Leyenda Urbana
Guillermo Lasso: poder, cumbre y precipicio
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Signado por el drama, en el Gobierno de Guillermo Lasso se habría cumplido la sentencia del ensayista español Enrique Tierno Galván, exalcalde de Madrid, quien dijo que el poder es un explosivo: o se maneja con mucho cuidado o estalla.
Lasso se preparó por más de 10 años para llegar a la Presidencia: formó el movimiento CREO, escribió dos libros, recorrió Ecuador algunas veces, fue candidato a la primera magistratura en dos ocasiones, pero una vez que alcanzó el poder cometió tantos errores que implosionó su propio proyecto y afectó al país.
La evidencia del fracaso está en que debió echar mano del artículo 148 de la Constitución para aplicar 'la muerte cruzada', cerrar la Asamblea Nacional y acortar su propio mandato y no intentar buscar la reelección, porque el apoyo popular le era esquivo.
A una semana de dejar Carondelet, resulta decepcionante que, en lugar de hacer un balance sincero de su tarea, Lasso haya tomado decisiones que contradicen sus iniciales decretos de cuando presumía cumplir sus promesas de campaña.
El decreto para garantizarse su seguridad personal y el de su esposa dentro y fuera del país por dos años y con la posibilidad de prolongarlo -después que, en 2021, derogó el decreto de Correa y eliminó la custodia fuera de las fronteras y redujo a un año para los expresidentes y a seis meses para los exvicepresidentes- lo retrata de cuerpo entero, más aún si tiene una importante fortuna económica personal con la que podría cubrir esos gastos.
El doble estándar cuando se trata de un exgobernante y cuando es en beneficio propio ha generado indignación colectiva que no ha explotado porque la gente sabe que ya se marcha. Pero su palabra la ha devaluado hasta mínimos.
El número de viajes al exterior que ha hecho Lasso, 36 en 28 meses de Gobierno, ha hecho recordar la promesa de vender el avión presidencial que dijo fue adquirido "en USD 55 millones a costa del esfuerzo de la familia ecuatoriana cobrándole impuestos para que el señorito Correa se pasee", por lo que juró: "jamás me subiré ni un segundo a esos lujos de los socialistas".
La constatación de que no solo ha sido incumplido su compromiso, sino que en la historia registrará más viajes que meses de gestión, resulta patético.
Qué decir de la supuesta lucha contra la corrupción que resultó un fiasco porque el Código de Ética que firmó apenas se instaló en Carondelet no sirvió para nada.
Por eso, la Fiscalía investiga varios casos de su Gobierno, pero es el de Hernán Luque, su representante personal ante el directorio de la Empresa Coordinadora de Empresas Púbicas (EMCO) el que lo puso en evidencia, porque tras descubrirse una supuesta trama de corrupción que involucraría a su delegado, en una entrevista a finales de 2022, dijo que no sabía por qué
Luque había dejado el cargo; pero en una segunda entrevista, en enero de 2023, aseguró que él le había pedido la renuncia y, como ya había abandonado el país, prometió "traerlo de vuelta de las orejas"; lo que, obviamente, jamás cumplió.
A estas alturas, es probable que Guillermo Lasso tenga el récord de haber hecho lo contrario de lo que ofreció, y haber reducido el liderazgo a un proyecto de poder personal, sin principios ni filosofía.
Debe ser el único mandatario que se muestra eufórico por haber bajado los impuestos que él mismo subió para recaudar USD 1.900 millones, mediante un pacto vergonzoso con el correísmo a cambio de dejar libre a Glas y a otros; para meses después enviar un nuevo Decreto a la Corte Constitucional y dar de baja los mismos impuestos.
Por todo esto, los éxitos de su campaña de vacunación contra el Covid-19 y el programa para combatir la desnutrición crónica infantil no le habrían significado reconocimientos duraderos.
La desconexión de Guillermo Lasso con la realidad resulta perturbadora; por eso, que la terminación de su mandato haya coincido con los apagones por la pusilanimidad de su Gobierno es una metáfora que releva de más comentarios
Que alardee por dejar un mejor país que el que recibió mientras cientos de miles de ecuatorianos protagonizan un doloroso éxodo en buscar de un trabajo, es una infamia, al punto de que las cifras del propio Ministerio de Trabajo, que revelan que solo en el mes de octubre se han perdido más de 75.000 empleos; 23% más que el mismo mes en 2022, lo desmienten.
Por si fuera poco, el año cerrará con un déficit fiscal de USD 5.000 millones y un crecimiento de apenas 1,5%, mientras en la caja fiscal no hay dinero para pagar sueldos y el décimo de diciembre, por lo que gestionan un préstamo.
Qué decir de la violencia criminal con cifras nunca imaginadas que ubicarán a Ecuador como uno de los países más violentos del mundo, porque 2023 cerrará con un promedio de 40 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Moverse en la contradicción parece una marca registrada en el presidente saliente, de cuyo Gobierno la historia registrará una campaña electoral dolorosa por el magnicidio de un candidato presidencial. ¡En fin!
Al enviar a sus casas a los 137 asambleístas en una decisión que fue aplaudida por los ecuatorianos, Guillermo Lasso no habría imaginado que de esa Asamblea Nacional saldrían los dos finalistas a la segunda vuelta electoral y el presidente que lo reemplazará en Carondelet.
Los misterios del poder y de la política son insondables; para intentar entenderlos apelo al historiador y cónsul romano Cornelius Tácito que en el año 100 de nuestra era dijo: “Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio”.