El Chef de la Política
¿Cómo gobernar frente a una Asamblea con mayoría de RC? La pregunta que nadie ha hecho a los presidenciables
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Todas las preguntas dirigidas a los presidenciables han girado en torno a su propio plan de gobierno y a las soluciones inmediatas respecto a temas definitivos, como la seguridad, la economía o la posición del país en el contexto internacional.
Sin embargo, pocas o ninguna de las interrogantes se han orientado a saber cuál será la estrategia para relacionarse con una Asamblea Nacional en la que lo más probable es que la Revolución Ciudadana se configure nuevamente en la primera minoría o, inclusive, en la bancada con el cincuenta por ciento más uno de los escaños.
Como en cualquier gobierno, el campo de las relaciones políticas entre Ejecutivo y Legislativo será clave, pues buena parte de las políticas públicas del presidente de transición tendrán que enfrentarse a una Asamblea Nacional que, salvo en el caso de que la nueva Jefa de Estado sea Luisa González, será de oposición.
La respuesta simplona es decir que ante la ausencia de cooperación de la legislatura respecto a las propuestas del presidente, se procederá nuevamente a la disolución de la Asamblea Nacional. Esa respuesta es simplona no solo porque hay serias dudas de que sea constitucionalmente factible, sino también porque implicaría el aniquilamiento de quien asuma la primera magistratura del Estado.
Por ello, tanto normativa como políticamente, allí no hay una opción viable. Lo que queda entonces es la negociación, el tira y afloja, y la búsqueda de acuerdos mínimos entre un presidente que llegará electoralmente débil, sea quien sea el ganador, y un bloque legislativo como el de Revolución Ciudadana (RC) que ha demostrado ser, independientemente de afectos o desafectos, el único que tiene una agenda política, objetivos claros y estrategias para llegar a cumplirlos.
Por tanto, la gran interrogante que surge tiene que ver con las destrezas de Sonnenholzner, Pérez o Villavicencio para tender puentes con la RC. Aunque en los tres casos se avizoran escenarios de conflicto, las formas de asumir los costos y beneficios divergen claramente de un presidenciable a otro.
Villavicencio, por ejemplo, haría de las tensiones el pan de cada día. En un escenario de ese tipo, en el que los recursos de disuasión y persuasión de la RC son mayores, lo que se esperaría es que la relación entre poderes del Estado se deteriore en el cortísimo plazo. De allí a las amenazas frontales y los bloqueos habrá un solo paso. La economía sentirá los efectos de las presiones políticas y, como dicen los manuales, habrá un proceso de enfriamiento de la dinámica generada desde el sector privado.
Con Pérez el escenario sería aún más dramático pues, a la apuesta por un modelo económico en el que la idea de la redistribución no termina de entenderse bajo qué parámetros será aplicada, se debe sumar el hecho que el presidente sentiría que no tiene nada que perder y mucho que ganar. Como consecuencia de ello, la nula aversión al riesgo de Pérez lo llevaría a que el enfrentamiento con la RC sea más abierto y las consecuencias igual o más devastadoras que en el caso de Villavicencio.
En efecto, no solo puede sobrevenir la ralentización de la economía, sino que incluso la inestabilidad política podría volver a tocar las puertas de Carondelet. Ya el país conoce cómo operan las propuestas radicales y también conoce que desde esas perspectivas la vida se divide entre cuadros blancos y negros, sin puntos intermedios, sin espacios para que los grises aparezcan y den paso a equilibrios.
Sonnenholzner tampoco la tendría fácil, pues su inexperiencia política y la de quienes lo acompañarán en los principales espacios de decisión sería rápidamente aprovechada por la RC.
En este escenario, más temprano que tarde, el presidente estará acorralado y tentado a negociar en condiciones claramente asimétricas.
A lo dicho hay que sumar que el resto de actores políticos pronto enfilarán a favor del más poderoso, como ya lo hicieron durante los dos años de administración del presidente Lasso, con lo que las posibilidades de generar cambios desde el Ejecutivo serán mínimas. Así, las acciones gubernamentales se limitarán a cuestiones básicas de sobrevivencia. Si bien habrá menos incertidumbre en la economía y la política que en los escenarios anteriores, las grandes decisiones que el país espera deberán dilatarse hasta 2025.
¿Cómo gobernar frente a una Asamblea Nacional con mayoría de RC? Esa es la pregunta que se debería hacer no solo a los presidenciables con opciones reales de pasar a la segunda vuelta, sino también a los electores. Se trata, por tanto, no solo de mirar cuál es la candidatura presidencial que mejor interpela al votante, sino también la que se presenta como la menos dañina en su relación con la legislatura.
Como se ha dicho, tanto Sonnenholzner como Pérez y Villavicencio tendrán un escenario agreste, aunque con resultados aparentemente diversos en términos de gobernabilidad política y perspectiva económica.
En la coyuntura actual, lo único seguro es que la RC seguirá con ventaja en las relaciones de poder, mientras que la manera de conducir esas asimetrías dependerá de quien llegue a la presidencia de la República.
Por ese motivo, antes de asumir una decisión en la papeleta presidencial, será necesario valorar los posibles efectos que de allí se derivarán a la relación con una Asamblea Nacional en la que la RC será nuevamente predominante.