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A los hombres les pagan más que a las mujeres
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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Siempre he pensado que, si no me pagan más, no es porque soy mujer, sino porque tengo que demostrar más méritos. Mayor productividad, más estudios, mejores resultados. Claudia Goldin, la tercera mujer en recibir un Premio Nobel de Economía, coincide con eso. Pero dice algo más.
Esta académica de Harvard, graduada en Cornell y con un doctorado en la Universidad de Chicago, basa su investigación en las complejas dinámicas que provocan las diferencias salariales entre hombres y mujeres.
Para ilustrar su punto, les cuento que una de mis tareas por muchos años en el banco donde trabajaba era reportar la equidad de género. Con gráficos y cifras, publicábamos que, por ejemplo, las cajeras recibían un 25% menos de salario que los cajeros. El cargo arrancaba con el mismo sueldo para hombres y mujeres, pero en el camino, los hombres pedían más incrementos y se les concedía.
Era tan evidente esa brecha, que una directora llegó a decir a las jefaturas: igualen los
salarios o las mujeres trabajaremos hasta noviembre cada año.
Claudia Goldin demuestra que la brecha de salarios no es necesariamente por género, sino por educación, perspectivas culturales y normativas. ¿Qué significa eso?
No es discriminación, dice ella, pues si se equipara educación, nivel de responsabilidad, tamaño de la empresa, etcétera, la brecha se reduce a una mínima expresión: el 95%.
Esta micro diferencia no es por el hecho de ser mujeres.
Claudia recalca que la razón es que las mujeres prefieren una mayor flexibilidad laboral que los hombres porque el reparto de la carga del trabajo del hogar sigue recayendo de manera más intensiva sobre ellas.
En efecto, aunque las amas de casa son una especie extinta, las trabajadoras, ejecutivas, empleadas, emprendedoras, alternan su trabajo con las tareas de las antiguas amas de casa.
El nacimiento del primer hijo es determinante para el trabajo de la mujer. A partir de ahí, toman elecciones que penalizan el salario que deben recibir.
Al respecto, estoy convencida de que la elección de trabajar menos o dejar el empleo temporalmente es una inversión más que una pérdida. Yo no me arrepiento ni un solo día del tiempo que dediqué a mis hijos cuando eran bebés y luego escolares.
Las mujeres trabajan desde jóvenes y permanecen en el mercado laboral hasta su jubilación, estudian en la universidad y hacen posgrados porque quieren mejorar y alargar sus expectativas laborales. La tasa laboral de hombres y mujeres es igual. ¿Entonces por qué no eliminar la brecha si son tan similares en todo sentido?
Según la Premio Nobel, la mujer prefiere que no le suban el salario mientras le permitan ausentarse del trabajo parcialmente para atender las necesidades de sus hijos y del hogar.
Cuando recibí una oferta de trabajo con mejor salario, consulté los horarios y decidí quedarme donde estaba porque mi horario laboral era más flexible. Un hombre no hubiera dudado en cambiarse.
La solución que propone es la flexibilidad laboral para equilibrar el trabajo con la vida familiar, sin penalización.
Parece mentira, pero el salario por hora de una mujer en 1960 equivalía al 60% de un hombre. Pues ahora el salario por hora equivale al 80% de un hombre.
Otra razón para ese diferencial, según la Premio Nobel, es que la hora trabajada tiene menor productividad en una jornada a medio tiempo, que la hora trabajada en una jornada completa.
Si las mujeres mantenemos en alto la productividad - así trabajemos menos horas o tengamos más permisos-, debemos solicitar incrementos salariales cuando lo amerite.
Comencemos por valorar nuestro trabajo primero nosotras para que el resto lo valore.
Incluidos los jefes y los maridos.
Por otro lado, si las empresas descubren cómo organizarse internamente de forma natural -no a través de leyes que más bien nos minimizan- para que la flexibilización no merme la productividad de las trabajadoras, la brecha de género tenderá a desaparecer.