Firmas
La hipocresía a dos bandas
Abogado y escritor. Ha publicado varios libros, entre ellos Abraza la Oscuridad, la novela corta Veinte (Alfaguara), AL DENTE, una selección de artículos. La novela 7, además de la selección de artículos Las 50 sombras del Buey y la novela 207.
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Unos pregonan sobre la virtud amatoria ajena. Sobre cómo debe comportarse una mujer para que sea respetable y cuan machote debe ser un hombre para ser tomado por tal.
Creen que las minorías sexuales son enfermedades que pueden curarse con el amor de la Virgen (más grandes dosis de su odio) y declaran abiertamente su heterosexualidad, sin que les pregunten, por si las moscas.
En sus mundos hay habitaciones repletas de clósets, hay virginidades que se pierden más de diez veces, hay niños que nacen “prematuros” a los 5 meses del matrimonio, pero de 8 libras. Y van los domingos a misa, sin falta.
Cuando les falla el plan se refugiarán en el slogan de que son misteriosos los caminos del Señor. Y la culpa de todos sus actos malsanos será del Diablo.
Los otros no se sonrojan en el tema de la piel. Sea porque se han robado del liberalismo la idea de respetar la vida sexual ajena, o por cualquier otra razón (robada también), el tema sexual no está en sus calaveras. Hombres y mujeres son sexualmente activos sin pudores, y de llegar el caso, algunas marcharán con el cuerpo descubierto frente a un templo. Tienen otros dogmas ciegos.
No le dicen al otro cómo ejercer en sus lechos, ni le critican su falta de castidad, pero conminan al vecino para que regale sus bienes, que se sienta culpable de su origen, que sea pobre como el resto de pobres. Le dicen cómo debe hacer dinero y luego cómo repartirlo.
Cuando les falla el plan, se refugiarán en el slogan de que no fue verdadero socialismo. Y la culpa de todo será del FMI.
Unos se declaran dictadores sin darle muchas vueltas al asunto. El sendero criminal de las dictaduras militares del cono sur, o de Pinochet, no ha sido cubierto por la suficiente maleza como para que algunos todavía miren con nostalgia ese camino.
Otros, dicen que son elegidos por el pueblo y “ganan” elecciones, así como les enseñó el padre de los rufianes, Fidel Castro, que se eligió seis veces consecutivas en su tan libre nación comunista.
A ninguno le da vergüenza declarase dictador o robarse elecciones. Para unos es una necesidad frente al embate del comunismo y para los otros es una necesidad frente al embate neoliberal. Y ambos luego clamarán ser perseguidos políticos cuando les encuentren sus millones saqueados del pueblo que tanto aman y por el cual aseguran que se han sacrificado. Productos finales del saco digestivo.
Algunos esconden a sus antepasados pobres, y los otros esconden que son ricos.
A la derecha prefieren defender al cura pedófilo –creyendo que así irán al cielo- y a la izquierda defienden a su líder ladrón y mafioso –creyendo que si eres socialista tienes derecho a robar, también-. Hablábamos de hipocresía, hace unos años algún engendro se atrevió a afirmar que los asaltos a mano armada de los terroristas de AVC fueron “recuperaciones”, con la misma desfachatez con las cuales los otros dicen que Dios les dijo al oído cuál debe ser la única y verdadera familia.
Los unos nunca roban, ni explotan, simplemente “merecen”, y los otros tampoco roban, ni explotan, simplemente “hacen justicia social”. Rostros del bondadoso glande.
Hipócritas, gente de mierda. Dueños del planeta, aferrados con desesperación a las orejas del pobre animal abusado que es el mundo. A dos manos. Una derecha y una izquierda. Unos culpando de sus faltas de liquidez al Estado con quien tanto ansían contratar, y los otros renegando de la burguesía a la que tanto añoran pertenecer.
Y algunos millones de pendejos odiando, matando y muriendo en su nombre, ganando el básico para insultar por sus causas, creyéndose absolutamente todo lo que vomiten discursivamente sus amos y aferrados a la fe de que su dios es el único verdadero.
Y el único que los va a salvar.