Canal cero
Héroes y heroínas de Ecuador, entre el mito y la identidad
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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En las plazas y avenidas de todo el mundo se levantan monumentos a quienes se considera héroes y son ejemplo de servicio de su patria o a una causa noble.
La gran mayoría son militares con sus vistosos uniformes o gobernantes vestidos con traje castrense, ya que el heroísmo se identifica principalmente con la guerra.
Los héroes son personas que han "derramado su sangre" por un ideal o por su país, y a veces también lo son los que han hecho que otros derramen la suya.
Es notorio que la casi totalidad de los héroes sean varones, militares y notables que se han destacado en los conflictos bélicos. Hay pocas mujeres, no muchos civiles y casi ningún pobre.
Personajes como Julio César, Gengis Khan o Napoleón son objeto de una suerte de canonización y de un culto fomentado en la acción pública, los sistemas educativos y los medios de comunicación.
Las patrias necesitan héroes y los libros de historia y cívica destacan sus acciones y sus imágenes. Las identidades nacionales se construyen a base de ellos y los imaginarios se levantan sobre sus mitos y leyendas.
Ecuador, como toda América Latina, no ha sido una excepción. Nuestros principales héroes son los protagonistas de la guerra magna de la Independencia.
Y los representamos espada en mano, como superhombres dignos de veneración por sus hechos, a veces inverosímiles. Basta ver los innumerables monumentos de Simón Bolívar y Sucre que pueblan nuestros espacios públicos.
La verdad, sin embargo, es que el heroísmo no se ha dado solo entre militares. Hay muchas personas cuyas acciones notables de beneficio colectivo no han consistido en participar en batallas, sino en salvar vidas, trabajar duro o sacrificarse cotidianamente por una causa.
Tan heroicas, o quizá más que las acciones de los soldados en las guerras, son las de las madres solteras que crían bien a sus hijos, las de los obreros que son héroes del trabajo o las de los bomberos que desafían el fuego para proteger a la gente.
Tenemos, pues, que ampliar sustancialmente los límites de lo heroico para incluir en ese ámbito a los protagonistas de la vida cotidiana y a las personas que no son generales o almirantes destacados, sino víctimas de la represión y el odio.
Verdad es que desde hace años se han dado pasos en este país para reconocer a heroínas como Manuela Cañizares o Manuela Sáenz, aunque a veces se las disfraza con uniformes militares para que parezcan más heroicas. Pero nos falta mucho.
Cuando se me sugirió que escribiera una secuencia de textos cortos sobre los héroes de este país, lo hice con gusto, pero con el criterio amplio e incluyente que he enunciado.
En las próximas entregas de esta columna desfilarán héroes y heroínas destacadas desde la época aborigen en la lucha por la vida, el sacrificio por los demás y el esfuerzo de construir y defender a Ecuador.
Muchas de estas personas son muy conocidas y otras no lo son. Los lectores sabrán de algunas de ellas por primera vez. Pero todas merecen estar en estas columnas.
Esta serie trata de muertes heroicas, pero se interesa más en vidas heroicas. Por ello no gira alrededor de las guerras, aunque las incluye, sino de la vida de las gentes de este país diverso y plural.
Aquí no se niega a los héroes, sino que los vemos desde una perspectiva incluyente, como el Ecuador que queremos seguir construyendo en el futuro, donde el heroísmo no esté secuestrado por el poder o por la violencia.
Nuestra nación, como todas, necesita referentes para desarrollar su identidad, para robustecer su unidad. Espero firmemente que estas columnas contribuyan a llenar esa necesidad.