Canal cero
Héroes anónimos del 15 de noviembre
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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Se dice que la masacre del 15 de noviembre de 1922 fue el “bautismo de sangre” de la clase obrera y que sus actores y víctimas fueron unos héroes. Pero no se los conoce. Se han mantenido anónimos.
A inicios de la década de 1920, Ecuador sufrió una crisis provocada por el descenso de las exportaciones de cacao, el principal producto de exportación. Hubo despidos masivos, rebajas de salarios e inflación.
El dólar subió a más del doble de su cotización en pocos meses. Se disparó de 2 a 5 sucres. Los latifundistas, comerciantes y banqueros trasladaron el peso de la crisis a hombros de los trabajadores. Sobre el hambre y la miseria crecieron fortunas de contrabandistas, cambistas y acaparadores.
En Guayaquil la crisis impactó fuerte. Se regó el descontento y se reactivaron las organizaciones de trabajadores. Además de la Confederación Obrera del Guayas, fundada en 1906, surgió una organización más radical influenciada por el anarco-sindicalismo: la Federación de Trabajadores Regional (FTRE).
Obreros del ferrocarril y otras empresas realizaron acciones de protesta, que también se dieron en otras ciudades. Se levantó la acción solidaria de artesanos, trabajadores portuarios, subempleados y migrantes. La acción de los obreros devino en movilización de otros actores.
En noviembre de 1922 bullía la agitación popular. Se declaró huelga general. El presidente José Luis Tamayo, designado por el manejo plutocrático y el fraude electoral, tomó medidas represivas radicales y reforzó la guarnición militar de Guayaquil.
Los comerciantes y banqueros opuestos al gobierno pugnaron por dirigir la protesta popular y plantearon que lo urgente era que bajara el dólar. La incautación de giros se transformó en bandera de lucha: “El dólar a dos sucres” era la consiga. En plena ebullición, detrás de las protestas populares se movilizaron los intereses de sectores de la burguesía interesados en un cambio en el manejo de las divisas, monopolizadas por algunos banqueros.
En noviembre los manifestantes controlaban Guayaquil, paralizada por la protesta.
El 15, una gran marcha no pudo ser detenida por los dirigentes que la creían imprudente, aunque fuera pacífica. El gobierno resolvió disolverla a bala. Los soldados y la policía cargaron contra los manifestantes disparando al cuerpo en las calles. Hasta de los balcones se disparó contra manifestantes y curiosos. En los barrios populares, cientos de casas fueron allanadas. Centenares de cadáveres y heridos quedaron tendidos en las calles. Los soldados levantaron a los caídos, los amontonaron en carretas y otros vehículos, y los arrojaron al río Guayas con un bayonetazo en el vientre para que los cuerpos no flotaran.
¿Cuántos fueron los muertos? Difícil saberlo, porque el inepto gobierno de Tamayo que no pudo manejar la crisis, fue muy eficiente para ocultar las víctimas. Cientos de hombres y mujeres cayeron el 15 de noviembre. Fueron los héroes y heroínas de una lucha social que se han mantenido hasta el presente.