De la Vida Real
Nuestras complicidades de amor y el idioma del fútbol
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Hay días en que me siento la mejor mamá del mundo: soy comprensiva, linda, dinámica y empática. Pero otras veces realmente no entiendo qué es ser mamá y cómo hay que tratar a un hijo.
Los hijos a veces se vuelven seres extraños, a pesar de que vivimos juntos y les dimos la vida. Desde que nacen, tienen una personalidad definida. Los papás tratamos de canalizar eso de la mejor manera posible, pero no podemos modificar su esencia, como lo hacemos con sus malos comportamientos y sus modales.
Resulta que mi hijo, de diez años, es absolutamente fanático del fútbol. Sabe como pocas personas tanto de este deporte. Nació privilegiado, porque tiene una memoria increíble y, para colmo, un maravilloso sentido de relacionar cosas. Entonces, como vive viendo y leyendo sobre fútbol, sabe demasiado.
Por más que yo intente ser su interlocutora, no puedo, mi mente se dispersa y solo oigo su voz ahí lejana, trato de centrarme e interesarme en lo que me cuenta, porque suena maravilloso, pero de verdad no lo logro. Me cuenta sobre Guardiola y sobre la fortuna de Messi, de los contratos de Neymar. Me explica los líos que tienen entre la Conmebol y la Concacaf y casi me mata cuando le pregunté de qué país son esos equipos con nombres tan raros.
Me pidió que le comprara la camiseta de la Selección, a la que le cuida como un tesoro. Sí, por el precio que hubiera pagado, podríamos pensar que efectivamente es un tesoro.
Guarda con verdadera pasión las tres camisetas "originales" que tiene del Independiente del Valle. No sabe que son imitación triple A. Me siento pésimo, es que son tan caras. No hay economía familiar que soporte la originalidad en estos tiempos.
Total, cuando sea grande le confesaré la verdad. Espero que me diga: "Má, no te preocupes, siempre supe que eran chimbas, pero no quería hacerte sentir mal", y poder sentirme libre de culpa.
Creo que parte de la relación entre padres e hijos es escondernos pequeños secretos para no romper la mutua ilusión que nos obliga a nosotros a mentir y a ellos a fingir que nos creen.
Sé que la Selección Ecuatoriana de Fútbol está jugando para clasificar al Mundial. Mi hijo ama con todas sus fuerzas ver los partidos en la casa de mis papás. Me hace que les prepare unas picaditas de jamón, aceitunas, maní y chocolates.
Mi papá y él se sientan frente al televisor. Ponen sobre una mesita la fuente de comida que les preparé junto a un vaso de cola. Creo que se ponen reglas tácitas que solo ellos entienden. Y los otros debemos decodificar.
Solo pueden hablar entre ellos. Si alguien más habla, dicen: "Calla, deja ver el partido. No nos desconcentren". Nunca en la vida un nieto y un abuelo han de sufrir tanto como este par. Me angustia verlos así, tan estresados. Siento que les va a dar un paro cardiaco. No hay corazón que aguante tanta tensión.
El domingo anterior jugaban Ecuador versus Colombia. Mi hijo regresó a la casa tristísimo y medio antipático.
-Chiquito mío, ¿qué pasa?- le pregunté. Se le notaba devastado- Rey, pero ¿qué tienes?- insistí.
-Má, perdimos.
Creo que, como mamá, no me importaba la causa de su estado. No le quise dar mucha importancia para no fomentar el fanatismo. Pero tampoco quería que sintiera que no tenía mi apoyo. En esos momentos es mejor dejar de ser mamá y convertirme en mujer adulta y madura.
-Pacaí, ¿por qué te duele tanto que Ecuador pierda? Solo es un juego.
- Má, no es un juego, es la esperanza de la felicidad. ¿Sabes lo hermoso que es festejar los goles con el abuelo? No tienes idea de lo increíble que es compartir ese momento de gloria. Y no me saldrás con que aprenda a compartir la pena también, porque suena a consuelo barato. El fútbol es mucho más que un deporte, es vivir el instante al máximo. Al oírle decir al abuelo Paco "¡Ganamos, Pacaí, ganamos!" y cuando me da palmaditas en la espalda, siento que el triunfo es mío. Y él me cuenta cómo era el fútbol en su época, y yo le cuento todo lo que sé de la vida de esos jugadores. El fútbol, má, es mucho más que un juego. El fútbol es algo que tú jamás vas a entender por más esfuerzo que hagas.
- ¿Te puedo abrazar?
-Gracias, má, a pesar de que confundes al Deportivo Quito con el del Real Madrid. Ah, má, otra cosa, a la camiseta que me compraste se le salió el sello. Sabía que no era original. Pero igual, gracias por comprarme. Eres de verdad la mejor. Te amo.
Y se va a buscarle al papá para contarle todos los detalles del partido, que él no pudo ver porque tuvo que trabajar. Y ellos se entienden porque hablan el mismo idioma.