Columnista invitado
La vieja-nueva hipocresía con respecto a Israel
Embajador de Israel en Ecuador.
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Hay muchas personas buenas que, tras ver las imágenes de la masacre masiva en las comunidades próximas a la Franja de Gaza, expresaron solidaridad con Israel y su inmediata repulsión por la máquina de asesinatos de Hamás. Hemos visto palabras cálidas de Estados Unidos, Alemania, Italia y otros países. Hemos visto a jefes de Estado que vinieron para apoyarnos. Su amor llega de corazón. No lo olvidaremos.
Pero hay muchas otras personas para quienes Israel continúa siendo la parte culpable, incluso después de la terrible masacre. La BBC aún se niega a referirse a las personas que decapitaron bebés, que violaron mujeres y niñas, y las quemaron vivas, como "terroristas". ¿Por qué?
Del mismo modo, hay cientos de líderes mundiales y figuras públicas que envían mensajes en apoyo al terrorismo o que se niegan a condenar las expresiones de odio y antisemitismo propagadas por varios grupos radicales islamistas.
Es correcto manifestar preocupación por el destino de las personas inocentes en Gaza. Las personas inocentes no deben ser castigadas en ningún lugar del mundo. Pero ¿es correcto expresar "apoyo a Palestina", mientras se ignora completamente la masacre cometida en el Estado judío?
Ni una sola palabra sobre 220 seres humanos secuestrados y llevados a Gaza, incluidos bebés. O las gemelas de 4 años que vieron a su madre ser asesinada ante sus propios ojos.
El negocio de Hamás es el asesinato de judíos, niños y ancianos por igual. Ese es su propósito. Es una vergüenza que la publicación de una petición solicitando la liberación de mujeres y niños israelíes no se adapte a la agenda de ninguna celebridad.
Greta Thunberg fue fotografiada con un cartel en el que se leía "Estoy con Gaza". En ese terrible día, cuando fueron masacrados 1.400 israelíes, cuando mujeres fueron violadas y bebés quemados, ¿usted o alguno de sus amigos publicaron un posteo diciendo "Estoy con Israel"? No, por supuesto que no.
Podemos presumir que no estaban terriblemente preocupados por todas esas familias israelíes destruidas en un solo día por 3.000 asesinos sádicos que iban de casa en casa con armas, hachas y lanzallamas, buscando más víctimas para matar.
En esta condescendencia racista e hipócrita, que nada tiene en común con la humanidad ni con el amor a la justicia, los críticos de Israel me recuerdan cada vez más y más a los movimientos juveniles de los años 30 y 40 en cierta parte de Europa, que viajaban por las montañas nórdicas y los bosques salvajes, y se enamoraban de ese hermoso mundo que los rodeaba - un mundo sin judíos.