El Implacable VAR
Fidel Castro hubiera odiado a Messi con todas sus fuerzas
Periodista, comunicador, escritor y docente. Comenta y escribe de fútbol desde hace 25 años.
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Miami vive una auténtica fiesta con la llegada de Lionel Messi al Inter. Nadie entiende el porqué de tanta emoción, ya que es imposible que el crack argentino salve al equipo de la eliminación. Lo más probable es que Inter quede fuera de los play-offs en octubre.
Recién en febrero comenzará la verdadera acción para Messi. Hasta entonces, el mejor jugador del mundo no tendrá oportunidad de mostrar realmente su valía. Lo veremos haciendo compras en los outlets y en eventos de la franquicia. Porque Messi no solo va como jugador, sino como empresario.
Saltará a la cancha, por supuesto, pero sin mayor gracia competitiva, pues en Estados Unidos no existe el descenso.
Pero, bueno, no seamos aguafiestas. Cualquier equipo quisiera tener a Messi en sus filas. Su sola presencia proyecta credibilidad. Es saludable para los negocios. Sí, para vender camisetas, tomatodos y entradas. Pero también es bueno para la política.
Todos creen que el inglés David Beckham es el dueño del Inter, pero solo es accionista minoritario. El británico debió revender sus acciones a la familia Mas, de origen cubano y sumamente influyente en Miami, para instalar al Inter en Florida.
El dueño del equipo, el de verdad, es Jorge Mas, hijo del poderoso empresario Jorge Mas Canosa, un exiliado que hizo fortuna en Estados Unidos y que siempre quiso ser presidente de la Isla luego de una hipotética caída del comunismo, la cual nunca llegó.
Mas Canosa murió sin ver al Partido Comunista Cubano desalojado de La Habana, pero su heredero mantiene firme el apoyo a medidas que presionan al régimen cubano, como el famoso embargo. En otras palabras, Messi se ha convertido en socio del mayor enemigo del régimen comunista. Mira tú, chico.
Si Fidel estuviera vivo, estaría retorciéndose de las iras al ver que Messi le dio la mano a Mas. Ya lo imagino en sus largos monólogos, comparando constantemente a Messi con Maradona, otro número uno mundial del fútbol que, en su caso, se prestó para defender a la Revolución y actuar como su vocero. Lástima que la Revolución no pudo salvarlo de la adicción.
Messi, de esta manera y quizás sin proponérselo, ha dado otro paso más para diferenciarse de Maradona a nivel simbólico. Maradona se decantó por la dictadura. Messi eligió ser, simplemente, un empresario en Estados Unidos. Fidel lo hubiera odiado con todas sus fuerzas.