Una Habitación Propia
¿Y si Gladys tuviera coronavirus?
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Imagínense que las cosas se salen de control. No es tan difícil pensarlo, en Ecuador las cosas se nos salen de control con bastante frecuencia.
Imagínense que las autoridades lo hacen tan mal que el coronavirus se propaga por todo el Ecuador a niveles de pandemia. Imagínense que, como en Italia, nos tenemos que quedar todos en la casa durante semanas: sin colegios, sin autobuses, sin tiendas, sin proyección de cuándo se va a acabar el confinamiento, la plaga, el miedo colectivo.
Yo obviamente lo he imaginado con un nivel de detalle perverso.
Los ansiosos tenemos el superpoder de crear los peores escenarios en un instante: yo tirada en el suelo, zoom a mi gata devorándome los cachetes, al otro lado de la ventana Quito vacío, en llamas, disparos sueltos aquí y allá. The End.
Sin ser tan catastrofista, es decir, sin pensar que mi gata se va alimentar de mí apenas se acabe su última croqueta, esta mañana me topé cara a cara con la verdadera tragedia de la pandemia: la gente que no tiene otra forma de ganarse la vida que la forma como se gana la vida.
Gladisita, que me ayuda en casa, vino hoy muy enferma. Sí, dolor de cabeza y cuerpo, tos, fiebre. Casi loca le pregunté que por qué había venido, que cómo iba a creer salir de la cama ese estado, que por qué, dios mío, ¡por qué!
Vino, me dijo, porque en el hospital le dijeron que tenía que traerme el certificado médico (¡!) de que tiene bronquitis y porque necesita trabajar, necesita la plata.
Jamás se imaginó que bastaba con decirme que estaba enferma para que yo le mandara el dinero. Es una trabajadora enferma, tiene que cobrar su sueldo aunque no trabaje, ¿no?
Parece que no es así como funcionan las cosas, parece que en el pasado cuando Gladys ha estado enferma no ha cobrado. ¿Es esto excepcional? No lo creo.
Pienso en qué va a pasar con todas esas personas cuya economía depende de la ganancia diaria si en verdad se para este país por el coronavirus: los que no están afiliados, los trabajadores por horas, los trabajadores de espacios domésticos, los vendedores ambulantes, los pequeños empresarios.
¿Qué va a pasar, digo, con los que no tienen la suerte de teletrabajar?
¿Los empleadores pagarán a los trabajadores del hogar aunque no puedan desplazarse a trabajar?
¿Usted lo va a hacer?
¿Qué va a pasar con esas familias que dependen de un único ingreso? En serio, ¿qué va a pasar cuando la ciudad se quede inmóvil?
En la histeria colectiva se conoce el verdadero corazón del ser humano, así que las recomendaciones frente a la pandemia de coronavirus serían dos muy contundentes:
Lávese las manos y no sea un hijueputa.