El Chef de la Política
Los Lasso-Alcívar
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Los Lasso-Alcívar están ahora en el poder. Él, porque ganó un proceso electoral. Ella, porque al ser su pareja, inevitablemente, está involucrada en los claroscuros del servicio público.
No hay forma de evitar que lo que diga ella sea motivo de opinión pública. No hay manera de evitar que lo que diga él sobre ella sea parte de la discusión cotidiana. Esos son los costos que hay que asumir cuando de por medio existe un mandato político.
Un presidente o una presidenta, al asumir sus funciones, no solo contrae mayores obligaciones cívicas sino que también restringe la esfera de su privacidad y la de su pareja. Lo que hace o dice un ciudadano de a pie no tiene más repercusión que la proveniente de comentarios de amigos y familiares.
Lo que hace o dice quien está en un espacio de poder debe ser el resultado de una reflexión. Mejor aún, cuando se está expuesto al escrutinio permanente de la población, hay que valorar las posibles consecuencias públicas de lo que se hace o se dice.
Quien no está decidido a asumir esas limitaciones a las libertades personales, simplemente tiene que evitar ingresar en la vida pública.
Desde el inicio del gobierno de él, quien más ha encendido la euforia ciudadana y ha activado las redes sociales ha sido ella. Los comentarios relacionados con el aborto por violación o los que tuvieron lugar a propósito del día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, por citar solo dos ejemplos, desataron el rechazo de diversos sectores.
Lo más grave es que las críticas no se dirigen a ella sino al gobierno al que, inevitablemente, también representa.
Si bien hay personas que están plenamente de acuerdo con lo mencionado por ella en temas sensibles como los señalados, la madurez y una posición moderada asumida por él en ambos casos, terminan en el traste con el discurso de ella.
Así, el 'encuentro' que él ha tomado como bandera de lucha política se enfrenta, cada vez de forma más notoria, a una gran dosis de 'desencuentro' por el que ella apuesta.
Lamentablemente para los intereses del gobierno, no pueden decir que las opiniones de ella son a título personal.
Ahí otra desventaja del servicio público. Mientras algunos pueden anticiparse a cualquier retaliación señalando que sus criterios no comprometen a las instituciones de las que son parte, ella no puede recurrir a ese argumento.
En otras palabras, lo que diga ella se asumirá que es parte de lo que piensa él y también de la visión que tiene la administración gubernamental sobre tal o cual tema.
Por eso, quien preside un país debe armonizar la línea de acción del gobierno no solo con sus colaboradores más cercanos sino también con su él o ella.
Desde luego, si la pareja presidencial no está de acuerdo con mantener esa coherencia estratégica, la opción siempre será bajar el perfil, mantenerse al margen de los espacios públicos y así llevar una vida más tranquila y, a la vez, evitar conflictos que afectan esencialmente a la imagen del país. Casos se han visto.
Finalmente, el episodio de la semana pasada tiene una implicación que desborda lo puramente coyuntural, aunque los temas en los que ella genera tensiones no lo son.
Se trata de la discusión relativa a la asesoría que recibe él en su entorno más cercano. Si no hay alguien allí que pueda poner sobre el tapete de discusión este tema, el de los efectos nocivos que genera ella con sus declaraciones, quiere decir que en Carondelet no hay consejeros sino adulones.
Quienes están cerca del gobernante tienen no solo el rol clave de organizar la estructura de los procesos de toma de decisiones públicas, lo que tampoco parece existir hoy por hoy, sino además de señalar frontalmente cuáles son los errores en los que se incurre y las alternativas de solución.
Duro papel el de los consejeros pues, en rigor, están ahí para decirle a quien gobierna en dónde se hallan sus principales debilidades. De lo que se ve, o no hay nadie que se atreva a decirle a él que ella le está perjudicando en su propuesta de gobierno o hay quienes cumplen ese triste pero indispensable papel y es él quien hace caso omiso.
En uno u otro escenario, las tensiones entre el 'encuentro' de él y el 'desencuentro' de ella se seguirán viendo cada vez con mayores reacciones, cada vez con más virulencia y consecuencias perjudiciales para un gobierno en el que él y ella son parte indisoluble.