Al aire libre
Los Ilinizas y la buena vida entre unas niñas y sus recuerdos
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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Ayer aprendí varias cosas.
Que lo que te cuentan antes de dormir cuando eres niña, te queda para siempre.
Que Ecuador tiene un paraíso para el alto rendimiento deportivo.
Que hay aguas termales en las estribaciones del Ilinizas Sur.
Fuimos a caminar a Los Ilinizas con mis hermanas y primas. Era como esas vacaciones de niñez, con mochilas, gorra, comida y carcajadas.
La primera parada fue en el parque de Pastocalle donde nos esperaban María y Ceci con su perro Roxi.
Sígannos, dijo María, con una seña de cowboy (o mejor cowgirl); la misma que hacía cuando picaba su caballo y yo daba un respingo encima del mío. Entonces teníamos doce años.
Puse doble en la camioneta y dale rumbo a la montaña. Llegamos a una casita 'container' en pleno campo de avena. Fue diseñada por Mateo Muñoz y "contiene" cuatro literas, un sofá, una mesa con sillas, la cocina y el baño.
La única pared tiene una foto espectacular de Los Ilinizas tomada por @huayrasu_drone y el ventanal da al campo con borregos, un burro, el Rumiñahui y el Cotopaxi.
Un café mientras hablábamos todas al mismo tiempo. Cargamos las mochilas y empezamos el ascenso. Ese rato voló sobre nosotros un gavilán. Buen augurio, dijimos.
Las flores silvestres estaban abiertas por todo lado, amarillas, rojas, rosadas. Mi hermana Tachi dijo: "huele a tierra húmeda".
¿Sabían que el olfato es el único sentido totalmente desarrollado al nacer? El olor te une a un lugar o a una experiencia tanto o más que las imágenes y sonidos, según el libro 'Mindfulness para el Jardín'.
Los aromas más sutiles nos hacen detenernos y conectar con la tierra. El olor del páramo nos lleva a algo antiguo en nuestras vidas.
La Ceci me contó que le vino a visitar Carlota, la señora que les cuidaba a ella y a sus hermanos de niños, y que, mientras hablaban de sus cosas, la Ceci se acordó de cómo se sentaba junto a su cama a contarle cuentos.
"Me contaba historias a toda hora y sobre todo cuando faltaba al colegio. Ahora entiendo por qué me dediqué a la literatura. Es algo que le debo a Carlota. Con su imaginación me dio las alas para querer yo también contar historias".
Llegamos a los pajonales y vimos el camino que lleva a las aguas termales. En la sierra de Ecuador pasa eso: de pronto hay aguas termales en el sitio menos pensado.
"Hay que tratar de llegar antes del montón de visitantes que llenan las piscinas", nos dijeron.
"Ahí abajo están las cabañas de la atleta y entrenadora deportiva Janeth Caisalitin Alder" - la Ceci señaló unos techos rojos a lo lejos. Se trata de un centro de alto rendimiento de altura para atletas de élite.
Janeth cumple su sueño de fomentar el deporte y la protección del ambiente entre los niños y jóvenes de Cotopaxi, con la Escuela de Atletismo Franklin Elite Athletics y su carrera 'Ilinizas Trail Run 10k'. Acabo de ver en su página de Facebook que tiene un programa para niñas. ¡Qué bien Janeth!
Aunque nuestra meta era llegar a la laguna, nos conformamos con marcar los 4000 metros de altura en el GPS. Ahí abrimos el mantel (o poncho de aguas) y pusimos el refrigerio de cada una para compartir. Chifles, maní, sándwich de atún, fruta, queso, chocolates.
Medio congeladas caminamos de regreso. Había tanto que contar después de tres años sin vernos que los siete kilómetros de trayecto se quedaron cortos.
Almorzar con el tío Ramiro fue el cierre perfecto para este día. Nos contó de sus borregos, del kale, del árbol de cien años que descubrieron con su esposa Susy en Ilinizas. Hablamos de la variante delta del virus y hasta de la tercera dosis.
Los sentidos están alerta después de este día. Sueño con el refugio de los Ilinizas y los cuentos de Carlota.