Columnista Invitado
La tormenta se avecina...
Luis Alberto Elizalde Yulee, es arquitecto, cocinero y escritor.
Actualizada:
Negros nubarrones irrumpen en el horizonte, truenos destemplados que provienen de cabezas huecas en cuerpos ambiciosos de poder y vanidad, se oyen en la arena política de un país que dislocó sus valores.
Lealtad, recato, prudencia, decencia, sentido de responsabilidad y patriotismo, son virtudes que yacen desvertebradas a un lado de la civilidad, mientras pasean indecentes los deseos de carroña, dispuestos a hipotecar su espíritu con tal de convertir en realidad lo que la codicia y la avidez de venganza les intoxica.
Conductas de corazones pequeños y mezquinos son los protagonistas.
La vicepresidenta María Verónica Abad Rojas podría acceder a la Presidencia dentro de pocos meses si Daniel Noboa decide postularse para las elecciones de 2025.
Ella no ocupa ese lugar por ser amiga o coidearia de su compañero de fórmula electoral en 2023, está ahí porque tiene ambiciones políticas propias.
Las artimañas que utiliza al atacar y defenderse de los detractores, permiten medir valores y hasta donde está dispuesta a claudicar principios para alcanzar sus fines.
Por eso, que en la lucha de poder que mantiene con el Presidente, apele a interpretar el papel de víctima mujer y madre acosada por la perfidia del gobernante, es una impostura, un engaño.
Representar al damnificado suele dar buenos resultados: convierte a su oponente en verdugo y la compasión social invisibiliza las causas que la llevaron a esa situación.
¿Sentimos seguridad en qué realizaría una Presidencia prudente y sin sobresaltos durante los meses que ocupe ese cargo?
¿Se enfocará en las necesidades del país y no en rencillas o venganzas personales?
¿Garantiza cohesión y continuidad de la gestión gubernamental frente a los acuerdos con los organismos internacionales?
¿Podemos confiar en ella?
Ha anunciado que, en caso de acceder al solio de Carondelet, no seguirá la agenda trazada por el Presidente actual y estar dispuesta a echar abajo las medidas económicas del plan de gobierno, además de dar paso a la revisión de casos cerrados y juzgados por el Poder Judicial.
Las alegaciones de lawfare hacia las acusaciones de fiscalía por cabildeo contra su hijo, son un indicio en sintonía con el discurso de la oposición y los prófugos de la justicia sentenciados por corrupción.
Los daños que estas acciones podrían causar a la nación son incalculables y catastróficos.
¿Y si no inspira confianza, qué hacer con ella?
¿Cómo neutralizar la amenaza sin violentar la ley y la Constitución, al menos en sus formas?
Si no encuentran una leguleyada que sirva, hay un escenario no contemplado hasta ahora: elecciones 2025 sin la participación de Daniel Noboa.
No ir por la reelección, no tener que dejar el poder.
Privilegiar el cumplimiento de lo que prometió al inicio de su interinazgo: seguridad y estabilizar la economía por sobre otros intereses personales. Cumplir únicamente con la misión para la que fue electo, renunciar a sus anhelos de corto plazo por los de largo alcance.
Nada le impediría candidatizarse a la Asamblea, pues la ley no lo obliga a licenciarse para entrar en campaña por un cargo diferente al desempeñado, aprovechar su alta popularidad para arrastrar votos hacia su bancada y conseguir una mayoría decisoria.
Cogobernar junto a un candidato de confianza y aspirar a la Presidencia de la República en 2029, antes de cumplir los 42 años de edad.
¿Estaría dispuesto Daniel Noboa a sacrificar sus aspiraciones de poder inmediatas para impedir el desquiciamiento del Estado?
Un gesto de ese calibre requiere poseer la humildad del pensamiento estratégico de un estadista.
Sería una solución y una lección, algo que sin duda cambiaría la historia del país…