El Chef de la Política
Improvisar: nuestra mejor descripción como sociedad
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Improvisar. Ese es el verbo rector que nos caracteriza como sociedad. Todo (o la mayoría de las cosas) lo hacemos sin un estudio previo, sin preparación. Como salga. Como vaya viniendo, vamos viendo, retomando la frase célebre de la telenovela venezolana “por estas calles”.
Así andamos por la vida, dando palos de ciego. Intentando ver cómo se dan los hechos y si no van bien, pues volvemos a probar de una forma distinta. La lógica del ensayo-error a la máxima expresión. Y aunque improvisar en determinadas situaciones, contextos o coyunturas, ofrece un baño de frescura a la vida pública y privada, cuando la cotidianeidad de una sociedad se orienta en función de la decisión de último momento, lo que se genera es incertidumbre, desconfianza, deterioro de los lazos de solidaridad.
No es exageración. Junto al dólar, la improvisación debe ser el rasgo con el que más nos identificamos los habitantes de esta equinoccial aldea.
Ahí sí, en la improvisación, no hay clases sociales que nos diferencien ni estratos económicos que se salven. En eso Marx se equivocó de cabo a rabo, acaso porque no conoció el país de los Alfaro y los García Moreno. Acá la conciencia no es de clase. Acá nuestro proceso es generalizado, de burgueses a proletarios, y está dado por hacer las cosas sin análisis previo ni intento alguno de dimensionar los efectos nefastos de lo que se puede venir cuando las decisiones salen de cualquier lugar, menos del razonamiento neuronal.
Todos vamos juntos, de frente, viviendo a la buena de Dios o de lo que nos interpele en lo subjetivo. Al filo de la navaja. La temeridad hecha carne.
Ahí se entiende por qué un candidato presidencial escoge como su compañera de fórmula a alguien con quien nunca entabló una mínima conversación previa a la postulación. Al final, “para la campaña nomás es” … y bueno, si la azarosa vida política te permite ganar, veremos cómo nos la llevamos. Si es en buena lid, afortunados todos. Si no, pues ahí iremos viendo. Mientras tanto, volvamos a la memoria colectiva la otrora famosa canción de los Contravía.
En la legislatura, algo similar ocurre. Votamos por la destitución de quien no puede ser destituido. Hacemos la rueda de prensa y después pensamos. No importa. Sobre la marcha se irá valorando. Al final, no destituimos, sino que recomendamos juicios penales. No es lo mismo, pero es igual. A otra cosa mariposa.
La justicia, en la misma línea. Escogemos jueces del máximo órgano de justicia, al tanteo. A lo que más o menos se vea coherente. Ahí, midiendo a ojo de buen cubero. Si en el camino algo sale mal, pues se vuelven a hacer los concursos. Qué más da. Así mismo se ha hecho siempre.
La universidad tampoco se aparta mucho de la sintomatología. Ofrecemos carreras que tienen poquísimas oportunidades de inserción en el mercado laboral e investigamos de todo, menos de lo que al país y la región le interesa.
Organizaciones sociales y gremios, en la misma acera. Con el discurso caduco de los ochenta en ambos casos y sin mayor referente de qué hacer a futuro. Navegando viento en popa, aunque sin un destino determinado. Ahí se verá con el paso del tiempo. Algo saldrá. Hay que confiar. Así decimos. Así evadimos nuestras responsabilidades. Así nos abstraemos de un problema trascendental que nos carcome la vida día a día. Sabemos dónde está el problema y sabemos cuál es la solución, pero siempre es preferible evadir. Siempre.
Por eso, por la improvisación y sus secuelas, elegimos ministros para cubrir temas respecto a los que los designados no tienen ni la más remota idea. Por eso llevamos a las cortes a los menos preparados, excepto para la viveza criolla y el afán de capturar cámaras. Por eso diseñamos leyes que a los pocos meses “nos damos cuenta” que no han sido orientadas en la dirección correcta. Por eso hacemos inversiones y gastos que a la vuelta de la esquina la realidad nos dice que fueron inapropiados.
Por eso, porque la improvisación y la falta de orden nos definen, seguimos intentando hallar salida a los problemas del país aplicando las medidas que ya sabemos hacia donde nos van a llevar. Capaz en esta ocasión es distinta, nos decimos. Así nos engañamos. Así nos resistimos a ver el futuro tal como es.
Acá, en la ex isla de paz, la política y los políticos, improvisados como son en sus acciones, no son más que el reflejo de lo que somos como sociedad. Tomarnos el tiempo para meditar y planificar es lo que menos nos gusta. Pensar en los distintos escenarios de nuestras decisiones, nos aturde. Mejor así, al mal paso darle prisa, aunque después tengamos que arrepentirnos por mucho tiempo.