Contrapunto
La enorme importancia de la música latinoamericana
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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El 10 de marzo la Casa de la Música ofreció un recital de música latinoamericana, que estuvo representada por artistas de varios países. El programa se denominó Mestiza y participaron músicos de Venezuela, Colombia, Argentina y Ecuador.
En el escenario se vieron en acción instrumentos diferentes a los que integran una orquesta sinfónica; como por ejemplo la mandolina y un bajo eléctrico. Esto demuestra la diversidad musical de América Latina, que no se limita solo al bolero, el tango, el pasillo o la salsa, solo por enumerar algunos de los géneros más conocidos.
Y es oportuna esta idea de los organizadores para referirnos a la creación musical, especialmente la del siglo XX y, en menor dimensión, a la del siglo XIX. A veces cuando se habla de Brasil se piensa en la samba, la bossa nova o cuando mencionamos México nos imaginamos rancheras; y Ecuador pasillos, Perú valses y Argentina tangos.
Comencemos por este último país mencionado para señalar que, además de su nutrido folclor, tiene al más importante compositor de música académica contemporánea: Alberto Ginastera (1916-1983), autor de música sinfónica, para ballet, de cámara y óperas.
Sigamos con Ecuador, que ubica en un sitio estelar a Luis Humberto Salgado, nacido en Cayambe en 1903 y autor de nueve sinfonías, cuatro óperas, conciertos para violonchelo, entre otras obras. Es el único ecuatoriano mencionado en Historia de la música, escrito por la argentina Pola Suárez Urtubey.
Según la historiadora, Salgado afirma el nacionalismo y el indigenismo con sus obras sinfónicas, entre las que sobresalen la suite Atahualpa y El ocaso de un imperio; también la ópera Cumandá, que revela un estilo basado en temas o en escalas nativas y alusiones a la historia de Ecuador.
Internacionalmente, también es conocido Mesías Maiguashca, quien estudió con Ginastera en el Instituto Di Tella y también en Alemania; participó en varios recitales en países europeos y se le atribuye la creación de por lo menos 60 obras de un estilo musical novedoso como la electroacústica.
Gerardo Guevara y Álvaro Manzano también han escrito obras sinfónicas, en tanto que Boris Cepeda es autor de una adaptación de la Sinfonía 9 de Beethoven para cuatro manos, es decir, en dos pianos.
La misma escritora destaca la riqueza que tiene América Latina, especialmente la región andina, en la creación musical en las iglesias y en los conventos, que se conserva inédita desde la época colonial.
Por ejemplo, la Casa de la Música editó recientemente el libroVillancicos, romances y chanzonetas, dos volúmenes que incluyen una amplia investigación y, además, partituras inéditas que se tocaron durante la presentación de la obra compilada por Miguel Juárez.
Las partituras de los siglos XVII y XVIII fueron conservadas en el archivo histórico de la diócesis de Ibarra y fueron interpretadas durante la presentación del libro por el coro y la orquesta que ensambló Gustavo Lovato.
Nos saltamos a Brasil que, gracias al compositor Antonio Carlos Gomes (1836-1896), se puede sentir orgulloso de su aporte a la ópera. La más importante es il Guarany, que tuvo un éxito impresionante en la Scala de Milán; tal vez porque la obra tiene mucha influencia de Verdi.
En ese mismo país tenemos una portentosa creación musical de Heitor Villa-Lobos; en México Carlos Chávez o José Pablo Moncayo, con su famoso Huapango. Algunos historiadores hablan del nacionalismo latinoamericano, a modo de comparación con otros nacionalismos como el ruso, pero para entendernos mejor es preferible hablar de la música latinoamericana, que tiene su propia identidad y similares raíces.