Canal cero
Los héroes del 10 de agosto
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
Actualizada:
El 10 de agosto de 1809 no solo es el día nacional de Ecuador, sino un hito central en la historia de Latinoamérica.
Fue el inicio del proceso de Independencia y punto de partida de nuestra inacabada construcción nacional.
Se ha dicho que el pronunciamiento del 10 de agosto no fue la declaratoria de Independencia, sino un acto de lealtad al rey de España; que los notables que tomaron el gobierno dijeron que gobernarían en nombre del soberano.
Y que por eso no debería considerarse día de la Independencia de Ecuador. Pero ese hecho, que ahora puede parecer tímido, fue visto tan radical y peligroso, que las autoridades españolas, una vez recobrado el mando, persiguieron con saña a los autores del 10 de agosto y condenaron a muerte a más de setenta.
Rechazar la autoridad e instalar un gobierno propio fue visto como un acto extremista, como un crimen atroz, por el poder colonial.
El 10 de agosto inició la Independencia con una revolución. Derrumbó el poder metropolitano, expulsó a los chapetones, sacudió las estructuras de la sociedad y aunque no cambió las relaciones en las que ella se asentaba, provocó rápidos ascensos y descensos sociales, abrió nuevas líneas de comercio, cambió ideas y costumbres.
La tradición pintó a las independencias como acciones heroicas de notables individualidades. Las hubo en realidad, pero en todos los grandes procesos históricos, el actor fundamental es el pueblo.
El de Quito estuvo presente desde el primer momento, incluso antes del 10 de agosto. Los marqueses, los latifundistas fueron los conductores y beneficiarios, pero hubo gente del común que se jugó por la ruptura y respaldó la lucha.
Cuando los líderes de la declaratoria de autonomía fueron sentenciados a muerte, el pueblo de Quito se insurreccionó el 2 de agosto de 1810 y asaltó el cuartel donde estaban presos para liberarlos. Las autoridades españolas desataron una matanza que sacudió el continente.
El 10 de agosto hubo verdaderos héroes, como Manuela Cañizares, el cura Riofrío, Rodríguez de Quiroga y los anónimos actores populares de los hechos.
Un año después, el 2 de agosto, hubo todavía más héroes. Eran integrantes de la plebe urbana, líderes barriales y vendedoras del mercado que cayeron en el asalto al cuartel y en las calles de la capital.
Los restos de varios de ellos descansan, sin que se conozcan sus nombres, en la cripta de la Sala Capitular del convento de San Agustín, símbolo de la ruptura colonial.
La acción de los protagonistas colectivos provocó transformaciones importantes, entre ellas un clima de participación popular, pero luego desembocó en procesos regresivos.
Los sectores dominantes, apenas fundados los nuevos estados, cambiaron el discurso de la libertad por el del orden, y trataron de que el cambio del poder no afectara en su raíz a las desigualdades.
Pero todo ello no pudo borrar el mérito de los héroes de agosto, de los conocidos y de aquellos de quienes no conocemos nombres, pero sí su lucha por la libertad.