Bien por la eutanasia, pero no olvidemos el aborto
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
Actualizada:
Empezando por Mario Vargas Llosa, no somos pocos los que llevamos largos años defendiendo la despenalización del aborto, de las drogas y de la eutanasia, así que me parece muy justo que la Corte Constitucional haya dado paso a la exigencia de una mujer valiente que, desde su lecho de enferma terminal, abanderó la lucha y concitó gran respaldo nacional.
Sin embargo, la Conferencia Episcopal tildó de “diabólico” al dictamen de la Corte. Eso quiere decir que sus miembros fueron influenciados por el Maligno y que en los añorados tiempos de la Inquisición habrían ido a parar en la hoguera junto con Paola Roldán, que también es blanco de los ‘haters’ de las redes.
Si eso pasa con la eutanasia, ¿qué anatema dedicarán al aborto, tragedia mucho más extendida que la eutanasia pues alrededor de 50.000 mujeres de diversas edades y clases sociales deben enfrentarse a ese terrible dilema cada año, solamente en el Ecuador?
Terrible porque también es satanizado por los políticos de derecha (que son casi todos), por grupos ultra y por ciertas señoras de la high y sus alrededores, donde cunde la hipocresía, pues desde su adolescencia, las muchachas de familias ricas y poderosas –y un poco menos también– no han tenido problemas en abortar en buenas condiciones.
Eso porque tienen fácil acceso a información calificada, a píldoras abortivas seguras, a clínicas privadas y respaldo profesional, a todas esas cosas de las que carecen las mujeres pobres.
No es el caso de Argentina, por ejemplo, donde es permitido el aborto hasta la semana 13. Sin tanto drama ni aparataje, buscando la solución más sencilla, miles de argentinas recurren cada mes al Misoprostol, una píldora abortiva barata, bastante segura y que funciona en el 85% de los casos si es administrada correctamente.
¡Horror! claman las/los curuchupas de aquí y allá, donde una diputada de Milei ya quiere derogar la ley. ¡Homicidio!, añaden, ¡condena eterna!, y se quedan en paz con sus conciencias en Cumbayá y Samborondón.
Eso mientras en los barrios pobres de Quito y otras ciudades (en el campo es peor) se repite hasta el cansancio el caso de las mujeres humildes, con dos o tres o más hijos a los que a duras penas logran alimentar, que usan algún método anticonceptivo porque no quieren ni pueden ni deben tener más hijos.
Pero cuando fallan el método por la razón que fuere, estas mujeres comprueban –ellas sí con auténtico horror– que han vuelto a quedar embarazadas.
Como el asunto es ilegal, no pueden consultar a un médico sino que preguntan a la amiga o prima o vecina, hasta que una de ellas recomienda que consigan el mentado Misoprostol, que no se vende en las farmacias sin receta médica, de suerte que deben buscarlo en sitios de internet que ofrecen libremente las pastillas a un precio diez veces más caro y las envían a domicilio.
Pero no es raro que también fallen pues les han dado la información errada o las pastillas suelen ser chiveadas. Entonces van al servicio de salud a constatar qué ha sucedido.
En los websites feministas recomiendan que cuando no es efectivo el Misoprostol, como hay riesgo de que el feto haya sido afectado, procede el aborto por succión. Pero eso es ilegal y cuesta una plata que no tienen y los más baratos se realizan en condiciones tan deplorables que ponen en serio riesgo la vida de las pacientes.
En cambio, en los servicios de salud, las/los médicos, en lugar de ayudarlas, cumplen con el sagrado deber de enfilar hacia este mundo desquiciado a otro hijo no querido. Con la autoridad que tiene un doctor sobre una mujer humilde y desesperada, las inducen a aceptar ese regalo de Dios que disminuye aún más la ración en cada plato.
Dejo para los teólogos dilucidar de qué lado está Dios y de cuál el Diablo en este gravísimo problema social. Pero las tesis del movimiento feminista mexicano –que obtuvo hace 6 meses que a ninguna mujer se le podrá castigar por abortar– exigían “despenalizar los artículos que criminalizan el aborto en cualquier etapa del embarazo”, pues ante todo está “el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y su vida, a ser o no ser madre sin penalizarlas”. No se diga cuando ya son madres de varios hijos a los que no pueden mantener. Ustedes dirán.