En sus Marcas Listos Fuego
Guillermo: quiero ser ministro. Acolite
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Hola Guillermo. Mi nombre es Felipe Rodríguez Moreno, soy abogado, algo, algo me he preparado y ante la imperante necesidad de que este país avance hacia adelante (porque hacia atrás no se avanza, se retrocede), he decidido explicarte por qué quiero ser ministro y estoy seguro que después de leer esta carta te quedarán claras mis razones.
Hoy, que soy un gato cualquiera que doy clases en universidades de España y Ecuador y que ejerzo mi profesión con integridad, debo rendirle cuentas a las tres “entidades humanas” más importantes de mi vida (y en este orden): 1. A mi conciencia; 2. A mi familia; 3. A mis amigos. Es decir, a quienes amo, por quienes vivo y quienes viven por mí. A nadie más.
Si me nombras ministro, tendré que rendirles cuentas a 18 millones de ignotos, que nunca me han dado de comer, a los que nunca les he debido explicaciones, que no asistirán a mi funeral, que nunca han llorado conmigo mis penas y que jamás se han alegrado de mis victorias.
Quiero ser ministro para ser sometido a la crítica de un cúmulo de desconocidos y al odio de un sinnúmero de cretinos. Es decir, deberá importarme la opinión infundada de quienes pagan mi sueldo.
Quiero ser ministro para obnubilarme, perder a mis amigos y por fin rodearme de una pandilla de aduladores temporales, que buscarán cómo hacer negocios a mis espaldas para que luego la justicia me regrese a ver solo a mí.
Quiero ser tu ministro para modernizar la vida de los ecuatorianos, por ejemplo, para comprar computadoras para todas las escuelas públicas del país y para que la Contraloría me glose en todos los millones de dólares habidos y por haber por alguna cojudez como esta: “porque los cables USB son medio centímetro más largos de lo que decía el contrato”.
Así, quiero ser ministro para terminar siendo perseguido por cualquier estupidez, y luego encarcelado y quebrado por actos irrelevantes que tampoco cometí.
Quiero ser tu ministro para que me alaben por tus aciertos y me destrocen por tus errores. Sí, para agregarle a mi apellido taras de apellidos ajenos. Para manchar mi nombre por puro patriotismo, para que me odien gratuitamente tus enemigos y me olviden rápidamente tus chupamedias.
Sueño con ser ministro para comparecer ante la Asamblea Nacional cuando sea convocado, y así dar explicaciones técnicas a una comisión de analfabetos que un en concurso de pendejos pierden por pendejos. Sí, quiero ser ministro para rebajarme a la segunda capa de heces que vive bajo las alcantarillas, para enseñar álgebra avanzada a asambleístas que no saben ni sumar.
Sueño con ser ministro para comparecer ante la Asamblea Nacional cuando sea convocado, y así dar explicaciones técnicas a una comisión de analfabetos
En serio, es que ser un ministro capaz y con credenciales, como quiero serlo, es como ser un literato que debe recibir críticas literarias de quienes no han leído nunca ni el prólogo de un libro de auto ayuda (que en todo caso no será jamás literatura); como ser un historiador que debe rendir cuentas a quienes creen que Julio César fue emperador; como ser economista y tener que ser insultado por quien cree que la ley de la oferta y la demanda es una acción judicial.
Quiero ser ministro para que los cambios que logre hacer en los tres años que te quedan de gobierno sean borrados de un brochazo por el próximo gobierno y para que antes que termine tu período ya mis obras queden borradas por el desprestigio de la mediocridad de otros ministerios.
Quiero ser ministro para responder por actos ajenos, para pedir perdón sin saber cuál fue mi falta, para talar el tronco de la vida que tanto sudor me costó edificar.
Quiero ser ministro para ganar menos de lo que puedo ganar en la empresa privada y afectar así al porvenir de mi familia, para desde la honestidad destruir a las mafias enquistadas en mi ministerio, para que el día que deje de ser ministro nadie me agradezca por el trabajo realizado y, obviamente, para vivir con la mira láser en la frente, esperando el día, ya sin guardaespaldas, que mis enemigos ordenen disparar.
Quiero ser ministro para ser insultado, vilipendiado y agredido en redes sociales. Quiero ser ministro para tener un poder que no necesito, porque quienes tenemos autoestima, no necesitamos poder. Quiero ser ministro para deberme a una sociedad a la que no le debo nada.
Quiero ser ministro para ser insultado, vilipendiado y agredido en redes sociales.
Quiero ser ministro para perder el derecho a la intimidad, para que mi vida privada se haga pública, para que mi esposa y mis hijos sean observados por una masa de hedonistas.
Quiero ser ministro para que me tomen fotografías en algún viaje que haga con mis propios recursos porque me da la gana de viajar, y que me digan que viajo con el dinero del pueblo. Quiero ser ministro para que vivir mi vida ya no sea posible.
Quiero ser ministro para que mi vida sea un rumor, para que me inventen romances (inclusive con animales), para que me imaginen crímenes, para que citen entre comillas aquella frase brutal que dije en una entrevista que nunca di. Quiero ser ministro para ser un meme.
Quiero ser ministro para no poder ser humano, para no poderme tomar un trago en público, para no poder decir malas palabras, para no poder tener malos días. Sí, quiero ser ministro para no poder ser como es todo el mundo en la vida real y verme sometido al jurado de vírgenes impolutas de Twitter.
Quiero ser ministro para despertar los más bajos instintos de los acomplejados y de los fracasados. Quiero ser ministro para botar por la borda todo lo soy y lo que pude ser.
Quiero se ministro para terminar pobre y en la calle de otro país, siendo apátrida, alimentándome del odio que me dejaron sembrado. Quiero ser ministro porque necesito ayuda, por ejemplo, la de un psiquiatra.
Por eso, Guillermo, quiero ser ministro y, por eso, presidente, los mejores están siendo felices en la vida privada.
Nada de lo relatado es un “problema de la política nacional”. No, todo esto es un problema de la sociedad que nosotros, todos, formamos parte. Ahuyentamos a los mejores y adoptamos a las sabandijas.