Una Habitación Propia
Aquiles, la calle es nuestra
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
Actualizada:
Por La Malecona, maricona, y por El Malecón, maricón.
Que se nos vea, carajo, y se nos oiga, que la calle es nuestra y a los políticos, que van y vienen, les pagamos nosotras.
Guayaquil empieza con g de gay.
Gayllaquil, Guayaqueer, Guayaquil de mis maricones.
Mañana, 1 de julio, nos verán cruzar las principales calles del principal puerto entre plumas, lentejuelas, arcoíris y cánticos de libertad en los que nos dejaremos las gargantas.
Amor es amor, 'bitch'.
Y, si no le gusta, señor de guayabera, señora de lino, váyase a la casa de la, o sea, quiero decir, al Parque Samanes.
Hagamos un poquito de historia:
El 28 de junio de 1969, en Nueva York, un grupo de personas homosexuales decidió poner fin a la violencia policial que se ejercía contra ellos sólo por sus preferencias de pareja o por usar la ropa que no 'era de su género'.
Lo que pasó a la historia como los disturbios de Stonewall, y que dio origen al Día del Orgullo LGBTIQ+, comenzó en un bar, el Stonewall Inn, donde había gente divirtiéndose. No matando, no robando, no haciendo daño, sino bailando.
Las personas que se encontraban allí dijeron basta al acoso homofóbico de las fuerzas de seguridad y se resistieron al arresto y a la humillación que sufrían todo el tiempo. A esa primera revolución del colectivo, le siguieron muchas otras en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos y el resto del mundo.
Lo llamaron Pride, Orgullo, y hoy se celebra en montones de países, incluyendo el nuestro.
Pero, como todo lo que tiene que ver con la visibilidad de la población diversa, en Guayaquil, ciudad homófoba, puritana y violentamente conservadora, se tuvo que pelear -como en 1969- por el derecho a marchar por la avenida principal de la ciudad.
El alcalde Aquiles Alvarez, un 'defensor de la familia tradicional', seguro, un reidor de chistes homofóbicos, sin duda, un odiador de los derechos para todas, todos y todes, obvio, había denegado el permiso al colectivo LGBTIQ+ y a quienes creemos en las libertades sexuales y de género, para marchar por el Malecón y la Nueve de Octubre, que son más nuestros que suyos, y mandar el Orgullo al Parque de Samanes, una periferia, un lugar de invisibilización e imposibilidad de reivindicación, un no-lugar.
Que no es una fiesta, alcalde, que al parque vamos otro día, cualquier otro día, pero así peleamos las mariconas por el derecho a existir: existiendo.
Y en el 'fokin' centro.
Guayaquil es una ciudad que gusta, siempre ha gustado, de meter bajo la alfombra lo que no quiere aceptar de sí misma, lo que le perturba, lo extraño, lo que no se puede cortar con la misma tijera. Es un inmenso closet en el que encerrar al hijo, a la hija, a aquel o aquella cuya foto de boda no saldrá en los sociales de' la Hogar'. Es, podríamos decir, un gigantesco Stonewall Inn.
Sin embargo, mañana tendrán que tragarse la mojigatería y ver a las mujeres y hombres, por nacimiento o elección, desfilar con orgullo y alegría -que es como se hace bonita la revolución- con las personas a las que aman y que los y las aman.
Así que mañana, cuando pregunten dónde es la movida, responderemos, por La Malecona, maricona y por El Malecón, maricón.
Qué orgullo.