caso Metástasis nos alertaban que, más temprano que tarde, los grupos de delincuencia organizada que operan en el país iban a mostrar que, si sus intereses se ven amenazados, sus actos no tienen límites.
Ahora que despertamos de manera abrupta a la realidad, y que ya estamos conscientes de que no estamos hablando de simples ladronzuelos de billeteras, sino que estamos librando una guerra con algunos carteles, tenemos que estar a la altura de una situación tan compleja para salvarnos. No hay otra opción.
Si bien la respuesta inicial fue el pánico colectivo, la vida sigue, y para continuar tenemos que exigir respuestas en los ámbitos social, político, económico, judicial y de seguridad.
Además, debemos hacer nuestra parte para ayudarnos a vivir. No podemos paralizarnos ni dejar que nos desvalijen de lo que queda del país. Sin embargo, debemos estar conscientes de que una guerra del tamaño de la que estamos librando no terminará mañana.
La situación tampoco se resolverá vía decretos ni depende solo de las acciones del Presidente, aunque él es la cabeza visible del país.
En otras palabras, tenemos que prepararnos para recorrer un camino, que puede ser largo, mostrando nuestra capacidad para resistir y adaptarnos a esta nueva realidad, a pesar de que el riesgo, la angustia y los traumas permanecen.
Estoy hablando de ser resilientes, pues es la única manera de mantenernos funcionales en medio de esta situación y seguir viviendo.
A nivel individual, la resiliencia es la capacidad que cada persona tiene para mantener estabilidad en sus actividades después de eventos traumáticos. Esta capacidad de adaptación es clave para evitar que acontecimientos dramáticos nos paralicen y así regresar a una vida relativamente normal.
A nivel comunitario, se habla de la resiliencia social y esta se manifiesta por la capacidad de hacer, fomentar y mantener relaciones positivas, al tiempo que se soportan eventos traumáticos.
La resiliencia social implica que, en medio de un ambiente hostil, las personas hacen un esfuerzo por ser amables y por confiar en los otros. También están prestas para ayudar a quien lo necesita y no optan por el aislamiento, fortaleciendo así sus redes comunitarias.
La resiliencia comunitaria depende del nivel de recursos de una comunidad y de cómo estos están distribuidos, pues es lógico hablar de resiliencia en un contexto en el que las diferencias sociales y económicas entres sus miembros no son abismales y en el que las necesidades básicas de la mayoría están satisfechas.
No obstante, las condiciones sociales y económicas del Ecuador no son las más favorables, de ahí que se puede comprometer el desarrollo y fortalecimiento de la resiliencia comunitaria y de la cohesión social, agravando más la situación que vivimos.
Como país, podemos hablar de la resiliencia nacional, y esta, según algunos especialistas, se sostiene en el patriotismo, el optimismo, la integración social y la confianza en las instituciones políticas y públicas, aspectos en los que tampoco estamos muy robustos.
A pesar de que nuestras condiciones actuales no son las mejores, no solo por la guerra declarada a las mafias, sino por el contexto económico, político, social y judicial, la resiliencia se convierte en la única vía para mantenernos en pie y tratar de recuperar la normalidad. Debemos alimentarla en todos los niveles, desde lo individual hasta lo nacional.
La resiliencia nos ayudará a afrontar las amenazas presentes y las que vengan. En este camino, la unión de todos quienes vivimos en este país, la exigencia de respuestas estatales ante la crisis y la preservación de nuestra identidad cultural serán elementos clave para forjar un Ecuador resiliente frente a la adversidad.