El Implacable VAR
¿Por qué la Fifa quedó atrapada entre Israel y el dinero musulmán?
Periodista, comunicador, escritor y docente. Comenta y escribe de fútbol desde hace 25 años.
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El mundo del fútbol aún está en shock. La Fifa retiró a Indonesia la sede del Mundial Sub 20 para defender a Israel, un país que apenas tiene peso internacional en este deporte.
Es decir, prefirió menospreciar el dinero y el esfuerzo invertidos por Indonesia para apegarse al máximo principio ecuménico del fútbol: todos pueden jugar un Mundial si ganaron el cupo.
Lástima, sobre todo para el administrador financiero de la FIFA, que esto ocurra cuando el romance del mundo musulmán con la cúpula del fútbol iba de maravilla. Qatar fue en 2022 el primer país árabe en organizar un Mundial absoluto y, pese a las críticas previas, fue un éxito.
Además, los millonarios árabes y de otros países musulmanes, como la misma Indonesia, invierten en equipos de Europa. Ese dinero mueve y sostiene al fútbol.
Debe haber sido terriblemente incómodo decirle a Erik Thohir, el magnate que dirige el fútbol indonesio, que su país se quedó sin Mundial Sub 20, ¡a semanas del inicio de los partidos!
Esto ocurre cuando Thohir, que posee inversiones en la NBA, ya había comprado acciones del Inter de Milán y pensaba expandirse en el balompié.
La situación se agrava porque la Fifa asesora a Indonesia para crear un fútbol seguro, luego de la tragedia del estadio de Kanjuruhan de Malang, de Java Oriental.
Ahí murieron el año anterior 133 hinchas y 547 terminaron heridos en una desbandada. El Mundial era la oportunidad de superar la culpa.
La Fifa y su pregunta clave
En realidad, siempre estuvo latente que algo pasaría algún día a causa de Israel. Los musulmanes apoyan la causa palestina y la gran mayoría de esos países no mantiene relaciones con los israelíes.
En los Juegos Olímpicos, los atletas de Irán, por ejemplo, se niegan a competir cuando les toca un israelí como rival, pese a que esta actitud acarrea una fuerte sanción.
Por eso, Marruecos y Libia jamás pudieron ser sede de un Mundial de fútbol. Presentaron candidaturas con amplio respaldo financiero, pero se quedaron en la primera fase de análisis cuando había que contestar una pregunta clave formulada por los delegados de la Fifa:
—¿Su país garantiza que Israel podrá jugar si se clasifica?
—¡Obvio que no!— exclamaban el rey Hasán y un demente Muammar al-Gaddafi.
—Oh, entendido. Eso es todo. No nos llamen, nosotros les llamaremos— respondían los delegados de la Fifa, sin intención de llamar nunca más.
Un poco de hipocresía
Qatar, como todos saben, dijo que sí. Después de todo, Israel jamás ha logrado clasificar desde que debe eliminarse con las selecciones de Europa, en 1978. Era imposible. Se supone que Indonesia aceptó este requisito.
Pero, justo para el Mundial Sub 20 de Indonesia de 2023, el equipo juvenil israelí logró la hazaña de ganar el boleto, para terror de las autoridades musulmanas del país sede. A la hora de la verdad, Indonesia vetó al equipo de Israel.
Por supuesto, en esta historia hay algo de la proverbial hipocresía de la Fifa, que sanciona a Rusia prácticamente con la expulsión global por atacar a Ucrania, pero no a Israel por el conflicto con los palestinos.
Pero, en este caso, el principio ecuménico ha sido defendido. Los deportistas, sobre todo los jóvenes, tienen derecho a competir con seguridad y no deben pagar por los conflictos políticos de los países.
Una lástima por Indonesia, que perdió la oportunidad de mostrar madurez en un mundo que necesita gestos de grandeza. Y una lástima por el contador de la Fifa, que ya verá de dónde recupera ese dinero que ha caído en saco roto.