El Chef de la Política
Los gremios … ¿Existen en Ecuador?
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Hoy en día, los gremios constituyen una fuente permanente de diagnósticos y sobre todo de soluciones. A diferencia de la Edad Media, en la que muchas de estas organizaciones tenían que reunirse de forma secreta y mantener sus objetivos a buen resguardo, en la actualidad la presencia de los gremios es abierta, sin restricciones y a la vista de la ciudadanía.
Si bien cada agrupación de este tipo debe velar por su propio mantenimiento, y para ello establecer una serie de estrategias de sobrevivencia, como es el pago de cuotas por parte de sus integrantes, hay un rol social que están destinados a cumplir en función de las destrezas, capacidades y especialización de sus miembros.
Por tanto, en las sociedades modernas el debate sobre los temas de interés público tiene en los gremios a una de sus principales vertientes de ideas y propuestas. En sentido contrario, cuando los gremios son esencialmente reactivos más que proactivos, la organización social está condenada a la parálisis y a la peligrosa opción de pensar que “cada uno, cada uno” soluciona de mejor forma los problemas generales.
En el caso de Ecuador, si bien existen gremios de diversa naturaleza y alcance, su aporte al debate nacional es mínimo y en algunos casos, nulo.
De las diversas lecturas que pueden darse para explicar este tipo de hechos sociales, una de ellas señala que estas organizaciones se presentan bajo el membrete de gremios, pero que en realidad operan como grupos de presión.
Desde esa perspectiva, las búsquedas de sus miembros son esencialmente particularistas y, como consecuencia de ello, sin ningún tipo de cuestionamiento sobre el rol que deben cumplir dentro de la sociedad. En el afán de alcanzar beneficios específicos, los grupos de presión no discriminan los medios a los que se puede acudir, siendo el aparato estatal uno de los espacios preferidos para desde allí canalizar sus intereses.
En comportamientos de ese tipo no hay mayor diferencia en cuanto a procedencia regional, condición étnica, segmento etario o condición económica. Los grupos de presión, cobijados bajo el falso ropaje de gremios, son también responsables, por tanto, de buena parte del calamitoso estado en el que se encuentra la vida pública del país.
Lo dicho no deja de lado la idea de que cada gremio busque proteger a sus miembros, desde luego que no. Ese es uno de sus objetivos, efectivamente. Lo que se cuestiona es que allí empiece y termine su espacio de acción. Las pruebas de lo dicho están ahí, al escrutinio ciudadano.
Cuando la crisis energética nos llega, más allá de los apagones, no tenemos una respuesta clara de parte de los expertos debidamente agremiados. Lo mismo sucede cuando los constantes conflictos jurídicos nos azotan. Las apariciones institucionales de los abogados agremiados son escasas. En el arte y la cultura, la situación es similar. En la economía, un derrotero parecido. La educación y sus enormes problemáticas tampoco encuentran la voz gremial que oriente y ponga claridad en un mar de falsedades y sesgos, como son las redes sociales.
Lo paradójico del escenario descrito es que cuando aparecen conflictos de diverso orden es notorio que sí existe gente capacitada para evaluar y proponer salidas. No solo eso, en la inmensa mayoría de temas, el país tiene recursos humanos que compiten sin ningún inconveniente con profesionales o artistas de alto nivel de cualquier región del mundo.
El problema está, por tanto, en la agremiación. La voz suelta se pierde entre muchas y la opinión dotada de soporte técnico o científico se reduce frente al comentario que nace de las entrañas, del bolsillo afectado o de la ideologización extrema. Por ello es por lo que los gremios son útiles. Allí hay un espacio en el que se puede aportar con mayor capacidad de incidencia. Allí está una luz en esta maraña de podredumbre y desparpajo.
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Los gremios, en sus distintos colores, sectores e ideologías, requieren urgentemente un cambio, un remezón. Hay que ponerse al día con los problemas del país que son de ustedes también y frente a los que, aunque les parezca ilógico, tienen la obligación de aportar con propuestas claras.
No es suficiente, por el contrario, resulta dañino, mantenerse en la fácil posición de oponerse por el mero hecho de hacerlo. El país requiere una agremiación responsable en lo social, consciente en lo económico y activa en lo político.