El indiscreto encanto de la política
Si tienes entre 37 y 43 años, seguro eres un xennial
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Me siento demasiado viejo para ser milenial, no entiendo sus códigos y me incomoda su excesiva sensibilidad y esa permanente necesidad de reconocimiento.
Tampoco me identifico con la cohorte anterior, la generación X: no comparto su indiferencia ante la actual problemática global y me parece algo aburrida su visión lineal de la vida, alrededor del trabajo, los amigos y el hogar. Ni de aquí, ni de allá.
Para mi sorpresa, esta sensación de “limbo generacional” es compartida por la mayoría de quienes tenemos el mismo rango de edad en todo el mundo.
Es así que el análisis de este grupo etario ha llegado a la academia y hoy, gracias a las redes sociales, se ha popularizado el término xennial (creativa combinación entre generación X y milenial) para referirse a este segmento. Hoy la palabra ya figura en el diccionario Oxford.
Una de las principales características que nos define como parte de este grupo es haber sido la generación bisagra entre el mundo analógico y el digital.
De hecho, yo empecé el colegio haciendo las tareas en una vieja máquina de escribir -Radex en mano- y en sexto curso redacté mi monografía de grado en una computadora con impresora e Internet.
Igualmente, durante un lapso disfrutamos de la libertad de poder salir a la calle sin mayor control; hasta que llegó el celular y, con él, los periódicos monitoreos de nuestros padres.
Por otra parte, el haber sido el nexo entre la posmodernidad y la hipermodernidad nos genera ciertas posiciones ambivalentes: defendemos la protección del medio ambiente, pero aún nos gustan las chaquetas de cuero; nos encantan las redes sociales, pero conservamos diferentes rituales presenciales; queremos que todo sea digital, pero preferimos los libros físicos y los juegos de mesa.
Nacimos durante la trilogía de Star Wars y vivimos lo mejor de dos generaciones, el fin de una y el inicio de otra. Muchos somos padres y hoy tenemos nostalgia de que nuestros hijos no puedan vivir las mismas aventuras de barrio que nosotros tuvimos.
En Ecuador, durante nuestra adolescencia los xennials vivimos en carne propia el crecimiento económico de los noventa, el fin de la guerra con el Perú, seguido de la crisis de 1999.
Somos los últimos que vamos a recordar cómo era la vida antes del dólar, y también seremos los últimos que daremos testimonio de la proeza que representaba llamar a la chica que nos gustaba a través del teléfono fijo.