El Implacable VAR
Europa, la violencia de los inmigrantes y el fiasco del fútbol
Periodista, comunicador, escritor y docente. Comenta y escribe de fútbol desde hace 25 años.
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La violencia desatada en Francia por una facción descontenta de inmigrantes tiene a todos discutiendo las causas de esta crisis. Se dice que mucho peso tiene el hecho de que los inmigrantes, después de todo, no se identifican con Francia y ninguno de los países 'de acogida' en Europa.
Los migrantes siguen siendo 'los otros'. En sus casas y barrios de París, Bruselas o Lausana hablan el idioma del terruño. Conservan su religión, sus costumbres y su imaginario. Y eso no ha podido cambiar pese a las políticas de integración, fallidas a todas luces. Ni siquiera el fútbol, tan poderoso y unificador, lo ha logrado.
Los musulmanes siempre fueron fanáticos del fútbol. Pero la gloria del triunfo deportivo la han conseguido fuera de sus selecciones nacionales. Sin embargo, ver a Zinedine Zidane levantar la Copa del Mundo con la camiseta de Francia no hizo que los inmigrantes argelinos se sintieran franceses.
Más bien, importantes jugadores inmigrantes de este siglo han mandado señales en contra de Europa. Por ejemplo, el alemán Mesut Özil desató la furia de los nacionalistas alemanes porque mantuvo la religión y costumbres de sus ancestros turcos. Esto, a pesar de que nació en Gelsenkirchen y su carrera de futbolista es deudora de los formadores germanos.
Recordemos: los turcos emigraron masivamente hacia la República Federal de Alemania en la década de 1970, cuando el país europeo abrió la frontera para contar con mano de obra. Pero los turcos formaron sus guetos y en su mayoría no se asimilaron culturalmente. Özil solo fue el reflejo de una fallida negociación cultural entre dos pueblos.
Es muy parecido a lo que cuenta en su autobiografía Zlatan Ibrahimovic, inmigrante balcánico y estrella del fútbol mundial. Este crack no se sentía sueco en su niñez. Por eso, no respetaba las leyes del país de acogida y fue un auténtico delincuente juvenil.
Es verdad que Francia e Inglaterra juegan desde la década de 1960 con descendientes de inmigrantes. Pero eso era otra cosa. La trampa de considerar como 'franceses' e 'ingleses' a los nacidos en las antiguas colonias les dio la ventaja para reclutar jugadores talentosos.
Portugal también aprovechó esa coartada imperial con el africano Eusebio. Los neerlandeses tardaron un poco, pero en los 80 ya habían reclutado al genial Ruud Gullit, descendiente de surinameses.
Ahora estamos en otro punto, un fenómeno en que la camiseta del país europeo no significa nada para los inmigrantes de estos tiempos. Son viajeros que no sienten las antiguas conexiones entre imperios de Europa y colonias. Huyen del terror de Siria, de la ineptitud del Magreb y de la violencia de sus gobernantes.
En el Mundial de Qatar 2022, fueron frecuentes los disturbios causados por inmigrantes marroquíes en varios países de Europa, cuando jugaba Marruecos.
Para ellos, que sus futbolistas jugaran para Francia, Alemania, España o Bélgica era como si jugaran para un club. Es solo una anécdota. El corazón, la Patria misma, para los nuevos inmigrantes, está en otro lugar.