Iluminaciones
Fiscal Salazar, la ecuatoriana del año
Economista y periodista. Trader de commodities, índices y monedas.
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A veces cuesta creer lo que uno ve en las noticias: expresidentes condenados o enjuiciados por actos de corrupción y sus operadores acogiéndose a programas de cooperación eficaz. Malversadores de fondos acorralados por la justicia. Organizaciones criminales desmontadas gracias a investigaciones bien hechas.
Cuesta creer todo aquello por el manto de impunidad que, desde siempre, ha cubierto los asuntos públicos del país. Porque –digámoslo de una vez– los ladrones se acostumbraron a exhibir descaradamente sus fortunas mal habidas y, peor aún, a ser tratados como grandes señores por todos los demás.
La nuestra ha sido una historia no solo de tolerancia sino de complacencia frente a la corrupción. Todos, en especial los políticos, se han llenado la boca de discursos contra el robo y la malversación, pero pocos hicieron algo al respecto.
Hasta que la doctora Diana Salazar llegó a dirigir la Fiscalía General del Estado. Desde su arribo, las investigaciones comenzaron a producir resultados tangibles, las pericias empezaron a arrojar evidencias concretas, y los peces gordos comenzaron a recibir condenas.
No es suerte ni coincidencia, por supuesto. Es el deseo –y también las agallas– de una ecuatoriana que entiende, tal vez como pocos, la importancia de perseguir y castigar el latrocinio.
Ríos de tinta se han gastado para demostrar las enormes pérdidas económicas que produce la corrupción. La muestra más palpable de todo aquello es Venezuela, ahora sumida en la pobreza extrema, cuando hasta hace no mucho era una de las economías más prósperas de América Latina.
Pero el problema de la corrupción no sólo es económico. Es peor que eso. Es un cáncer que corroe el tejido social de un país, convirtiendo a sus habitantes en presa de una minoría cada vez más voraz e inescrupulosa.
Si dejamos que prospere, la corrupción podría convertirnos en una sociedad fallida; en una simple horda de matones que busca su beneficio particular, a costa de todo lo demás.
En momentos tan duros como estos –con altos índices de desempleo, violencia y muerte– el trabajo de la fiscal Salazar es una prueba de que no necesitamos más leyes ni reformas sino más líderes con un gran sentido del deber, que deseen destacarse no por acumular fortunas ilegalmente, sino por dejar un legado de paz y progreso.
Mal haría cualquier político de turno tentando a la doctora Salazar con alguna candidatura. El rol que cumple al frente de la Fiscalía es mucho más importante que cualquier cargo futuro.
La fiscal Salazar debe continuar ejerciendo su función como lo ha hecho hasta ahora y Ecuador agradecerá su trabajo.
@GFMABest