De la Vida Real
El homenaje a María Fernanda Heredia
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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No solo la noche se vistió de gala. Ella también estaba de gala, con un vestido negro, medias nylon y unos zapatos soñados de tacones altos, tan negros que hacían juego con la noche.
Sí, esa noche fui a verla al teatro, pero no porque actuara, sino porque era homenajeada. Ella, tan linda, tan libre, tan sabia, esa noche fue la estrella que nos iluminó a todos. Hubo discursos, niños, flores y un pastel de cumpleaños. Esa noche cumplió 54 años.
María Fernanda Heredia, la ganadora del premio Cervantes Chico, esa noche habló. Y yo la escuché, y sus palabras me dieron seguridad, en el mismo instante que se confesó insegura. Y por primera vez me sentí igual que ella. Sentí que la inseguridad nos unía, sentí que ella se confesaba ante todos con algo tan íntimo. Y la admiré más, mucho más que antes, porque reconocer que es insegura es propio de alguien que no tiene miedo a nada. Y eso lo digo yo, que hasta esa noche pensé ser la reina de las inseguridades. Soy tan insegura que me da terror reconocerlo.
Y ella estaba parada ahí, admitiéndolo ante cientos de personas. Eso es digno de ser aplaudido de pie.
Porque esa noche descubrí que así es ella: sincera, inteligente, inocente, y capaz de enfrentar al monstruo que no nos deja dormir, a ese monstruo que nos cuenta las peores historias jamás contadas en la madrugada, ese monstruo que nos ataca en silencio y se hace llamar miedo.
Y ella, para combatirlo, escribe historias de amor, historias contadas con humor, historias para que los niños puedan dormir tranquilos, y las mamás que leemos esos cuentos volvamos a tener fantasías. Y así no dejamos que el monstruo nos ataque durante las madrugadas.
Ella nos da su magia al contar historias, ella les da a los niños la ilusión de encontrar en los libros historias sorprendentes y espontáneas.
Cuando la vi ahí en el escenario, entendí que es mucho más que la mejor escritora ecuatoriana, es una mujer maravillosa. Porque a través de sus libros enseña a los niños a no callar, a gritar si son manoseados, a denunciar si son maltratados. Ella da mensajes claros y eso solo puede hacerlo alguien que vive libre, sin poses, y que cree que la palabra tiene poder. Un poder mágico que transforma realidades.
Y por eso la admiro, y por eso cuando sonríe creo en todo lo que dice, y por su carisma quiero aprender de ella.
María Fernanda Heredia nos contó que es amante de los delfines y del mar. Porque para ella el agua tiene turbulencias, tiene olas, tiene ritmo y también tiene calma. Y nos contó que su próximo gran paso será tener una editorial que se llamará Delfina. Hubo un silencio en el teatro que ella rompió con su risa y dijo que a su compañero de vida, Javier, también le pareció horrible el nombre para la editorial. Todos reímos, pero ella es así, y si algo le gusta y le suena bien, busca señales para convencerse de que está en lo correcto.
Porque cree en sus sueños, porque ella, al igual que sus zapatos, es firme y elegante y sabe hacia dónde avanzar, aunque dude y dude, sabe hacia dónde ir. No la conozco, pero me imagino que es torpe, que se cae y se levanta con una sonrisa, porque esa noche logré hacer un clic con su alma, más allá de sus cuentos. Y cómo es tan abierta y espontánea, creo que, no solo yo sino muchos de los que estuvimos presentes nos identificamos con ella, pero como no nos atrevemos a decir nuestras torpezas ni inseguridades, sentí que María Fernanda era nuestra representante.
Al terminar el homenaje, salí callada, salí reflexiva, salí agradecida, salí aliviada. Porque oírle hablar fue un suspiro a la agitada vida que tenemos. Oírle contar sus historias fue un consuelo a la sobredosis de realidad en la que vivimos. Oírle decir que la magia de su abuelo hizo que ella y su hermana viajaran a Japón, cuando en la realidad habían llegado a Salcedo, fue un llamado a la imaginación, una fuga de la lógica con la que queremos entender el mundo.
Esa noche ella nos dio la dosis perfecta de generosidad. Todos aprendimos que la vida no debe ser tan pesada, ni tan acartonada. Esa noche María Fernanda Heredia nos regaló nostalgia de esa niñez que podemos todavía encontrar en sus historias, en nuestras historias. Nos enseñó que, al ganarse un gran premio, lo importante es agradecer a los papás.
La noche se vistió de gala, y ella nos vistió a todos de risas, lágrimas e ilusión.