El Chef de la Política
La historia corta y la historia larga de la inseguridad
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
Actualizada:
Como todo fenómeno social, la inseguridad se presta para diferentes lecturas sobre su evolución, causas, efectos y posibles políticas públicas de control.
Dicho de otra forma, la inseguridad puede ser vista desde distintos marcos analíticos, todos respetables, en la medida en que existan argumentos racionales que los sustenten.
Para hacer aún más complejo el tema, cualquier información estadística bajo la que se estudie la inseguridad captura solamente un segmento de la realidad, por lo que allí hay otro espacio en el que las diferencias entre las diversas interpretaciones pueden aflorar.
Procesar esas controversias, discutirlas e incluso no llegar a acuerdos, pero manteniendo principios elementales de tolerancia, da cuenta de una sociedad en la que la búsqueda del bien común es el punto de encuentro entre tendencias distanciadas por razones relativas tanto a la comprensión de la ciencia como al funcionamiento de la sociedad.
A partir de lo dicho, y tomando como referente empírico del concepto de seguridad a la tasa de muertes violentas por cada 100.000 habitantes reportada por PRIMICIAS, se pueden contar dos historias, una corta y una larga.
La historia corta señala que el Ecuador de 2022 (15,48) es más inseguro que el de 2012 (12,4) y bastante más inseguro que el del trienio 2018, 2017 y 2016 (5,8 en cada uno de los tres años citados).
Si a lo dicho se suma que el deterioro más marcado de la seguridad en Ecuador se verifica a partir de 2019 (6,9), 2020 (7,8) y 2021 (13,89), la historia corta nos lleva a concluir que, con la llegada del gobierno actual, el país sufrió un deterioro considerable con relación al tema abordado.
La historia larga plantea que la tasa de muertes violentas por cada 100.000 habitantes reportada para 2019 (6,9) era muy similar a la observada en 2015 (6,5) e inferior a la de 2014 (8,2), 2013 (10,9) y 2012 (12,4).
Incluso en 2020 (7,8) dicha tasa estaba en mejores condiciones que en el trienio citado. Lo dicho conduce a afirmar que hasta 2020 la tasa de muertes violentas por cada 100.000 habitantes era inferior a la reportada en 2014, 2013 y 2012.
Contada la historia larga, se puede indicar que hasta 2020, cuando el gobierno actual estaba a punto de iniciar su periodo, y aunque parezca inverosímil, había más seguridad que en el trienio antes mencionado, correspondiente a la administración del expresidente Correa.
Obviamente, esa historia larga carece del capítulo final, el que se escribe entre los años 2021 y 2022, cuando la inseguridad, observada a partir del referente empírico anotado, se dispara de forma alarmante a 13,89 y 15, 48 respectivamente.
La pregunta que surge es: ¿qué pasó para que la inseguridad haya aumentado de forma tan drástica en los últimos dos años? Una primera respuesta es la inacción o la ineficacia de las medidas asumidas por el Gobierno.
Ese razonamiento parte del supuesto de que el fenómeno social analizado, la inseguridad, puede crecer mucho en un espacio de tiempo corto.
Como consecuencia de ello, se debe asumir que el incremento de la inseguridad no tiene tras de si estructuras que requieren organización previa, logística, división del trabajo y demás elementos que dan cuenta de lo que se conoce como crimen organizado.
Si a esto se suma la declaración de la Policía Nacional, a través de uno de sus generales, en el sentido de que la mayor cantidad de muertes violentas se da entre personas vinculadas a bandas delincuenciales, entonces algo no cierra en la explicación dada.
Un contra argumento sería que esos grupos delincuenciales se articularon de forma relativamente rápida y sofisticada y que también de forma rápida generaron pugnas entre sí, por lo que, en cuestión de dos años, esas diferencias se hicieron inmanejables. Así se explicaría el aumento de la tasa de muertes violentas. Difícil de creer.
Una segunda respuesta al aumento de la inseguridad en los dos últimos años propondría que el crimen organizado estuvo presente hace mucho tiempo, pero que, por alguna razón que formalmente se desconoce, mantuvo una suerte de acuerdo de no agresión.
Esto se reflejaría en que la tasa de muertes violentas se haya mantenido relativamente baja hasta el año 2019.
Bajo este argumento, algo sucedió en 2020 que llevó a que se elimine ese acuerdo y, como consecuencia de ello, la inseguridad fue en ascenso.
Para que esta respuesta sea algo más sólida es inevitable pensar que en ese acuerdo no solo estaban incluidos los grupos de crimen organizado, sino también el aparato estatal a través de sus distintas instituciones.
Creo que esta es una explicación más plausible que la anterior, si se considera que acá se parte del supuesto de que la estructura bajo la que opera el crimen organizado no se puede generar en el corto plazo.
La historia corta y la historia larga de la inseguridad en el país llevan a explicaciones distintas. Al lector le queda ahora el espacio para que busque cuál de las dos respuestas aquí dadas le resulta más creíble.
Las críticas e inclusive otras posibles respuestas son bienvenidas mientras se planteen con argumentos, no con insultos o actitud intolerante.
Ese es el único camino para resolver, en alguna medida, uno de los principales problemas que ahora mismo aqueja ahora mismo a Ecuador.