Contrapunto
Las inexpresivas variaciones Diabelli que Beethoven hizo famosas
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Nacido en Salzburgo, la ciudad de Mozart, Anton Diabelli (1781-1858) fue más empresario que músico; jamás nadie se acordaría de él si no fuera porque Ludwig van Beethoven (1770-1827) lo hizo famoso gracias a sus variaciones sobre un vals.
Dentro de los géneros musicales existen las variaciones, que consisten en cada una de las imitaciones melódicas de un mismo tema, tal como las famosas ‘Variaciones sobre un tema de Paganini’, de Sergei Rachmaninov (1873-1943).
El más importante músico del barroco Johann Sebastian Bach compuso 30 variaciones sobre un mismo tema (que comentaremos en un próximo artículo), pero Beethoven, que en principio no le agradó la obra de Diabelli, al parecer se entusiasmó tanto que escribió nada menos que 33 piezas pianísticas, que a su vez Daniel Barenboim interpretó con gran maestría.
En su libro 'La música despierta el tiempo', Barenboim afirma que la variación se refiere no solo a un cambio ornamental, sino a un proceso de transformación.
Anota que Beethoven escribió muchas variaciones, pero su obra más importante en este género son las ‘Variaciones Diabelli’, que el músico alemán clasificó como opus 120, es decir, muy cerca de la emblemática Sinfonía en re menor opus 125:
Cuando se transforma un tema, dice el músico argentino, español, palestino e israelí, “se lo somete a todos los cambios inherentes a su propia naturaleza”.
En esta obra maestra de Beethoven la transformación se da “en el ritmo, la dinámica, el pulso y, de hecho, en el compás”, completa el director y pianista.
Arnold Schönberg, el creador de la música atonal, también denominada dodecafónica escribe en su libro ‘Funciones estructurales de la armonía’ que “con respecto a su armonía, las Variaciones Diabelli merecen ser llamadas la obra más aventurera de Beethoven”.
En la biografía de Diabelli se dice que siguió estudios eclesiásticos y que compuso una decena de misas; en Viena fue profesor de piano y guitarra, así como corrector de pruebas para editoriales locales.
En el blog ‘La belleza de escuchar’ se afirma que, en 1819, Diabelli escribió el vals que envió a por lo menos 50 músicos, entre ellos Beethoven, Schubert, Hummel y Czerny.
Algunas versiones aseguran que quien también recibió el vals de Diabelli fue Franz Liszt (1811-1886), a la sazón con apenas 11 años.
La idea de Diabelli era publicar un volumen de las variaciones y recaudar dinero para ayudar a las víctimas de la guerra. Las variaciones de autoría de Beethoven fueron publicadas separadas de las de los otros músicos.
En un principio, dice el mismo blog, Beethoven, que entonces trabajaba en su Missa Solemnis, opus 123, no se interesó, la desaprobó y según la versión la calificó de ser “tan musical como el remiendo de zapatero”.
Otros críticos de la época dijeron que la obra era lo más parecido a un “vals de cervecería”.
El músico alemán Hans von Büllov (1830-1894) la calificó positivamente, en tanto que otros más generosos la llegaron a comparar con las Variaciones Goldberg, de Johan Sebastian Bach, lo cual podría resultar exagerado de acuerdo con el criterio de expertos.
Von Büllov, que dirigió la Filarmónica de Berlín entre 1887 y 1893, la estudió minuciosamente y dijo: “La obra es un macrocosmos del genio de Beethoven, una representación abstracta de todo el mundo del sonido”.
LA Phil, el sitio oficial de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, anota que el desenfreno de muchas de las Variaciones Diabelli parece contradecir la imagen de un Beethoven melancólico, huraño de un hombre “torturado por la sordera y la mala salud”.
Beethoven tenía entonces 50 años, recibió las variaciones en 1819 y las entregó en 1823; para entonces ya había escrito su séptima y octava sinfonía y estaba listo para ofrecer al mundo de la música su obra monumental: la Novena Sinfonía en re menor, opus 125.