Análisis Económico
Financiamiento blando: misma receta e incertidumbre
Director general de Perspectiva, consultora de asuntos económicos y empresariales. Docente de posgrado en macroeconomía y políticas públicas. Realiza análisis coyunturales del Ecuador para The Economist Intelligence Unit (EIU).
Actualizada:
El Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó un nuevo programa de financiamiento para Ecuador por USD 6.500 millones por 27 meses. Importante cantidad de recursos para solventar la crisis fiscal que atraviesa el Estado. Las condiciones financieras son excepcionales, las demás tradicionales.
El acceso a financiamiento blando es lo positivo de mantener una buena relación con el FMI. La tasa de interés es lo más interesante del acuerdo. Obtener financiamiento al 2,9% anual es realmente conveniente en una coyuntura en la que la deuda comercial costaría al menos 12% anual.
Luego, lo rescatable del plazo es el periodo de gracia de cuatro años. No tener que pagar deudas en épocas de dificultades financieras es un alivio. Sin embargo, pagar USD 6.500 millones en seis años no será cosa fácil, pues equivale a pagos de capital de USD 1.083 millones anuales. Menos aún si también se consideran las demás obligaciones del Estado.
No olvidemos que en 2025 empiezan los pagos fuertes de la reciente renegociación de la deuda comercial. Ese año se deberán pagar USD 906 millones por este concepto. Hay que ir sumando.
Pero la parte medular de los programas con el FMI no es la plata, sino la agenda de reformas y ajustes que reencaminen las finanzas públicas a un sendero sostenible y responsable. Este es el caso del tipo de acuerdo que tenemos, Facilidad de Financiamiento Extendida, que busca cambios estructurales a mediano plazo.
Mi principal crítica es que se trata de la misma receta de siempre. El FMI ha planteado soluciones, pero ninguna fuera de lo tradicional que no se lea en cualquier libro de teoría económica. No digo que no funcionen, sino que es una visión meramente técnica, teórica y contable que no toma en cuenta todas las implicaciones sociales.
Ecuador atraviesa un muy mal momento económico y social. Como lo comenté semanas atrás, la pobreza alcanzará al menos un tercio de la población este año. Además, somos un país carísimo para vivir y producir. La impuestomanía no puede ser la única alternativa. Hay que ser más creativos.
Por eso necesitamos al frente del país un gran administrador, acompañado de buenos economistas. Alguien que no solo piense en la teoría y modelos económicos, pero también en cómo utilizar los recursos con eficiencia, calidad y prioridad.
La salida del Ecuador requiere también la creatividad empresarial. Esa que ve recursos y oportunidades donde otros ven problemas.
La receta del FMI no toma en cuenta el aprovechamiento de los recursos naturales, tampoco el acompañamiento de la inversión privada para la obra pública, ni los potenciales beneficios de una integración comercial. La recaudación del IVA, por ejemplo, puede aumentar si aumenta el volumen de comercio en el país.
Todo esto sucede en un ambiente de gran incertidumbre. Por un lado, las dudas sobre la evolución de la economía global a causa de la pandemia. Por otro, la incertidumbre local de cara a las elecciones.
El próximo presidente deberá renegociar las metas y condiciones del programa con el FMI. Cualquier cosa puede pasar aún. Así es como este financiamiento blando trae la misma receta en un ambiente de incertidumbre.
Pero al final del día la responsabilidad de encontrar la mejor salida de la crisis es nuestra. Y pasa, en gran medida, por la mente que dirige el país. Tenemos una oportunidad para elegirla bien pronto, no volvamos a fallar.