Contrapunto
Examen crítico de Muti y Blomstedt a la obra de Anton Bruckner
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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La interpretación de las nueve o las 11 sinfonías que compuso Anton Bruckner (1824-1896) puede ser una experiencia emocional para los directores que las dirigen, tal como ocurrió con dos de los nueve maestros consultados en un especial que conmemora los 200 años de su nacimiento.
Gramophone.co.uk (The world’s best classical music reviews) consultó a los directores más importantes de la actualidad acerca de su experiencia al interpretar a un músico como Bruckner, cuya obra nada tiene que envidiar a los conocidos Schumann, Beethoven, Brahms, Weber o Tchaikovsky, solo por dar unos pocos ejemplos.
Riccardo Muti (Nápoles, 1941) y Herbert Blomstedt (Springfield, Massachusetts, 1927) narran sus experiencias de lo que significó escuchar y dirigir una obra del músico austríaco nacido en la aldea de Anfelsden el 4 de septiembre de 1824.
Muti, conocido y reconocido por haber sido director del famoso teatro de la Scala de Milán, además de otras prestigiosas orquestas califica a Bruckner como “el gran maestro del scherzo”, el movimiento menos denso dentro de una sonata o de una sinfonía.
El sueco-estadounidense Blomsted, que comenzó como director de la Academia Real de Música de Estocolmo, además de dirigir importantes orquestas de Austria y Alemania califica a una de las obras de Bruckner de “milagrosa”.
Riccardo Muti
Por pedido de Gramophone.co.uk el italiano califica a la Sinfonía número 2 en do menor, escrita entre 1871 y 1872, pero estrenada en 1873, como “un mensaje para el alma” y subraya la importancia de las pausas “llenas de tensión, nunca muertas”.
En el escenario el intérprete o director siente dos tipos de silencio, el de un público que está dormido y el silencio de un público que está concentrado. El segundo tipo de silencio dice que “está lleno de electricidad, lo que a su vez anima la actuación”.
Sostiene Muti que una pausa es un momento de reflexión y pensamiento profundo, “refleja la tensión espiritual que has creado, un puente espiritual entre la nota anterior y la nota posterior”.
En el segundo movimiento de esta sinfonía el contrapunto y la armonía son muy complejos; Bruckner, anota, era el maestro del contrapunto y también del scherzo, que es una continuación de Beethoven y una revelación del alma de Austria.
A menudo, según el director italiano, sentimos que el primer movimiento de una sinfonía es la verdadera inspiración de la obra y que el final es inteligente, pero menos inspirado. Este no es el caso del final de la segunda sinfonía; intencionalmente o no hay referencias a El oro del Rin, de Richard Wagner y con las melodías de trompeta a la Sinfonía 5 de Beethoven.
Concluye Muti que cada sinfonía de Anton Bruckner “es una conversación con Dios que lleva un mensaje para el alma”; la obra maestra que es la segunda sinfonía no es una excepción. El músico austríaco dedicó esta sinfonía al compositor y pianista húngaro Franz Liszt (1811-1886).
Herbert Blomstedt
Considerado en la actualidad el director más longevo que sigue en actividad, Blomstedt recuerda que escuchó por primera vez la música de Bruckner en Gotemburgo cuando tenía 13 o 14 años, se trataba de la cuarta sinfonía, conocida como ‘Romántica’.
“Quedé fascinado de inmediato, el sonido de la orquesta me hipnotizó por completo. Mi hermano mayor y yo caminamos a casa por los parques de la ciudad tratando de recordar los temas, era muy diferente de toda la música que habíamos escuchado”, relata Blomstedt.
En cuanto a la Sinfonía número 8 en do menor, comenzada en 1884 y finalizada en 1887 en San Florián afirma que no tenía ninguna relación real con la pieza hasta que la dirigió por primera vez en Oslo, en 1960.
Establece diferencias; la séptima sinfonía, por ejemplo, comienza con una larga melodía, pero la apertura de la octava no es nada de eso, “son notas de silencio, fragmentos y piezas sin nada de encanto; luego hay un gran contraste con el segundo tema que presenta una de esas melodías que tanto fascinaron a Bruckner”.
Cree que tocar esta obra es una gran experiencia emocional, aquí hay un desafío para los intérpretes, una tentación de ritardandos (voz italiana para definir el tempo musical que gradualmente baja de velocidad).
Para interpretar a Anton Bruckner el músico debe estudiar diez veces más en comparación con Beethoven y Mozart, “pero vale la pena”, dice Blomstedt, y sugiere identificarse con esa música “de lo contrario no puedes interpretarla”.
Para dar continuidad a este ciclo de artículos dedicados a Bruckner, la próxima semana vamos a concluir con unos apuntes biográficos preparados por una de las principales plataformas de música en streaming, dedicada en exclusividad a la difusión de la música en todos sus géneros.