El Chef de la Política
Guadalupe Llori y la alianza UNES-PSC
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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En concordancia con los resultados del reciente proceso electoral, una mayoría de oposición al Gobierno toma las riendas de la Asamblea Nacional.
Aunque los votos del oficialista CREO y sus aliados, pertenecientes a partidos minoritarios y algunos independientes, tornaron viable la elección de Guadalupe Llori, aquello no implica creer que existe un acuerdo más allá de lo coyuntural con el Presidente Lasso.
Si bien podrán existir puntos de acuerdo en determinados temas, en otros las discrepancias entre ambos poderes del Estado no tardarán en evidenciarse. Si esas diferencias son el resultado de ideas distintas sobre la vida política, económica y social del país, en buena hora que aparezcan.
Allí, en la disputa y el conflicto razonado, está la esencia del régimen democrático y la justificación plena del principio de pesos y contrapesos entre Ejecutivo y Legislativo.
Sin embargo, para que dicho equilibrio se sedimente es necesario tener en cuenta al resto de actores políticos. Más allá de que UNES y PSC hayan sido derrotados en la elección legislativa del pasado sábado, ambos tienen el derecho a ser considerados en la toma de decisiones políticas en la legislatura pues son organizaciones que tienen tras de sí la legitimidad del voto popular.
Si las razones de convicción democrática anotadas no son suficientes o no convencen, las que vienen de la praxis política pueden ayudar a reforzar el argumento. En ese plano, entre UNES y PSC alcanzan cerca de la mitad de los asientos en la Asamblea Nacional por lo que, sin sus votos, es prácticamente imposible que el gobierno o la propia legislatura puedan aprobar cualquier proyecto de ley.
Gobernar en democracia implica, por tanto, que los espacios de poder se distribuyan de forma proporcional a lo que la ciudadanía ha decidido en las urnas. Por tanto, el ejercicio de asignar, siempre cargado de dificultades y tensiones éticas, es una de las principales tareas que ahora tienen en sus manos la nueva administración legislativa y su flamante presidenta.
Aunque dicho de esa forma, la regla de gobernabilidad expuesta parece una cuestión menor, en realidad la complejidad se halla en el hecho de que no se debe tomar en cuenta solamente la aritmética de los curules sino también las consecuencias que podrían acarrear al país los requerimientos de las distintas bancadas legislativas.
Por ello, sopesar entre lo que es parte de los legítimos intereses partidistas y lo que puede ir en contravía con la opinión ciudadana es la clave para que en el arte de la asignación se mantenga el equilibrio.
Al respecto, los resultados de la segunda vuelta electoral deben ser leídos esencialmente como rechazo al expresidente Rafael Correa más que como apoyo al entrante Jefe de Estado.
Por ello, si la gente que apoyó a Yaku Pérez y a Xavier Hervas, junto al propio caudal de votos de CREO, ha dicho que los procesos judiciales contra el anterior gobierno son cosa juzgada, entonces la petición de UNES sobre la creación de una "comisión de la verdad" no es viable políticamente.
En la misma línea, si eventualmente la intención del PSC se encamina hacia la reestructuración de los órganos de administración de justicia, tampoco allí hay espacio para las concesiones.
Los votos importan, y mucho, pero las razones de bien común pesan aún más. Ahí las diferencias entre la democracia puramente electoral y la que prioriza la justicia como equidad.
Dura tarea la que tiene por delante la Presidenta Llori. Asignar espacios en función de la representación popular a la par de morigerar el impacto de aquellas peticiones que pueden generar efectos sociales nocivos no es una cuestión fácil.
Para ello, la titular de la legislatura no solo debe rodearse de asesores pragmáticos y de mente abierta sino también de las ideas que le pueden proporcionar las distintas bancadas legislativas, UNES y PSC incluidas, sin lugar a dudas.
Al movimiento indígena y a Pachakutik, acostumbrados a incidir en la política desde la legítima protesta en las calles, les ha llegado el momento de gobernar desde lo formal y allí el país entero espera que lo hagan en función de los intereses de las mayorías.
Una cosa en con guitarra y otra con violín, dice el refrán popular.