Matrix política
¿Tomó la decisión de ser funcionario público honesto? Tres mafias que deberá enfrentar
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
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Se ha preguntado usted, amable lector, ¿por qué muchas veces a los presidentes les cuesta armar sus gabinetes, reemplazar un ministro por otro o conseguir gente realmente calificada para esos cargos?
Nadie duda que Ecuador tiene gente absolutamente preparada para desempeñar puestos de altísima responsabilidad con eficiencia, calidad y honradez. ¿Pero está esa gente altamente calificada interesada en servir al país desde lo público, dejando salarios que a ese nivel son muy superiores a los del Estado, estabilidad y beneficios que otorga el sector privado?
Pues aquí le dejo tres razones por las cuales cada vez menos gente quiere aceptar este reto, el reto de combatir a las mafias.
Las mafias “de siempre”
Compuesta básicamente por auténticas argollas de gente que, gobierno tras gobierno, de cualquier ideología, está enquistada en los ministerios, secretarías, mandos medios y bajos… y descubrió una forma fácil de ganarse la vida: parasitando del Estado, corrompiendo funcionarios, pretendiendo ser lobista, chantajeando autoridades, metiéndose en los pasillos de las entidades públicas sacando contratos amañados para beneficiar a ciertos empresarios inescrupulosos y cobrando jugosas comisiones que repartirán luego entre todo el engranaje que mueve esta sucia, pero común práctica.
Y si usted escucha la palabra mafia y la relaciona con un grupo de gente mal encarada, con traza de matón de barrio, pues déjeme decirle que algunos de ellos visten trajes de marca, conducen autos caros, rondan por los clubes privados y almuerzan y cenan en restaurantes cinco estrellas.
Las mafias políticas
Partidos, movimientos y representantes de ciertas (no todas, por supuesto, faltaba más) corrientes políticas que se dedican a la misma práctica de la extorsión, presión y acoso selectivo a autoridades para conseguir participar en negocios, cargos o contratos que representen el interés de su agrupación o básicamente de sus líderes.
Políticos que, o bien por ambición personal, por corruptos, o por manifiesta incapacidad, para hacer plataforma política de una supuesta fiscalización, calumnian, hostigan, inventan (algunos refugiados en su supuesta inmunidad) temas para desgastar, sacar, eliminar a funcionarios que no ceden a sus presiones y que cortan de raíz a sus funcionarios infiltrados que les ha permitido mantenerse vivos en estas prácticas por décadas.
Las mafias digitales
Nuevos medios que, ocultos en el anonimato de la web, dejaron de hacer periodismo hace mucho tiempo y que, con unos dólares mediante, participan de campañas de desprestigio sin una sola prueba, haciendo diseños y titulares “creativos”, generando videos que se viralizan luego por las redes sociales acusando a gente honesta sin mostrar evidencias sólo para que tengan un proceso de desgaste y muevan a funcionarios que les son incómodos para sus intereses y reemplazarlos luego por alguno que sea más complaciente para las dos mafias descritas en los párrafos anteriores.
A esto hay que sumar la presencia de “guerreros digitales”, granjas de trolls y de bots, creadores de deepfakes, y auténticos francotiradores de redes sociales que por un salario, un contrato o simplemente por menearle la cola a su líder se pasan en la red buscando hacer daño a través de la calumnia y la diatriba.
Por supuesto que también hay funcionarios pícaros y corruptos (a alguno le agarraron la semana pasada y otros están o prófugos o siendo juzgados en otros países más serios en sus sistemas de justicia) pero definitivamente son los menos, porque si fueran una aplastante mayoría seguro que en este país ya no quedaría ni la línea imaginaria.
Hay que reivindicar al funcionario público honesto que combate a las mafias. Una vez a un gran pensador y filósofo le preguntaron que por qué no se metía en política, a lo que él respondió: porque es tirar mi honra a los perros (y a las perras).