Una Habitación Propia
Gas lacrimógeno contra el feminismo
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
Actualizada:
El Municipio de Quito ha hecho circular un conteo de los "daños al patrimonio" que ocurrieron durante la marcha del 8 de marzo. Más de USD 10.000 mil, dicen, fue el daño económico total.
No voy a discutir eso porque no me interesa. Pueden haber sido diez o veinte. Pueden haber sido incluso cien o un millón. Me da igual.
Patrimonio viene de pater, padre: bienes heredados del padre.
Es casi obvio, a los hombres les interesa más eso que la vida de las mujeres.
Lo que han resaltado las autoridades de la capital es el supuesto dinero perdido. Ni una palabra a los padres y madres de las desaparecidas, ni una referencia a las niñas embarazadas que cargan su barriga infantil a la vista e indiferencia de quienes están en el poder, ni un lo siento mucho a todas las que tenemos miedo de volver a casa cada día porque sabemos que, por estadística, podríamos no volver.
Nos tenemos que cuidar nosotras porque ellos no nos cuidan.
En nuestro país cada cincuenta y cuatro horas asesinan a una mujer.
Esa es la única cifra que debería importar.
La vida de una sola niña vale muchísimo más que una pared, una estatua o una piedra. Parece que los señores que se sientan en las sillas de poder de nuestro país no piensan igual. Las niñas les importan menos que los ladrillos, el cemento, la piedra.
Reviso el Twitter de Guillermo Lasso. Dice esto:
"Este 8 de marzo dispuse agilizar el proceso de entrega de bono a niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad por muerte violenta de sus madres. El apoyo sería, desde el inicio de la investigación previa al delito, como un acto de reparación a las familias".
"En memoria de las madres que perdieron su vida por una muerte violenta y en honor a sus hijos, este 8 de marzo firmé el decreto modificatorio para agilizar la entrega de bonos a niños y adolescentes huérfanos que han atravesado esta dura situación. Es un acto de reparación”.
“Es un hecho que el verdadero cambio empieza con una sociedad justa para las mujeres. En este 8M reafirmo nuevamente nuestro compromiso de trabajar por un Ecuador más equitativo, creando oportunidades de empoderamiento, garantizando libertad y asegurando el bienestar”.
El mandatario se apoyó en el día más importante para el movimiento feminista para vender humo. Está bien dar un apoyo económico a los hijos e hijas de las víctimas del feminicidio (palabra que el presidente no usa, prefirió decir 'perdieron la vida'), pero ¿por qué no decir qué hará para evitar que esos niños y niñas no se queden huérfanos porque sus madres fueron asesinadas?
"Es un acto de reparación", escribió Lasso. La verdadera reparación, señor, sería reforzar el sistema judicial para perseguir a quienes asesinan a las mujeres, crear campañas de concientización sobre el horror del machismo, apoyar la legalidad del aborto por violación y la asignación de un presupuesto para una Ley para la erradicación de la violencia.
La muestra más perversa del bla, bla del Presidente fue la carga de la policía contra las manifestantes de las principales ciudades del país el pasado 8 de marzo.
Las mujeres alrededor del mundo salieron a las calles para pedir derechos, igualdad, libertad y seguridad. En Ecuador, mientras el Presidente se llenaba la boca en Twitter con palabras como empoderamiento, libertad y bienestar, los policías echaban gas lacrimógeno, daban toletazos y embestían con caballos a las manifestantes, mujeres y hombres de toda edad, niñas y niños incluidos.
No fue hace tanto tiempo que el candidato a Presidente se reunía con el feminismo ecuatoriano para asegurar que los derechos de las mujeres serían una prioridad en su gobierno. Se disfrazó de morado para que lo apoyáramos y se sacó la máscara, apenas ganó.
Los derechos de las mujeres incluyen el derecho a manifestarse, señor.
Sin embargo, el pasado martes 8, mujeres y niñas con pancartas fueron gaseadas, golpeadas y aterrorizadas por la policía nacional. ¿Quién autorizó eso? No se me ocurre que el Presidente no supiera que aquellas mujeres con las que se sentó en mesas de trabajo serían reprimidas como delincuentes.
Estamos acostumbradas a que nos odien, no se preocupe.
Estamos acostumbradas a que los hombres reaccionen con violencia porque nos tienen miedo.
Estamos acostumbradas, digo, a pelear por nuestras vidas.
Pero ¿sabe qué? No hay gas lacrimógeno en el mundo que nos pueda parar.
Cuénteselo a sus esbirros.