En sus Marcas Listos Fuego
El grillete: esclavos chinos, tamagotchis criollos
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Hoy voy a relatarles una historia de humillación y esclavitud que sólo puede ser próspera en un tercer mundo sin vías de desarrollo.
Porque claro, ustedes, los que aún no son víctimas de un proceso penal en una era donde el Derecho Penal está de moda, no saben lo que es cargar un grillete en el tobillo, porque no, no se parece a nada de lo que puedan imaginar.
En 2016, el Estado suscribió, con una empresa china, un contrato plagado de irregularidades para adquirir grilletes electrónicos y adaptarse a la nueva medida cautelar incorporada en 2014: el uso de dispositivos de rastreo satelital.
Garmin, 3M y otras multinacionales ofrecían dispositivos de alta tecnología a precios infinitamente menores que los de unos mugrosos (ya van a ver por qué lo digo) dispositivos chinos que son bien chinos, tanto como los productos piratas de tienda de malecón, tan exageradamente chinos que ningún país del primer mundo se atrevería a comprarlos.
Para que entiendan su cualidad extrema de baratijas con sobreprecio, les voy a narrar la vida de cualquier ser humano (sin excepción) que debe transitar con esta porquería en el pie.
Primero, son anchos, exageradamente grandes, con tecnología superada hace 20 años y, por ende, humillantes.
Te los colocan en el pie no sólo para rastrearte, sino para que no los puedas disimular, para convertirte en un apestado.
Segundo, la batería no dura de tres a nueve días, como los grilletes de otros países.
No. La batería dura entre tres y ocho horas (con suerte y las bendiciones de la Virgen del Quinche). Sí, son un cigarrillo electrónico de contrabando cualquiera.
¿Pero saben qué ocurre con una batería así?
Pues que si baja del 40% de carga (lo que sucede unas dos horas después de haberlo cargado), la Policía empieza a llamar para advertirles que deben cargarlo o enviarán a un patrullero.
Estos dispositivos tienen un chip telefónico, por lo que, si no le contesta a la Policía, el aparato de su tobillo empieza a sonar.
¿Se imaginan que les ocurra eso en media reunión de trabajo, o en el día de la madre en el colegio de sus hijos?
¿Se imaginan que los rodeen patrulleros y que la Fiscalía alegue peligro de fuga o uso inapropiado y descuidado del grillete para solicitar prisión preventiva, porque al maldito Estado no se le ocurrió comprar grilletes con una batería que dure más que un suspiro?
Pero esto sigue.
Ustedes se preguntarán: ¿y por qué no mejor andar con el cable para cargarlo cuando uno llega a algún lado?
Les respondo: porque las personas no somos un iPhone, porque el Estado no nos puede exigir que estemos pegados a una pared, como despertadores inertes. Porque el Estado en un punto debe hastiarse de tanto pisotearnos.
Sigo. El cable de carga es tan largo como la inteligencia de algunitos que conozco: 10 centímetros. ¿Saben que significa eso? Que deben cambiar la posición de la cama para que su pie quede a la altura del enchufe del velador. Porque hasta al dormir debemos ser humillados.
El cable no es un UBS normal, sino un modelo chino, tan chino que no existen repuestos, que se conecta por imanes y que al mínimo movimiento se desprende del grillete y deja de cargar.
¿Saben que ocurre cuando eso pasa? Pues que a las tres de la mañana la Policía ya les está llamando para informarles que su batería no tiene suficiente carga. Quien carga un grillete no duerme, por miedo a perder energía.
Y, claro, no puede acercarse ni a aeropuertos ni a fronteras.
Si quiere recoger a la abuelita en Tababela, tendrá que lidiar con un teléfono que estalla de llamadas y explicar, con impaciencia y gritos, que no se está yendo del país, que solo está recogiendo a alguien.
Lo mismo que le ocurriría si viaja a otra ciudad.
¿Y qué creen? Que a los brillantes políticos de esta aldea no se les ocurrió mejor idea que comprar, a precio de Ferrari, unos grilletes que no son a prueba de agua.
Ajá, tienen que bañarse como cuando les enyesaban la pierna de niños: con una funda y con la extremidad afuera.
¿Y si lo mojan y lo dañan? Fiscalía argumentará que lo hicieron adrede, para evadir el rastreo y solicitará su prisión preventiva.
Sí, porque en este país quien lleva grillete no puede ni caminar en la lluvia sin que el Estado asegure, a los cuatro vientos, que es un delincuente por ser incapaz de llevar una vida lejos del agua.
Ni crean que esto acaba aquí.
Los grilletes, de un caucho barato, rasgan la piel, la supuran, la destruyen.
Conozco un caso concreto, de un querido amigo mío, a quien incluso le deformó el hueso tras dos años de usarlo; pues dos años tardamos en demostrar su inocencia.
¿Y si quieren ir con su familia a la playa?
Fregados, porque por el solo hecho de tener la osadía de conducir por carreteras en las que, por ausencia de antenas, se puede perder la señal momentáneamente, ya todos asumirán que están intentando huir y desatarán un calvario.
El uso de esta mamarrachada es tan absurdo que cuando lo imponen como medida, siempre lo hacen, en combo, con prohibición de salida del país y obligación de presentarse a la autoridad una vez por semana.
¿Qué significa eso? Que el grillete resulta innecesario, pues si no pueden salir del país y deben "hacerse presentes" una vez por semana, el grillete resulta esclavizante e inútil.
Somos esclavos chinos, tercermundistas que cargan una cruz en el tobillo, seres humanos con presunción de inocencia que deben rezarle a la batería; somos unos tamagotchis cualquiera.
Antes de leer esta columna, ustedes no sabían que quien carga un grillete no carga un reloj, sino que carga el peso de una esclavitud indigna, que hace mucho que dejó de ser útil para prevenir una fuga.
Grillete que sirve única y exclusivamente para saciar la sed de los mercenarios, de los justicieros de barro, de quienes aplican el Derecho detrás de un escritorio, sin pisar el mundo para vivirlo en carne propia, de quienes solicitan a los jueces el uso del grillete desde tu piel de caucho, de cocodrilo, inhumanos, formalistas, ciegos de pacotilla.
Y alguno de ustedes dirá: "algo habrán hecho para ser tratados así, como animales". Yo le respondo: ojalá un día se invente el bozal electrificado como medida cautelar ante tanto iletrado.