Con Criterio Liberal
Es hora de acudir al valor y de abandonar el miedo
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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Vivimos días de miedo. Encerrados en nuestras casas viendo en las noticias cómo aumenta el número de muertos. Parece una película distópica de catástrofes, de aquellas que hasta hace poco nos entretenían en cines abarrotados.
Convencidos, pues lo dicen los expertos, de que inexorablemente la tragedia llegará a nuestras ciudades, colapsando hospitales y morgues, como vemos que ocurre en Madrid o Lombardía (en ningún otro lugar en realidad).
Vivimos con miedo al virus. Con miedo a la enfermedad, y con miedo al colapso del sistema sanitario. Vivimos con miedo a morir. El miedo más profundo de todos, el padre de todos los miedos, aquel que nuestra sociedad siempre intenta ocultar (y con él su significado de trascendencia) y que debemos enfrentar de repente, pues se hace presente en nuestro día a día.
Cada momento, se nos recuerda que somos frágiles y débiles ante un virus, y parece que solo ahora podemos morir. Pareciera que en la calle deambulan las parcas y que con solo salir de nuestras casas habremos de acompañarlas.
Vivimos con miedo a lo que ocurrirá el día después de que salgamos de la casa. Con miedo a perder el trabajo, con miedo a la ruina del negocio, con miedo a la quiebra de nuestra empresa. Con miedo al futuro.
Vivimos con miedo a las medidas que podrán tomar los gobiernos para intentar solucionar esta situación y, lo peor de todo, vivimos con miedo al otro. Cualquiera puede ser un agente de contagio, el vecino, el compañero, el taxista o el amigo, y por ello también vivimos con miedo a los demás, y los demás nos tienen miedo y nos alejamos de ellos. Nos piden que nos distanciemos hasta dos metros. Nos quedamos solos con nuestro miedo. Da pavor.
Una época terrible para vivir. Es normal tener miedo, y más en estas circunstancias en que las noticias, los medios, los gobiernos y los expertos nos están alertando de la tragedia que se vive o se avecina. Pero el miedo es un pésimo consejero, el miedo es el peor compañero. Nunca hay que dejarse guiar por él.
Frente al miedo está la virtud del valor, el coraje. El valor no ignora el peligro (eso es la inconsciencia), pero lo enfrenta. En otras épocas, ante otras amenazas, hubiéramos resguardado a los menores, a los ancianos, a los enfermos, y hubiésemos salido a enfrentar el peligro.
Ahora, ante lo invisible del virus, nos confinamos todos en nuestras casas y llamamos héroes a quienes salen a las calles a hacer su trabajo.
Necesitamos mucho valor para enfrentar lo que se avecina. Frente al miedo se tiende a buscar el refugio de la tribu, de los conocidos. Se exacerban el nacionalismo y el estatismo y hasta el regionalismo y el clasismo; se pide protección al Estado -y éste tiende a abusar de él-; se buscan líderes que nos prometan soluciones y protección, y se toman medidas drásticas sin ponderar su utilidad o consecuencias, pues se quiere actuar para dar, al menos, sensación de acción.
En estos momentos se tienden a coartar las libertades y la individualidad, todo en pos de la protección que reclamamos frente al peligro al que no podemos enfrentar de manera personal.
No hay que ignorar el peligro, pero hay que tener coraje para enfrentarlo. Se vienen tiempos difíciles tanto por los estragos que pueda causar el coronavirus en sí mismo, como los que causarán las medidas tomadas para enfrentar la enfermedad. Y es en estos momentos cuando es más importante tener valor.
La palabra valor en castellano tiene muchos significados. Valor es valentía para enfrentar el peligro, pero valor también es la creación de riqueza, aquella que estamos destruyendo mientras estamos paralizados y que tanto necesitaremos y apreciaremos.
Un valor también son los principios morales que guían nuestras vidas, los que nos configuran. Ahora más que nunca vamos a necesitar de éstos, saber lo que priorizamos para poder actuar correctamente.
Por eso creo que es importante recordar lo más elemental para tomar valor para enfrentar esta realidad: vivimos en la mejor civilización que jamás ha habido, que millones de personas salgan de la pobreza cada año y más importante aún, que cada vez somos más seres humanos vivos, viviendo más años y mejor.
Recordar que tenemos los mejores equipos médicos, medicinas y medios que no se podían ni imaginar siglos atrás. Que tenemos el conocimiento, la capacidad y, espero que la voluntad, para poder superar esta crisis. Y que debemos hacerlo con los mejores valores que nos han permitido alcanzar todo lo que como civilización hemos logrado.